jueves, 29 de julio de 2010

ROMÁNTICOS ANÓNIMOS



Me gustan las historias de amor, no puedo evitarlo, soy un romántico empedernido... Me entran ganas de llorar cada vez que vuelvo a ver "Ghost", "Carta de una desconocida", "City of Angels", "Mas allá de los sueños", "¡Qué bello es vivir!"... Y, aunque algunas de ellas me las sé prácticamente de memoria, porque las veo casi todos los años, me sigo emocionando y, como diría una amiga de mi madre, "se me pone cutis de ave"... y, si estoy solo, casi siempre asoma alguna lágrima...


Sin embargo, a mi mujer, muchas de ellas la dejan indiferente... Prefiere sus pelis de terror, de esas que yo no aguanto, de fantasmas y cosas extrañas, de maldiciones, y con unas carátulas tan bien hechas, que me provocan una repulsión visceral solo con tocarlas... Siempre le digo que su parte de la estantería chorrea de sangre y de vísceras... aunque es precisamente lo mismo que ella argumenta sobre mi colección de películas bélicas, o mis documentales sobre la Segunda Guerra Mundial... Menos mal que entre los dos extremos, queda un amplio margen, para las películas de acción, intriga, de época, dibujos animados, animación... Y si no conseguimos ponernos de acuerdo para ir al cine juntos, siempre podemos recurrir al videoclub de la esquina...
Es curioso, en una época en la que todo vale en el cine, que se aprueba cualquier argumento a la hora de filmar una película, con multitud de subvenciones, se está tirando demasiado de las secuelas, las precuelas y las adaptaciones de películas extranjeras: si una historia funciona bien y genera beneficios, hay que explotar el filón hasta que se agote, alargando las tramas hasta lo más absurdo, y sin que importe poco o nada la calidad del producto, su verosimilitud...
Pero no es momento más adecuado para hablar de cine... prefiero hablar de sentimientos, que me parece algo más interesante... Vivimos demasiado rápido, demasiado pendientes del éxito o el fracaso laboral, de las manifestaciones físicas del triunfo monetario (coches, casas, mujeres operadísimas...), de conseguir más bienes en el menor tiempo posible... y al final, dejamos de lado lo que debería ser más importante: los sentimientos... No solo eso, sino que parece más vergonzoso admitir que te emocionas con cualquiera de las películas que he mencionado antes, que comentar que te pones "hasta el culo" de cubatas todos los fines de semana, y que la última vez que te fuistes "de farra con los colegas", terminaste potando en los zapatos de tu novia...
Decir que "eres un romántico empedernido" en mitad de una reunión social, puede generar el vacío a tu alrededor: de repente, las conversaciones cesan, o en todo caso, disminuye el volumen... Las chicas que te rodean, parece como si te mirasen con otros ojos, quizás incluso se interesen un poco más por ti... Y los chicos... bueno... parece que se apartan un poco de ti, como si hubieran visto al demonio, y muchas veces empiezan a poner en tela de jucio tus preferencias sexuales... Tal vez sean precisamente los gays y las lesbianas quienes mejor aceptan tu revelación, porque de todas formas casi siempre han sufrido un momento similar en algún momento de su vida... Son demasiados los "machos españoles" que andan sueltos por el mundo, presumiendo de su "fortaleza", y hablando de "cosas de tíos", que sin embargo llegan a emocionarse por la música del anuncio de un coche, o cuando sale en pantalla una mujer abrazando a su hijo, o en los momentos más inesperados (por ejemplo, con el final de "Doce del Patíbulo", la peli romántica por excelencia para muchos hombres)...
Como esto siga así, como se siga enseñando en las escuelas que el romanticismo es algo malo, que no podemos sentir, pues es contraproducente con las necesidades y las exigencias del mercado laboral, termiranemos llegando a la estigmatización de los sentimientos... Igual que en la Edad Media desfilaban por las calles de toda España largas listas de presos, ataviados con la túnica del penitente o del hereje; o cuando los nazis obligaban a los judíos a lucir sus estrellas amarillas ( y de otros colores para los homosexuales, los presos políticos, los agitadores...) como marca indeleble de aquello que los diferenciaba de la sociedad; igual dentro de algún tiempo se inventa un símbolo para indicar que es mejor no acercarse a una persona, porque se atreve a sentir... por ejemplo, un pin con una rosa lacada en rojo... o un clavel blanco en la solapa...
Del mismo modo en que funcionan en casi todo el mundo las reuniones de Alcohólicos Anónimos, tal vez terminarán celebrándose, de manera completamente clandestina (por ejemplo, en los sótanos de algunas iglesias, en bibliotecas públicas fuera de horario, o en determinadas zonas de los grandes parques) las reuniones de Románticos Anónimos... Como es lógico, se empezaría el encuentro viendo un pequeño fragmento de alguna película romántica; o bien escuchando alguna canción prohibida (como "La Vie en Rose", "Te quiero", "Al partir", "Al alba", "My way"...); incluso leyendo algún fragmento de una obra de teatro, una rima de Bécquer; para después, comentar el efecto que produce en los asistentes, casi todos ellos hombres, pues de todas formas, al ser "el sexo fuerte", tienen más problemas para manifestar sus sentimientos... Los recién llegados se levantarán de sus sillas, para presentarse con una pequeña frase: "Me llamo X, y soy un romántico empedernido...", que encontrará su eco en frases muy conocidas: "Te queremos, X"... "No estás solo, X"... Y cuando regresen a la grisura de sus trabajos y de sus vidas, aquél rato que han pasado, quizás no exactamente con amigos, pero desde luego con personas afines, se convertirá en lo mejor de la semana...
Creo que no hace falta llegar a determinados extremos... Pues la vida es de por sí demasiado triste para andar negando que tenemos sentimientos... Y sin cosas tan "sencillas" como el amor, la pasión, la estima, el afecto, la emoción... Si nos negamos a nosotros mismos la posibilidad de ser libres, de expresar el cariño que sentimos hacia otra persona... Si aceptamos el sacrificio de todas aquellas cosas que, en el fondo, nos hacen más humanos... Igual nos encontramos con que la vida, tal y como la conocemos, no merece la pena ser vivida...
¡Alzad vuestras voces con poemas de Neruda! ¡Cantad en la ducha temas de Nino Bravo! ¡Tallad corazones en la corteza de los árboles! ¡Dibujadlos en las paredes! ¡Regalad flores y bombones sin motivo! ¡Besad a vuestra pareja en la calle! ¡Románticos Anónimos del mundo... que se oiga en todas partes vuestro rugido!

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