sábado, 24 de julio de 2010

NADA QUE PERDER


No recuerdo demasiado bien cuando me di cuenta, por primera vez, del extraño sentimiento que estaba naciendo en mi pecho... La respiración se me acelera cuando pienso en ti, y casi juraría que mi corazón late con más fuerza si estás a mi lado... Pero lo que más me sorprende es el cambio, gradual, que se ha ido produciendo en mí, durante los últimos meses...


Es cierto, somos amigos desde hace décadas, hemos pasado juntos por multitud de pequeñas pruebas: amores confusos que sin embargo nunca nos han unido como pareja, decepciones y tristezas, desengaños y alegrías... Tantas cosas, y sin embargo... sin embargo, siempre han existido unos límites muy claros entre el "quiero" y el "puedo"... entre el "deseo" y la "realidad"... Pero creo que ha llegado el momento de romper las barreras, tender los puentes que me pueden acercar a ti...


Por eso te he llamado por teléfono, y te he propuesto que hiciéramos una sesión de fotos, justamente aquél domingo en que España se lo juega todo en las finales del mundial... Tú, como futbolero empedernido, es evidente que podrías haberme dicho que no... aquella ha sido, en cierto modo, la primera prueba de tu interés por mí...


Estoy nerviosa... Aunque he tenido algunas experiencias sexuales extremadamente placenteras durante estos años, va a ser la primera vez que me desnudo delante de ti... Eres un fotógrafo de reconocido prestigio, y durante todos los años que te has dedicado a la profesión, estoy segura de que habrás conocido a muchísimas mujeres más hermosas que yo... pero algo me dice que me estabas esperando...


Es una sensación muy extraña, sabes... El ser plenamente consciente de que esta tarde, con casi total seguridad, se va a cumplir uno de tus más inconfesables deseos: el verme desnuda delante de ti... Antes de acudir a la cita, me he pasado casi toda la mañana con los últimos retoques: mascarillas exfoliantes, crema hidratante perfumada por todo el cuerpo, un toque de anti-ojeras, darle un repaso a mis ingles, completamente depiladas, elegir un minúsculo tanga del mismo color que mi piel bronceada... Incluso he cogido el mismo albornoz con el que, hace muchos años, me sorprendiste al salir de la ducha en casa de Amparo, aquella tarde que habíamos quedado los tres antes de estudiar...


Estoy bastante segura de mí misma, Pablo, sé que el paso del tiempo me ha tratado bien, y recuerdo tus fugaces miradas cuando coincidimos en el spa hace un par de meses... No podías quitarme los ojos de encima, lo sé... Aunque también es cierto que yo me encontraba en la misma situación... Ese flequillo rebelde que caía sobre tu cara, tapándote parte del ojo izquierdo... Tu cuerpo, fuerte pero sin resultar agresivo... Los abdominales bien definidos... Y me sorprendió mucho comprobar que te depilabas las piernas... nunca lo habría imaginado de ti...


Como tampoco supuse que me costaría tanto salir de detrás del biombo, vestida exclusivamente con el albornoz... y el minúsculo tanga... Y sin embargo, el té de jazmín que compartimos al llegar a tu estudio, la música, suave (creo que era "Café del Mar"), y sobre todo tu voz, suave y profunda a la vez, consiguieron que me relajase... Como recuerdo tu fascinación por Marilyn Monroe, he practicado algunas veces (vale, más de veinte) frente al espejo la forma más adecuada de dejarlo caer a mis pies, sacando el máximo partido de mis hermosos pechos (quizás un poco pequeños para mi gusto, pero creo que una 95B tampoco está mal), y dejando que resbalase perezoso por mis piernas, terminando hecho un rebujo a mis pies...


Tu voz, y sobre todo tu manera de mirarme, han conseguido que me sintiera cómoda contigo, y por eso, durante casi dos horas, hemos formado parte de un extraño círculo de confianza... porque de todas formas, yo no tenía nada que perder... ni nada que esconder... Aunque me he decidido a tomar la iniciativa casi al final del circuito que, amorosamente, habías preparado para mí: al subir al taburete, porque me ofrecía la ocasión perfecta para jugar mis cartas de manera sincera...


Es cierto, mi intención al concertar la cita era, por encima de todo, el demostrarte mi amor por ti, conseguir que se derribase por fin la última barrera... aunque durante nuestras lecciones de tango de los jueves, creo que has llegado a conocer muy bien mi cuerpo... Por eso, cuando has terminado la que, sin tú saberlo, sería la última foto de la sesión, te he dicho, con la voz un poco ronca... "Si quieres, puedes besarme..."


Tu reacción ha sido más o menos la que yo esperaba... Y no deja de tener un poco de gracia la manera en que te has tratado de sumir de nuevo en la rutina, haciéndome fotos incluso cuando, al bajar del taburete, he desatado los cordones del minúsculo tanga, ofreciéndome por completo a las caricias de tu cámara... Incluso he pensado, por unos momentos, que quizás me había equivocado, que la mirada de deseo del spa y de las clases de tango era un error, una fatal metedura de pata por mi parte... Y el espacio parecía dilatarse mientras me iba acercando a ti...


Pero luego, cuando te he besado, cerrándolos ojos, decidida a por lo menos obtener aquél trofeo antes de dar media vuelta... Tus labios se han abierto como una flor con el amanecer, y tu cuerpo ha respondido a los deseos del mío, al abrazarte... Hemos terminado abrazándonos en la gran cama redonda, con sábanas de lino, que utilizas para algunas de tus fotos... Y en el preciso momento en que La Roja se proclamaba campeona del mundo, nuestros gemidos se han alzado al cielo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario