Dos extremos de la vida que se enfrentan a ambos lados del tablero: abuelo y nieto, compitiendo... por dejar ganar al otro. Ese es el mejor "enfrentamiento" que se puede producir, la impresión, o mejor dicho la certeza, de estar con alguien que te quiere tal y como eres, por lo que eres, y tal vez incluso por lo que puedes llegar a ser...
La paciencia, como todas las virtudes, es algo que se aprende con el paso del tiempo, y por eso, los dos observan atentamente el campo de batalla, con la difusa claridad que se filtra por la ventana...
"¿Cuando yo sea mayor, tendré tantas arrugas como el abuelo? ¿Tendré que usar gafas? ¿Dormiré con los dientes en un vaso de agua? ¿Qué es hacerse mayor? ¿Y ser viejo?" Estas, y otras muchas preguntas similares, son las que se hace el nieto, mientras espera a que su yayo mueva ficha, y se coma al peón con el alfil, dejando al descubierto a su reina...
Y lo mismo le sucede al abuelo, mientras contempla a su nieto, que a sus nueve años, se está adentrando en un mundo intermedio, alejándose de la infancia, pero todavía no es adolescente... "Mi nieto... Cuando ya pensaba que sería imposible tenerlo, viene mi hija, y me dice que está embarazada, que el tratamiento en la Seguridad Social por fin ha dado frutos, y que voy a ser abuelo... No me puedo contener, y le doy un abrazo de oso, mientras ella sonríe... Todavía recuerdo como si fuera ayer la primera vez que le cogí en mis brazos, algunas cosas no se olvidan... Tan pequeño, tan rosadito y vulnerable... Pero con qué fuerza se agarraba a mi dedo... Y ahora, fíjate, está hecho un hombrecito...¡Qué rápido pasa el tiempo!"
Los dos se miran, atentamente, disfrutando de aquél silencio, pensando en estrategias, tácticas, movimientos... pero en el fondo, ninguno de ellos quiere ganar al otro, y tampoco les hace falta... Por eso, y como si estuvieran perfectamente sincronizados, a la vez dirigen las manos hacia sus reyes, y suavemente, las depositan sobre el tablero... Al darse cuenta de lo que están haciendo, se ríen, el nieto se dirige hacia su abuelo, le da un beso, y le dice "Abuelo...¿Te apetece dar un paseo... y tomar un helado en el Retiro?" El abuelo asiente, sonriendo, se pone la camisa, y los dos salen de la casa...
Tarde de verano en Madrid... Con ese extraño calor húmedo después de la lluvia... Cuando nada es más importante que los dos extremos de la vida que se juntan... Y termina el juego... porque el ciclo del cariño es mucho más importante que cualquier otra cosa... Y las piezas se quedan congeladas en el tiempo...
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