martes, 13 de julio de 2010

PESADILLA EN LA COCINA


Lo sé... en el fondo, lo sé... Que estás allí, acechándome.... llamándome con tu voz hecha de mil y un recuerdos... Y me prometes placeres inimaginables.... Pero tengo que ser fuerte.... Porque ahora, si cedo, pierdo la batalla, y posiblemente la guerra... Por eso me siento delante del ordenador... Y lo enciendo... Y empiezo a escribir, un poco a modo de terapia... y otro poco, para olvidarme de aquello que me reclama urgentemente mi cuerpo... Quizás si logro estar escribiendo cinco o diez minutos seguidos, se me pasen las ansias... y conseguiré no pecar... Siempre me acuerdo de mi madre: ella asegura que "en esta vida, todas las cosas buenas o matan, o engordan o son pecado...". A mí, eso del pecado me da exactamente igual, ni tengo fe ni bandera, ni tan siquiera patria... Que maten, bueno, me da bastante igual, porque de todas formas, en algún momento todos terminamos siendo pasto de gusanos, o invitados de honor en la última barbacoa de nuestra vida, con estallido de cráneo incluido al reventar el cerebro... por eso nunca nos dejan quedarnos en el tanatorio cuando empiezan la cremación... se oye perfectamente un "pop" amortiguado... Pero eso de engordar... lo llevo mucho peor... Al cambiar de década, de repente mi cuerpo se ha empezado a modificar... Lo de tener más o menos pelo, me da exactamente igual, uno de mis actores favoritos, Yul Briner, era calvo de solemnidad, igual que el personaje estrella de "X-Men"... Pero lo del airbag, bueno, lo llevo muy mal... Siempre he sido un poco perezoso para hacer deporte, y supongo que hacer la compra en el Día y volver a casa empujando el carrito no es ninguna disciplina olímpica, aunque si prefieres hacerlo con bolsas, entonces sí que debería serlo... Y llevar un libro en la mano, o leer en el metro, tampoco será un gran esfuerzo... Mi mujer es muy sutil... vamos, ¡casi tanto como Atila y toda su corte celestial! Y me dice cosas como estas.... "¡Pero qué majo eres... si estás echando barriguita para que el gato esté más cómodo al dormir la siesta contigo!" O bien... "¡Qué ilusión... así, como sigas por ese camino, cuando yo me quede embarazada, podremos comparar barriguitas!" Eso, cuando no suelta expresiones lapidarias del tipo "¡Tiembla, nevera... que mi maridito tiene hambre!" Además, es mentira... No tengo tanta tripita, aunque es cierto que un incipiente flotador está comenzando a formarse... Y no es algo que me guste... Sobre todo teniendo en cuenta lo presumido que soy, y que no me apetece tener que estar metiendo tripa todo el tiempo en la playa o en la piscina... Por eso, he vuelto a hacer abdominales, poquitos, porque mi cuello no está para muchos trotes... y sobre todo, me he puesto a dieta... Ahora, no me río de mis compañeras de trabajo, cuando hablan de las dietas, de las tablas calóricas de alimentos, de ingerir por separado los distintos componentes... Yo estoy haciendo la famosa "dieta Himler": todo lo bueno y lo rico de esta vida, está terminantemente prohibido... Hoy me toca de comida, un filetito de pollo a la plancha sin sal, y 150 gramos de lechuga y un biscote; y para cenar otro filetito de pollo y 125 gramos de pasta hervida con un chorrito de aceite de oliva... Menos mal que nunca he sido de mucho comer, pues de lo contrario, me moriría de hambre... Pero lo que peor llevo son los dulces... o más bien el que me hayan privado de tantos y buenos amigos: los Bollycao, los donuts, los cuernos llenos de chocolate, las galletas Príncipe, las Oreo bañadas, los flanes que hace mi mujer, el arroz con leche de mi madre, los bizcochos caseros de mi hermana, la extraña tarta de queso con frambuesa que hace mi suegra, la horchata con fartons... Vamos, que para un goloso compulsivo como yo, me han quitado absolutamente todas las cosas que me gustan... Pero muchas de ellas las sigue tomando mi mujer... Se me hace la boca agua cada vez que la veo comerse un Donut relleno de chocolate... casi puedo notar su textura en mi boca... Bueno, y cuando me meto en el blog de mi amiga Xela, y empiezo a mirar todas sus recetas de postres, se me hace la boca agua... Por eso debo ser fuerte... Resistir a la tentación... Y no acercarme al armario prohibido, donde me consta que están guardadas todas aquellas cosas que no puedo comer... Y no me atrevo a entrar solo en la cocina, porque oigo los cantos de sirena de toneladas métricas de dulces y suaves sabores, las tabletas de chocolate negro con avellanas y nueces, los hojaldres a la miel... Tengo que resistir como sea... pero noto que dentro del armario prohibido, el enemigo me acecha... Y no sé si podré seguir siendo fuerte... ¡San Iker Casillas, ampárame! ¡Que solo llevo desde ayer haciendo dieta, y tengo pesadillas de dulces prohibidos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario