sábado, 21 de mayo de 2011

CUARENTA Y UN DESTELLOS....

Al cumplir cuarenta años, yo pensaba que todo sería distinto, desde mi vida en el mundo real, hasta mis versos, fantasmagorías y cuentos. Creía fervientemente  que estaba alcanzando la tranquilidad, y tal vez, la sabiduría... Por supuesto, este año, este ciclo que termina, se ha encargado de demostrarme lo contrario. Sigo haciendo y diciendo chiquilladas de vez en cuando, lo que a mi provecta edad, no deja de ser un halago... Pero también es cierto que, algunas veces, hago daño y ofendo a personas a las que quiero, que no en vano está en el aire la amistad de una persona a quien aprecio mucho, y entre silencios, se pasan los días... y sufren las hadas... y los elfos...

Pero hoy me apetece hacer balance, y compartir recuerdos... Supongo que a estas alturas de la vida, ya debería tener las cosas bastante claras, ser consciente de mis limitaciones, y de las que me imponen la sociedad, el sentido común, la costumbre y mis propias capacidades intelectuales y afectivas. A veces, tengo la impresión de estar predispuesto a no confiar en los demás, ni por supuesto, en mí mismo. Si tenemos en cuenta la famosa pirámide de las necesidades humanas de Maslow, a estas alturas de mi vida, debería encontrarme bastante alto... Pero, al ser géminis, y muy géminis, puedo estar en varios peldaños y momentos a la vez...  Quizás, este sería un buen momento para fustigarme (metafóricamente hablando) por no haber conseguido todas aquellas cosas que los demás (ese amplio colectivo, que engloba a familia, amigos verdaderos, amigos falsos, conocidos... y dentistas) consideran que debería haber logrado en cuarenta y un años de existencia... En el fondo, las me que más paz y satisfacción me aportan han surgido en los últimos dos años... y son aquellas que me llevan a seguir luchando un poco más... Ahora mismo, no sé qué es más sencillo: si torturarse en solitario, o permitir que lo hagan los demás. Es decir, si tú mismo te llamas "¡Gilipollas!" o "¡Imbécil!" cuando has metido la pata, es más fácil que te lo creas, que si lo hace un perfecto desconocido...

Quizás por eso, en plena cuenta atrás, necesito hacer un balance, para colocar de nuevo mi mundo en perspectiva. Si por mí fuera, desaparecería, os lo aseguro, aunque fuera ocho horas, con ropa cómoda, un buen libro, el "MP4" y un par de botellas de agua helada, y me sentaría al borde del lago, en el Retiro, para alejarme del mundo... Y reflexionar, recordar, intentar comprender cómo soy en verdad, tras la máscara y el disfraz, lo que ha sido mi vida hasta el momento, y lo que estoy dispuesto a hacer por cambiarla... Surgen sueños, pensamientos, recuerdos, deseos, imágenes que simbolizarían momentos que deseo recordar, otros muchos para olvidar...
  1. Una rosa de terciopelo morada, en el jardín de mi abuelo, cubierta por el rocío...
  2. El olor de la niebla amaneciendo en la ciudad dormida.
  3. La risa de un niño...
  4. Una pelea de parpadedos con mi/nuestro gato...
  5. El placer y la enorme tristeza de leer la última página de un gran libro...
  6. Escuchar la voz amada al otro lado del teléfono, y saber la enorme distancia que os separa...
  7. La primera vez que montas en bicicleta, cuando te acaban de quitar las ruedecitas...
  8. El vértigo de crestear una montaña de dos mil metros, con un grupo de amigos... después de una larga y difícil ascensión...
  9. El aroma a "Àlvarez Gómez" de mi abuelo", cuando me acunaba...
  10. El pestazo a "Ducados", que siempre envolvía a mi padre...
  11. La primera vez que ví el mar... después de toda una noche de viaje...
  12. Mi profesora favorita, Mme. Flambard, recitando un fragmento de Cyrano de Bergerac.
  13. El calor, sofocante, húmedo, dentro de la Pirámide de Keops...
  14. Aquella tormenta tropical en México, en la ciudad de Palenque... y la forma en que la ropa se nos pegaba a la piel...
  15. Cuando un buen amigo te hace comprender que tienes derecho a ser feliz, a soñar, a vivir como cualquier otro niño (gracias, Quique)...
  16. El segundo gran amor, pero la primera vez que en verdad no te sientes solo, una amistad que dura décadas, aunque los dos hayamos cambiado... pues hace casi veintisiete años...
  17. Locuras de juventud: ir con Fernando, mi mejor amigo al Festival de Cine de San Sebastián, viendo algunos días seis películas, y durmiendo pocas horas... no fuimos al cine ni una sola vez en todo el año...
  18. Un crucero por el Nilo, con mis padres y mi hermana, descubriendo uno de los países más fascinantes del mundo... el Valle de los Reyes, el de las Reinas, la Esfinge...
  19. Aquella larguísima noche en el Transiberiano, escuchando hablar a mi abuelo con un sacerdote de Pamplona...
  20. La película "Les Choristes" ("Los niños del coro"), verla dos veces casi seguidas, y  emocionándome hasta el punto de llorar...
  21. El miedo, la tristeza, la desesperación que se respiraban en el Instituto, aquella fatídica mañana del 11-M... y por supuesto, caminar, envuelto en el dolor de varios millones de personas, por La Castellana el día siguiente.
  22. La amargura de permanecer encamado en el Hospital Militar, con el menisco roto... igual que muchos sueños y esperanzas...
  23. Mi quinto gran amor,  cómo me enamoré de ella de manera fulminante desde el primer momento... y en cierto modo, lo sigo estando, veinte años después...
  24. La desesperación de no encontrar trabajo en Madrid, como periodista, a pesar de tener la carrera, experiencia, y de moverme por todas partes...
  25. La emoción y la añoranza, cuando relees una vieja carta... y la tristeza por tantas ausencias...
  26. La muerte de mi abuelo, que cerró una etapa de mi vida, igual que la de mi padre...
  27. Las voces olvidadas...
  28. Las carreras con aquellos enormes triciclos, en el parque del Retiro...
  29. Aquél larguísimo viaje en coche, hasta Logroño...
  30. Un encuentro fortuito con una de las adolescentes más fascinantes que he visto nunca, hablar unos minutos, y no volver a verla nunca, porque no se presentó a la cita a la mañana siguiente... Como represalia, la he convertido en personaje de un cuento... "Una criatura angelical", lectura recomendable...
  31. El inmenso dolor, de la traición, de la ausencia, del abandono, y de mi propia estupidez, que me hicieron empezar a escribir... con lo que de dos males, nació un bien...
  32. Aquellos ojos de lunes, que me están devolviendo la confianza y las fuerzas... y la esperanza...
  33. La madrugada de un cuatro de abril, cuando mi mujer me enseñó a besar...
  34. Las decenas de amaneceres que he visto desde las alturas, con todo Madrid bajo mis pies...
  35. Llorar, como un niño, cuando escucho la Barcarola de Los Cuentos de Hoffman...
  36. El recuerdo de aquellas pequeñas siestas en el gallinero del Teatro Real, en mitad del "Réquiem" de Mozart... que las ocho y media de la tarde eran demasiado para un niño que no dormía bien
  37. La emoción de compartir con la persona que amas una puesta de sol... y un amanecer... en el mismo día...
  38. La amargura de las oportunidades perdidas, vistas por el prisma de la razón...
  39. La enorme satisfacción de haber encontrado ese pequeño puñadito de amigos, que te hacen sentir bien, te apoyan, ir juntando a personas dispares... y que vayan creciendo...
  40. El inmenso placer y privilegio de conocer y leer a otros "bloggers" y escritores, compartiendo un sueño... que se complementa con el inmenso orgullo de que un puñado de irreductibles galos me esté leyendo, y comentando...
  41. La tristeza de aquello que jamás conseguiré...
¿Más viejo? Es posible... ¿Más sabio? Tal vez... pero siempre, con un corazón demasiado grande... y demasiados sueños por perseguir... Porque dentro de pocas horas cumpliré cuarenta y un años... y todavía no sé si debo soñar, llorar, reír o sonreír...

lunes, 16 de mayo de 2011

La abuela Rose …

TOMADO DEL BLOG "ADAIP, EL CIUDADANO DEL MUNDO", DE JAUME GUIOT.

 

El primer día en la universidad nuestro profesor se presentó y nos pidió que procuráramos llegar a conocer a alguien a quien no conociéramos todavía. Me puse de pie y miré a mi alrededor, cuando una mano me tocó suavemente el hombro. Me di la vuelta y me encontré con una viejita arrugada cuya sonrisa le alumbraba todo su ser.

"Hola, buen mozo. Me llamo Rose. Tengo ochenta y siete años. ¿Te puedo dar un abrazo?". Me reí y le contesté con entusiasmo: "¡Claro que puede! Ella me dio un abrazo muy fuerte. ¿Por qué está usted en la Universidad a una edad tan temprana, tan inocente?", le pregunté.

Riéndose, contestó: "Estoy aquí para encontrar un marido rico, casarme, tener unos dos hijos, y luego jubilarme y viajar".

"Se lo digo en serio", le dije. Quería saber qué le había motivado a ella a afrontar ese desafío a su edad.

Siempre soñé con tener una educación universitaria y ahora la voy a tener!", me dijo.

Después de clases caminamos al edificio de la asociación de estudiantes y compartimos un batido de chocolate. Nos hicimos amigos enseguida. Todos los días durante los tres meses siguientes salíamos juntos de la clase y hablábamos sin parar. Me fascinaba escuchar a esta "máquina del tiempo". Ella compartía su
sabiduría y experiencia conmigo.

Durante ese año, Rose se hizo muy popular en la Universidad; hacía amistades a donde iba. Le encantaba vestirse bien y se deleitaba con la atención que recibía de los demás estudiantes. Se lo estaba pasando de maravilla.

Al terminar el semestre le invitamos a Rose a hablar en nuestro banquete. No olvidaré nunca lo que ella nos enseñó en esa oportunidad. Luego de ser presentada, subió al podio. Cuando comenzó a pronunciar el discurso que había preparado de antemano, se le cayeron al suelo las tarjetas donde tenía los apuntes.

Frustrada y un poco avergonzada se inclinó sobre el micrófono y dijo simplemente, "disculpen que esté tan nerviosa…. Hace un par de generaciones que no hablo en publico …"

"No voy a poder volver a poner mi discurso en orden, así que permítanme simplemente decirles lo que sé."

Mientras nos reíamos, ella se aclaró la garganta y comenzó: "No dejamos de jugar porque estamos viejos; nos ponemos viejos porque dejamos de jugar. Hay sólo cuatro secretos para mantenerse joven, ser feliz y triunfar.' Tenemos que reír y encontrar el buen humor todos los días. Tenemos que tener un ideal. Cuando perdemos de vista nuestro ideal, comenzamos a morir.

¡Hay tantas personas caminando por ahí que están muertas y ni siquiera lo ven!' Hay una gran diferencia entre ponerse viejo y madurar. Si ustedes tienen diecinueve años y se quedan en la cama un año entero sin hacer nada productivo se convertirán en personas de veinte años. Si yo tengo ochenta y siete años y me quedo en la cama por un año sin hacer nada tendré ochenta y ocho años.

Todos podemos envejecer. No se requiere talento ni habilidad para ello. Lo importante es que maduremos encontrando siempre la oportunidad en el cambio.

No me arrepiento de nada. Los viejos generalmente no nos arrepentimos de lo que hicimos sino de lo que no hicimos. Los únicos que temen la muerte son los que tienen remordimientos."

Terminó su discurso cantando "La Rosa". Nos pidió que estudiáramos la letra de la canción y la pusiéramos en práctica en nuestra vida diaria.

Rose terminó sus estudios. Una semana después de la graduación, Rose murió tranquilamente mientras dormía. Más de dos mil estudiantes universitarios asistieron a las honras fúnebres para rendir tributo a la maravillosa mujer que les enseñó con su ejemplo que nunca es demasiado tarde para llegar a ser todo lo que se puede ser.

TOMADO DEL BLOG "ADAIP, EL CIUDADANO DEL MUNDO", DE JAUME GUIOT.

viernes, 6 de mayo de 2011

¿SOLEDAD, DIVINO TESORO?

Hay palabras que me dan miedo... la peor de todas, es la soledad... quizás porque he pasado demasiados años solo, incluso en medio de la gente, o porque algunos de los recuerdos que se te graban durante la infancia te persiguen durante toda tu vida, sin importar lo que hagas para exorcizarlos... Odio la soledad... se entiende, la soledad no deseada, aquella que te viene impuesta por las circunstancias...

Llevo demasiado tiempo trabajando al otro extremo de un uniforme, en el lado más marrón y beige, o verde y beige, de la vida, y supongo que ya debería de haber generado los suficientes anticuerpos para inmunizarme contra ella... Mientras seas el único de tu especie en un lugar público, te sentirás solo... Al menos, esto no es un comercio... Durante casi tres meses, estuve de vigilante en un centro comercial, y me sentía fatal cada vez que la típica madre estresada y atareada, que no consigue hacerse con sus fieras, les lleva donde yo estoy, controlando al personal y a los clientes, me señala con el dedo, y le dice, muy seria, a su churumbel: "Mira, que como no seas bueno/buena, este señor te lleva al cuartito..." ¡Señora mía, si supiera usted por qué motivos llevamos a los ladrones al cuartito, y lo que suele pasar después (depende del jefe de tienda llamar o no a la Policía), no lo utilizaría como amenaza! Luego, cuando tienes que llevar a dicho cuarto a una ladrona de las que usan el carrito de bebé y la propia ropa del niño como camuflaje, te aseguras de entrar por parejas, y si no hay ninguna vigilante en el centro, esperas hasta que baje una empleada, o venga una agente de la policía...

Sí, he pasado demasiadas noches al raso, vigilando caminos en una puta nave desierta... He soportado demasiadas veces el desprecio de gorilas humanos, de personas muy nerviosas y de niñatos de instituto (al menos, casi todos los grupos que entraban en Canal + para uno de sus programas estrella)... incluso de delincuentes en cierto ministerio... También he vivido demasiados amaneceres, como para emocionarme con los primeros rayos del sol... y, sin embargo, es una de las pocas cosas que me dan esperanza...

La soledad en el ámbito laboral puedo entenderla, es uno de los requisitos del puesto, como quien dice... y trabajando a turnos, con eso diez minutos de conversación y novedades, tampoco hay ocasión de sentir el famoso "espítiru de cuerpo"... Pero no me quejo: estoy en un buen sitio, tengo una buena compañera, y un par de buenas amigas... además de no pasar frío, ni calor... y tener el servicio cerca...

Dice el refrán que nunca estás del todo solo, si tienes un amigo... y mi pregunta es bien sencilla: ¿los gatos cuentan? Porque en ese caso, ya tendría dos amigos a toda prueba, y un par de decenas de amigos en la red, que tampoco necesitas mucho más... Es curioso: gracias a las redes sociales, puedes tener amigos por todo el mundo, incluso en países que no eres capaz de ubicar en el mapa, y que posiblemente jamás en tu vida conocerás, salvo por fotos... Y no deja de ser importante la labor realizada por las redes sociales: son buenos paliativos para algunas carencias del alma... o como diría mi querido amigo Maslow, "la necesidad de pertenencia al grupo", y "la necesidad de referencia hacia el grupo". En el fondo, aquellos son los motivos que nos llevan a los seres humanos a cometer las mayores estupideces...

Durante los últimos cuarenta años, he formado parte de algunos grupos, unos buenos, otros malos: "el clan de los estudiosos", "los gafapasta", "los mantas" (en el deporte), "el primer grupo de Castores" (Bárcena Mayor), un "dojo", un "club de montaña", un par de asociaciones estudiantiles, "los malotes del insti", los "fabricantes de volcanes en la playa", "la agrupación de amigos fieles", los "fumadores", los "veteranos Boinas Verdes"... incluso durante varios meses estuvimos en un grupo de matrimonios...

Por supuesto, el club más selecto de todo es el que forma una pareja (o un trío, si contamos al gato), no me hubiera importado aumentarlo un poquito más, pero de momento me conformo con unas cuantas plantas, y un proyecto de perro... Es cierto, por parte de mi mujer, sigo teniendo una familia bastante amplia, un pueblo al que viajar si necesito perderme, y un coche que me puede llevar a cualquier parte en pocas horas (que el teletransporte no existe, por mucho que lo use el doctor Spock)...

Pero me sigue dando miedo aquella palabra, "soledad"... se entiende que la no deseada... La del abuelo que se muere de tristeza, literalmente, en su casa, y nadie se percata de ello hasta que empieza a oler... La soledad de cuando no te importa nada ni lo que comes, o cómo te vistes, o si estás o no aseado.. La sensación de haber desperdiciado los mejores años de tu vida... La soledad de la ausencia de la persona amada, cuando tu existencia deja de tener sentido... 

¿Y cómo luchas contra esa soledad? Muchas veces, depende de la edad, y por supuesto, de los recursos... Sin salir de casa, las posibilidades son muy grandes: dormir la siesta, hacer una maqueta, escuchar música, leer un buen libro (o uno mediocre), escribir, hacer un puzzle... inlcuso ponerte a limpiar los cristales, o en mi caso, ordenar las estanterías, pues tengo libros en doble y triple fila... Lo que sea, con tal de no estar inactivo... Porque a veces, el tiempo es el mejor aliado, todo vale con tal de no quedarse en la cama, a contar los minutos con ojos de miope...

¿Y fuera? Como siempre, dependerá de tu grado de soledad, y de tu necesidad de compañía... Si eres poco exigente, un paseo, tranquilo, con la radio o el MP4, sin prisa... También puedes retomar tus conocimientos de patinaje... Pero casi todas las vece, me conformo con ir  a hacer la compra al mercado, ver las mercancías, los puestos, la gente que pasea, admirando los trozos de queso, los encurtidos, y mil cosas más, que atraen la atención... Aunque no compres nada, por lo menos paseas... Pero casi siempre, combino varios vicios menores, y me pongo a leer, en un banco, sintiendo el calor del sol...

Disfrutar, amigo mío, en el fondo, de eso se trata: de disfrutar, incluso de la soledad no deseada...


lunes, 2 de mayo de 2011

FIEBRE...

La fiebre no debe ser una buena consejera, sobre todo cuando se prolonga varios días, pero supongo que es algo a lo que te vas acostumbrando, incluso a veces, le puedes coger cariño... Esa sensación como de estar flotando, cuando nada te importa ni la gente ni el mundo... Ese ataque de egoísmo aparente, cuando tu vida, demasiadas veces, está formada por concesiones, negociaciones y mentiras... de esas que te ayudan a mantener la farsa de tu presente... 

Porque así es como te sientes: como un farsante, no de cara a los demás, sino a ti mismo... y eso es lo más grave, puesto que eres una de las pocas personas a quienes no puedes engañar... normalmente... Sentimientos, en el fondo, se reduce a eso, a formar parte de algo superior, ya sea una entidad laboral, un colectivo (aunque tengo más de perro guardían que de oveja)...

Fiebre, sin duda alguna, debe ser eso, porque siempre me baja las defensas, disminuye el nivel de autocontrol, y al final, puede terminar ocasionando desastres de magnitudes épicas.... Y sobre todo, te hace plantearte lo que sientes por los demás, y corres el brutal riesgo de despertar lo que late en las profundidades de tu corazón... ¡Sentir, y no solo eso, decirlo!

¿Y si el perro guardián se pone a pensar como las ovejas?¿Si de repente, comienza a sentir "esas cosas" de las que hablan, como la empatía, la amistad, el amor, la solidaridad?

 Tal vez, por eso nunca me he alegrado tanto de ser un programa informático... y de que todo se pueda arreglar con un "Bienvenido, agente Smith"...