Al cumplir cuarenta años, yo pensaba que todo sería distinto, desde mi vida en el mundo real, hasta mis versos, fantasmagorías y cuentos. Creía fervientemente que estaba alcanzando la tranquilidad, y tal vez, la sabiduría... Por supuesto, este año, este ciclo que termina, se ha encargado de demostrarme lo contrario. Sigo haciendo y diciendo chiquilladas de vez en cuando, lo que a mi provecta edad, no deja de ser un halago... Pero también es cierto que, algunas veces, hago daño y ofendo a personas a las que quiero, que no en vano está en el aire la amistad de una persona a quien aprecio mucho, y entre silencios, se pasan los días... y sufren las hadas... y los elfos...
Pero hoy me apetece hacer balance, y compartir recuerdos... Supongo que a estas alturas de la vida, ya debería tener las cosas bastante claras, ser consciente de mis limitaciones, y de las que me imponen la sociedad, el sentido común, la costumbre y mis propias capacidades intelectuales y afectivas. A veces, tengo la impresión de estar predispuesto a no confiar en los demás, ni por supuesto, en mí mismo. Si tenemos en cuenta la famosa pirámide de las necesidades humanas de Maslow, a estas alturas de mi vida, debería encontrarme bastante alto... Pero, al ser géminis, y muy géminis, puedo estar en varios peldaños y momentos a la vez... Quizás, este sería un buen momento para fustigarme (metafóricamente hablando) por no haber conseguido todas aquellas cosas que los demás (ese amplio colectivo, que engloba a familia, amigos verdaderos, amigos falsos, conocidos... y dentistas) consideran que debería haber logrado en cuarenta y un años de existencia... En el fondo, las me que más paz y satisfacción me aportan han surgido en los últimos dos años... y son aquellas que me llevan a seguir luchando un poco más... Ahora mismo, no sé qué es más sencillo: si torturarse en solitario, o permitir que lo hagan los demás. Es decir, si tú mismo te llamas "¡Gilipollas!" o "¡Imbécil!" cuando has metido la pata, es más fácil que te lo creas, que si lo hace un perfecto desconocido...
Quizás por eso, en plena cuenta atrás, necesito hacer un balance, para colocar de nuevo mi mundo en perspectiva. Si por mí fuera, desaparecería, os lo aseguro, aunque fuera ocho horas, con ropa cómoda, un buen libro, el "MP4" y un par de botellas de agua helada, y me sentaría al borde del lago, en el Retiro, para alejarme del mundo... Y reflexionar, recordar, intentar comprender cómo soy en verdad, tras la máscara y el disfraz, lo que ha sido mi vida hasta el momento, y lo que estoy dispuesto a hacer por cambiarla... Surgen sueños, pensamientos, recuerdos, deseos, imágenes que simbolizarían momentos que deseo recordar, otros muchos para olvidar...
- Una rosa de terciopelo morada, en el jardín de mi abuelo, cubierta por el rocío...
- El olor de la niebla amaneciendo en la ciudad dormida.
- La risa de un niño...
- Una pelea de parpadedos con mi/nuestro gato...
- El placer y la enorme tristeza de leer la última página de un gran libro...
- Escuchar la voz amada al otro lado del teléfono, y saber la enorme distancia que os separa...
- La primera vez que montas en bicicleta, cuando te acaban de quitar las ruedecitas...
- El vértigo de crestear una montaña de dos mil metros, con un grupo de amigos... después de una larga y difícil ascensión...
- El aroma a "Àlvarez Gómez" de mi abuelo", cuando me acunaba...
- El pestazo a "Ducados", que siempre envolvía a mi padre...
- La primera vez que ví el mar... después de toda una noche de viaje...
- Mi profesora favorita, Mme. Flambard, recitando un fragmento de Cyrano de Bergerac.
- El calor, sofocante, húmedo, dentro de la Pirámide de Keops...
- Aquella tormenta tropical en México, en la ciudad de Palenque... y la forma en que la ropa se nos pegaba a la piel...
- Cuando un buen amigo te hace comprender que tienes derecho a ser feliz, a soñar, a vivir como cualquier otro niño (gracias, Quique)...
- El segundo gran amor, pero la primera vez que en verdad no te sientes solo, una amistad que dura décadas, aunque los dos hayamos cambiado... pues hace casi veintisiete años...
- Locuras de juventud: ir con Fernando, mi mejor amigo al Festival de Cine de San Sebastián, viendo algunos días seis películas, y durmiendo pocas horas... no fuimos al cine ni una sola vez en todo el año...
- Un crucero por el Nilo, con mis padres y mi hermana, descubriendo uno de los países más fascinantes del mundo... el Valle de los Reyes, el de las Reinas, la Esfinge...
- Aquella larguísima noche en el Transiberiano, escuchando hablar a mi abuelo con un sacerdote de Pamplona...
- La película "Les Choristes" ("Los niños del coro"), verla dos veces casi seguidas, y emocionándome hasta el punto de llorar...
- El miedo, la tristeza, la desesperación que se respiraban en el Instituto, aquella fatídica mañana del 11-M... y por supuesto, caminar, envuelto en el dolor de varios millones de personas, por La Castellana el día siguiente.
- La amargura de permanecer encamado en el Hospital Militar, con el menisco roto... igual que muchos sueños y esperanzas...
- Mi quinto gran amor, cómo me enamoré de ella de manera fulminante desde el primer momento... y en cierto modo, lo sigo estando, veinte años después...
- La desesperación de no encontrar trabajo en Madrid, como periodista, a pesar de tener la carrera, experiencia, y de moverme por todas partes...
- La emoción y la añoranza, cuando relees una vieja carta... y la tristeza por tantas ausencias...
- La muerte de mi abuelo, que cerró una etapa de mi vida, igual que la de mi padre...
- Las voces olvidadas...
- Las carreras con aquellos enormes triciclos, en el parque del Retiro...
- Aquél larguísimo viaje en coche, hasta Logroño...
- Un encuentro fortuito con una de las adolescentes más fascinantes que he visto nunca, hablar unos minutos, y no volver a verla nunca, porque no se presentó a la cita a la mañana siguiente... Como represalia, la he convertido en personaje de un cuento... "Una criatura angelical", lectura recomendable...
- El inmenso dolor, de la traición, de la ausencia, del abandono, y de mi propia estupidez, que me hicieron empezar a escribir... con lo que de dos males, nació un bien...
- Aquellos ojos de lunes, que me están devolviendo la confianza y las fuerzas... y la esperanza...
- La madrugada de un cuatro de abril, cuando mi mujer me enseñó a besar...
- Las decenas de amaneceres que he visto desde las alturas, con todo Madrid bajo mis pies...
- Llorar, como un niño, cuando escucho la Barcarola de Los Cuentos de Hoffman...
- El recuerdo de aquellas pequeñas siestas en el gallinero del Teatro Real, en mitad del "Réquiem" de Mozart... que las ocho y media de la tarde eran demasiado para un niño que no dormía bien
- La emoción de compartir con la persona que amas una puesta de sol... y un amanecer... en el mismo día...
- La amargura de las oportunidades perdidas, vistas por el prisma de la razón...
- La enorme satisfacción de haber encontrado ese pequeño puñadito de amigos, que te hacen sentir bien, te apoyan, ir juntando a personas dispares... y que vayan creciendo...
- El inmenso placer y privilegio de conocer y leer a otros "bloggers" y escritores, compartiendo un sueño... que se complementa con el inmenso orgullo de que un puñado de irreductibles galos me esté leyendo, y comentando...
- La tristeza de aquello que jamás conseguiré...
¿Más viejo? Es posible... ¿Más sabio? Tal vez... pero siempre, con un corazón demasiado grande... y demasiados sueños por perseguir... Porque dentro de pocas horas cumpliré cuarenta y un años... y todavía no sé si debo soñar, llorar, reír o sonreír...
Algo parecido sentí al cumplir hace poco los 30...
ResponderEliminarEso sí, jamás lo hubiese expresado tan bien como tú.
Enhorabuena por el blog.
Un saludo
A pesar de la distancia,tú en Europa y yo en el Río de la Plata,tantos de tus recuerdos son tan semejantes en version femenina a lo que yo he vivido en mis casi 40.
ResponderEliminar¡FELICIDADES Y POR MUCHOS CIENTOS MAS!