martes, 21 de agosto de 2012

HASTA LA VISTA...

Supongo que es un momento que tenía que llegar, tarde o temprano...

Porque ya ha pasado casi un mes desde que escribí la última entrada... Porque se me han secado los ríos de tintas que fluían desde mis manos hasta el teclado... O quizás porque la vida, y la realidad, su aliada más cabrona, han acabado por vencerme...

Pero creo que es el momento de tomarme un descanso en los mundos de tinta...

Que éste sea temporal o definitivo, es algo que tampoco puedo controlar...

Simplemente, no encuentro las palabras, ni las ilusiones, para seguir escribiendo...

Solo quería agradecerte a ti, querido lector constante... y a ti también, que has llegado a leer estas líneas más o menos por casualidad... Por haber estado allí, al otro lado del monitor, compartiendo conmigo tantos buenos y malos momentos...

Gracias... y hasta la vista...

miércoles, 4 de julio de 2012

MUJER EN LA PLAYA

Una hermosa mujer, tumbada sobre la arena fresca, a la orilla del mar... Y al mirarla, no puedo evitar preguntarme cómo ha llegado hasta allí... Y tratar de imaginar su historia...

Es cierto, hay fotos que te hacen pensar que otros presentes son posibles, y por qué no, te hacen soñar... con otros momentos... al borde del mar... y poco importa que sean reales o imaginados, lo que cuenta es cómo te hacen sentir...

El mar siempre ha representado para mí la libertad absoluta... pero también me da un poco de miedo... Es cierto, sé nadar bastante bien, y tengo bastante resistencia... pero lo que más añoro es el olor del agua, esa mezcla de aire fresco y de sal... y el sol... añoro sentir el sol sobre la piel, sobre mis tatuajes... Al final, tendré que escaparme, aunque sea un fin de semana, a mi amado Mediterráneo...

Por eso, esta foto me hace soñar... Con un futuro que todavía no ha llegado... y con momentos de un pasado lejano en el tiempo, pero cercano en el corazón... Me hace pensar en ella, en mi Yolanda, en la tarde que pasamos juntos en Benalmádena... en la cena que compartimos en un restaurante italiano de Málaga... y en la noche en la que le hice la foto subida al murete del puerto deportivo... son buenos recuerdos...

Pero al mismo tiempo, es una declaración de intenciones... porque quiero volver a vivir buenos momentos en la orilla del mar...quiero estar con ella... y reírme de tantas cosas que ahora me parecen tan importantes... de la soledad... de la tristeza...

Porque aquella playa con la que sueño está allí, al alcance de la mano... Solamente tengo que llegar, de nuevo... y luchar durante todo el camino, para conseguirlo... Ese es mi objetivo...

martes, 26 de junio de 2012

ATARDECER

Lentamente, se pone el sol en el jardín de mi comunidad de vecinos... Y muy despacio, como conjuradas por la magia arcana, un grupo de chicas se han reunido para despedir al sol... Y yo las miro, preguntándome qué estarán pensando en este momento, cuando comparten los últimos rayos del sol del verano...

Y no puedo evitar pensar en otros lugares, en otros atardeceres, en los que me sentí mucho mejor, distinto... y posiblemente, menos solo que hoy... Es una de las cosas que tiene la vida del escritor: que puedes imaginar historias, no todas ellas con un final feliz, evidentemente, aunque los finales tristes, a estas alturas, ya no interesan a nadie... al menos, a mí no, que para tristezas ya tenemos la vida real... Por eso, prefiero imágenes de atardeceres idílicos, bucólicos, con el sol al fondo, el mar en calma en primer plano, y una palmera solitaria, que parte la imagen casi en dos mitades... ¿Hermosa, verdad?

Pues imagínate que, poco a poco, te voy contando su historia... La de aquél atardecer, junto a la mujer ideal, al menos para mí... Yolanda... Ya he escrito mucho sobre ella, de echo, hace pocos días he terminado la novela romántica en la que estaba trabajando... pero recuerdo aquél atardecer... Es cierto, la playa de Benalmádena no es igual de bonita que la que acompaña estas líneas... pero de todas formas, estaba ella... y paseábamos cogidos de la mano por la orilla del mar... sintiendo la caricia del agua cálida entre los dedos de los pies... Para mí, en aquél momento no había nada ni nadie más importante... y hoy en día, en este ocaso, tampoco lo hay...

Porque hay personas que se te meten, a veces sin quererlo, otras sin saber muy bien cómo sucede, muy dentro del alma... Y eso es lo que me pasó con Yolanda, desde el mismo momento en que la conocí... Tal vez en otro momento os cuente el resto de la historia... aunque si sentís la curiosidad que os pica en la punta de los dedos, os invito a leerla... La tenéis en aquellashistoriasdeamor.blogspot.com... La vida de Ismael y de Yolanda... Espero que os guste...

UNA SIESTA CON YOLANDA...


Verte otra vez, y saber que eres mía... Y que yo soy tuyo...

Tus manos acarician tu garganta, lentamente bajan por tu pecho, te acaricias como si fueras una gata, muy despacio... Y recorres perezosamente los mismos senderos que mis manos han ido trazando en tu cuerpo de   diosa... Vale, es cierto que los años no han pasado en balde, y de alguna manera los dos hemos ido cambiando durante todo este tiempo... Ya no eres la dulce adolescente de la que me enamoré desde el primer momento, aquella tarde del mes de julio de 1991... El viejo bañador de color azul turquesa que llevabas puesto hace ya mucho tiempo que lo has desechado, pero sigue ahí, guardado en mi memoria, igual que todos aquellos ratos que pasamos juntos cuando nos conocimos... Igual que todos y cada uno de los momentos que hemos ido compartiendo juntos durante estos años... De todas formas, tampoco yo soy el mismo, la vida me ha robado muchas ilusiones antiguas, pero me ha ido dando otras nuevas, casi sin darme cuenta... Y muchas de ellas siguen teniendo que ver contigo, hasta tal punto que no puedo imaginar lo que sería de mí, si tú no estuvieras conmigo, entre mis brazos, mirándome con esos ojos de gata, negros como el infierno de la ausencia...

Y yo te miro, desde el otro lado de la cama... Son los momentos especiales que casi siempre se dan después del sexo, cuando te relajas... y recuerdas... Atrás queda una de esas tardes de verano, sin demasiado calor en nuestra cama, con el aire movido perezosamente por las aspas del ventilador... Para nosotros, el mundo exterior, con sus prisas, el trabajo, los amigos, incluso la familia, hace ya mucho tiempo que ha dejado de existir... Porque juntos formamos un micro-mundo, el club más selecto, y el resto del universo hace mucho tiempo que dejó de existir...

Tu larga melena negra cae en suaves ondas a lo largo de tu espalda, y la suave brisa del ventilador parece dotarla de vida propia... Siempre me ha intrigado esa capacidad de tu pelo, ¿sabes?... Muchas veces, cuando sales al a calle en calurosas tardes de verano como ésta, lo domesticas, casi siempre en una trenza que te cae casi hasta la cintura, y así es como más me gusta verte... Como estabas antes, cuando paseábamos hacia nuestra casa, esta mañana... Llevabas un vestido ibicenco de color blanco, y las prodigiosas sandalias Cleopatra, con finas tiras de cuello anudadas casi hasta la rodilla, además de un pequeño bolso de cuero blanco, con todas esas pequeñas cosas sin las que las mujeres parece que no podéis vivir: el monedero, el móvil, la cartera, y el botecito de vaselina con sabor a frutas del bosque que tanto me gusta sentir en los labios cuando te beso, además de un pequeño cepillo y un coletero de repuesto... Estabas realmente preciosa durante nuestro paseo... y así te lo he dicho... "Yolanda, hoy estás incluso más hermosa que ayer..." Y tú te has reído, por lo bajito, y luego me has dicho "será que tú me miras con buenos ojos..." y te has parado un momento, cogiéndome la mano muy suavemente, y me has besado...

Hemos llegado a nuestra casa a la hora de comer, hoy tocaba comer ligero, un par de lonchas de salmón fresco, ensalada de lechuga y tomate, y de postre, helado de chocolate, del que tanto nos gusta, amargo pero con un chorrito de leche condensada... Hemos comido en silencio, en nuestra mesa de la cocina, con su lámpara estilo "bistró" francés, con el mantel a cuadros rojos y blancos, ese que tanto le gusta a nuestro gato negro, mientras veíamos la televisión (las noticias de la dos)... Y después, mientras tú preparabas la cafetera de café descafeinado, yo he fregado los platos...

Luego, nos hemos lavado los dientes, y te he acompañado a la habitación, para dormir la siesta... Aunque mientras tú te quitabas el vestido ibicenco para ponerte más cómoda, yo tenía otras ideas en la mente... Además, ¿quién puede pensar solamente en dormir la siesta, cuando está delante de una de las mujeres más bellas del planeta... que además por casualidad resulta que es mi mujer?

Por eso, mientras tú te quitabas el vestido desanudando los lazos de los hombros, yo me he acercado muy despacio hasta ti... te he abrazado por detrás muy suavemente, enlazando tus caderas... y te he besado, levemente, en el cuello... Entonces, te has girado un poco... has abierto un poco tu boca... y me has besado en los labios... Y el mundo ha dejado de tener importancia para los dos... Después han llegado las caricias... Nos hemos seguido abrazando, y besando, con ternura, y hemos terminado el descenso sobre la blanda y blanca superficie de nuestra cama... Entre alguna que otra risa, has conseguido quitarme el resto de la ropa, "es injusto que yo esté solamente con el tanga y el sujetador, y tú todavía estés vestido, ¿no te parece?"... Pero tus hábiles manos han tardado muy poco en compensar la diferencia...

Y allí estábamos los dos, solos, recostados en nuestro campo de batalla preferido, acariciándonos suavemente, sintiendo piel contra piel el tacto de nuestros dedos, trazando perezosos arabescos sobre la piel del otro, y besándonos... Nuestros cuerpos se buscaban, bajo la suave brisa del ventilador... y nos hemos encontrado en nuestro campo de batalla favorito, realizando el ritual más sagrado posible entre dos personas que se aman (sin importar el género): hacer el amor...

Luego, abrazados, nos hemos tapado un poco con la sábana... te has quedado dormida, desnuda, entre mis brazos... Mientras yo te miraba dormir... Estás tan hermosa como en mis mejores sueños, tienes la piel levemente bronceada (gracias a las tardes que hemos pasado en la piscina, y a nuestros paseos vespertinos), y me gusta recorrerla levemente con la mirada, recordando la topografía de tu cuerpo de diosa adolescente, en parte velado por la sábana blanca...

Hace unos minutos, te has despertado, me has dado un beso, y has empezado con el lento ritual del acicalamiento... y tus manos han empezado a recorrer tu larga melena negra... Y han bajado lentamente por tu cuello de garza, mientras yo te acariciaba con la mirada...

Y he pensado que mi mundo era perfecto... Puesto que tú estabas en él...

UNO DE ESOS DÍAS...

Cómo se retoma el hilo de toda una vida... Cómo seguir adelante, cuando en tu corazón empiezas a entender que no hay regreso posible, que hay cosas que el tiempo no puede enmendar: aquellas que hieren muy dentro, que dejan cicatriz... Muchas veces, demasiadas desde mi separación y posterior divorcio, me he planteado estas preguntas... pero sigo sin encontrar una respuesta satisfactoria... Y sin embargo, sigo adelante con mi vida, algunos días más extraños que otros, pero en todo caso, contagiados por la soledad de la casa vacía, y por demasiados recuerdos de buenos momentos que pasaron para ya no volver...

Las cosas no son ni tan fáciles como las cuentan los manuales de autoayuda o los amigos bienintencionados, ni tan complicadas como parecen en un primer momento. Lo que más me costaba era combatir el silencio, pues mi gato es un ser bastante callado, y en cualquier caso mucho menos conversador que mi mujer. Los dos últimos años de relación, al trabajar en turnos contrapuestos, tampoco puede decirse que hablase mucho con mi "ex", y me enganché a "Los 40 principales", "Kiss FM" y "Máxima FM" para escuchar de vez en cuando una voz humana entre canción y canción... También me ha dado por escuchar viejos CD´s de "Pink Floyd", "Mecano", "Hombres G" y distintos recopilatorios que he ido encontrando por las estanterías de mi casa, algunos de ellos todavía sin abrir...

Y cuando necesito provisiones, nada mejor que ir al mercado que está cerca de casa, o al socorrido chino... Porque a veces, no tienes ganas de hablar con la gente, ni siquiera con el amable pescadero que te pregunta si te gustaron los filetes de emperador que te llevaste hace dos días... Ni mucho menos con el pollero, que te  comenta que tiene huevos de corral en oferta... Por eso, prefieres el relativo anonimato del Mercadona, donde puedes pasear a gusto entre multitud de estantes llenos de cosas que realmente no necesitas... pero que decoran mucho...

Hay días mejores que otros, en los que te levantas con energías para comerte el mundo, dispuesto a aprovechar bien las vacaciones... Este año, por cierto, no hay playa, no podré reanudar mi compromiso con el mar, ni sumergirme lentamente entre un lecho de olas y de sentimientos... Y lo añoro mucho... Pero no me ha quedado más remedio que permanecer en Madrid, la ciudad de mis sueños rotos, pero al mismo tiempo de mis esperanzas...

Estoy empezando a moverme en las procelosas aguas de las editoriales y de los agentes literarios, para ver si consigo publicar mi novela romántica, y también la antología de relatos de terror que terminé de editar hace varias semanas... De momento, he recibido algunas respuestas, sé que están leyendo y valorando mi trabajo, y eso me hace sentir extraño; por una parte me hace mucha ilusión el compartir con un lector anónimo está sumergiéndose en mis mundos de pesadilla, llenos de humor negro, pero al mismo tiempo de la expresión de múltiples miedos (a la soledad, a los fantasmas, a los asesinos despiadados, a los acontecimientos paranormales... todos ellos nacidos de mi imaginación en días y noches como estos...); pero por otra me siento examinado a través de mis palabras...

Palabras, siempre palabras... Supongo que esa es la parte interesante de ser un blogger: el compartir con los demás, aunque sea al otro extremo de la pantalla los "hijos" de mi mente... Sigo escribiendo, pero mucho menos que antes... Será que ahora me interesa más publicar que escribir, porque tengo material para formar varios libros más: uno de relatos cortos amorosos, otro de historias de terror, y también otro de cuentos, además de un cuarto de historias un poco extrañas pero con un alto contenido de humor, aunque sea muy negro...

Pero hoy es uno de esos días en los que me apetece estar en casa... Y pensar en el futuro, aunque de momento no lo tenga demasiado claro... Y, por supuesto, recordar algunas cosas que merece la pena ser recordadas: antiguos amores, momentos de felicidad pura junto a la mujer que amé (y que sigo amando) más de veinte años después de conocerla... Sí, pienso en ella, Yolanda, mi musa, hacia quien van dirigidas casi todas mis poesías de amor, y muchos de mis relatos del mismo signo...

Hoy es uno de esos días en los que me apetece recordar... sentimientos... sensaciones... esperanzas... y sueños... para evadirme un poco de la grisura de un hermoso día de verano... en el que el pasado parece mucho más interesante que el presente... y pensar en sus brazos, en sus labios, en sus ojos negros y en su melena azabache... Mi Yolanda... que me acompaña desde aquél lugar extraño... en el que todo es posible...


lunes, 18 de junio de 2012

ANOCHE SOÑÉ QUE MORÍA...

Anoche soñé que moría, no una, sino mil veces, y lo más extraño de todo, fue que no me importaba, pues siempre encontraba una forma de justificar la muerte que me acechaba y me poseía...

¿Piensas que es morboso, o extraño, o enfermizo, el soñar con la muerte, sobre todo con la tuya? Bien, pues yo creo que es mucho peor la alternativa, el soñar con la vida, en vez de vivirla completamente.

Anoche soñé con la muerte, con su faz descarnada, acechando por encima de mi hombro, sigilosa, o bien con hundir la mirada en sus cuencas vacías...Y lo más curioso, lo más extraño, fue que casi siempre representó una liberación extrema, vencido el miedo... entre tantas y tantas muertes, recuerdo sobre todo tres de ellas, tal vez cuatro, que se han quedado grabadas en mi memoria y en mi alma...

Si la gente supiera en verdad cómo se vive la muerte, y cómo se termina la vida, no tendría tanto miedo...

El anciano se da la vuelta en la cama de su residencia, está solo, y recuerda mil cosas de su otra vida, donde era esposo, y padre, y abuelo; mas ahora, ya no es nada, pues la incluso la memoria le abandona por momentos, por ello no se extraña demasiado, cuando en el ángulo de su cuarto aparece su madre, y le sonríe dulcemente...

Entre los hierros retorcidos de lo que antes era un coche, en el fondo del terraplén, una chica, conductora novata, observa el cielo, con los ojos abiertos, las pupilas dilatadas, mientras sobre su pecho se extiende una marcha carmesí, que parece casi negra a la luz de las estrellas... Noche oscura, sin dolor, sin luna, en el que la muerte se acerca a ella, con la forma de un gato negro que, dulcemente, ronronea, y mientras ella piensa en la fiesta, le va sorbiendo la vida...

Dos amantes, agobiados por las presiones del entorno, por la familia, que jamás aprobará su relación, por los amigos, que realmente tampoco lo comprenden... ni lo aprueban... y tal vez incluso por ellos mismos, por la educación recibida, por tantos prejuicios, por el maldito "qué dirán si se enteran"... Triste relación amorosa, sepultada bajo el peso de la convención, vivida en la oscuridad, que termina con la pareja, con las muñecas rajadas, en una bañera de sangre... y la muerte es el alma del otro...

Pues la muerte, misericordiosa, suele adoptar el aspecto de alguien amado, de alguien conocido, de alguna cosa o persona especial... Ya sea como madre, como gato negro, o como amante, o novia, o novio... se puede aparece al final de la vida como algo tranquilizador, en cierto modo, es un regalo de un Dios cruel, que nos condena a vivir una sola vez...

Y a saber que no hay "más allá", ni tampoco un "más acá", pues solo tenemos una vida, y nada más, algunos años sobre la Tierra, después la muerte, y luego la nada...

Anoche soñé que moría... y en mi sueño, acompañé a la Parca, para hacer su ronda trágica, por mil vidas... Y fui padre, madre, hermana, hijo, hija, nieto, profesor, comandante, amante, enfermera, cirujano, bombero, gato, perro, "avatar azul", incluso rana, vaca, o pez globo... Que mil vidas dan para mucho simbolismo...

Para mí, la muerte se presentó como una joven princesa sin corona, "Acompáñame, me dijo, pues incluso yo necesito compañía..." Por eso me ves, en el último minuto de tu vida... Ven y sígueme...



NECESITO SER LIBRE... PARA OLVIDARTE...

Lo siento, pero no puedo seguir amándote, mi niña... necesito un poco de libertad, incluso, para llorarte...

Dejaré atrás tus besos, con olor a canela y azahar, el tacto de tus labios cuando rozas mi mejilla, caprichosa,
y te empeñas en que los pruebe otra vez antes de marchar... Ya no me sumergiré más en tus ojos profundos, marrones, a veces claros, a veces negros, buscando en ellos mi reflejo, mas encontrando la perdición, incluso, de mi propia alma...

Y tus mejillas, sedoso campo de sueños por donde corren salvajes, tus lágrimas, que una vez probadas, te hechizan... Tu pelo ya no rozará más tu cuello, ni el mío, al besarte, y no oleré más la extraña mezcla de pícara inocencia...  ¿Por qué todo huele mejor cuando amas a alguien?

¿Qué puedo decir de tu nariz, pequeña y desafiante? ¿O de tu cuello, largo y grácil? ¡Demasiadas veces he querido, lo reconozco, morderlo, buscando tu sangre! Y lo hice... No, no quiero seguir enumerando partes de tu cuerpo, pues, en el fondo, todas ellas forman un conjunto armonioso, único, aquella amalgama de células y vacíos, que eres tú...

No tiene mucho sentido hablar de tus pechos, perfectos, que se adaptan a mis manos, y las colman de calor... Ni de tus manos, tan exquisitamente fuertes, y suaves... que descubren lentamente extraños recovecos de mi cuerpo... O tus piernas, largas, hermosas, que se enlazan con las mías, formando un extraño cepo de amor, un candado aterciopelado...

Pero hoy necesito olvidarte, pues en el fondo, me he perdido... En algún lugar del camino que hemos recorrido juntos, he dejado aparcados demasiados sueños, ideales, inquietudes, por dártelo todo, me he perdido a mí mismo, y necesito volver...

A soñar... A sentir... A vivir... A luchar por sueños locos... A caminar bajo el sol del atardecer... A leer bajo las sábanas... A emocionarme con una rosa, aterciopelada, que nace... Pues solamente si consigo encontrarme de nuevo a mí mismo, podré volver a amarte... Devuélveme, aunque sea, la mitad, de mi corazón, y de mi alma, para seguir viviendo...

Que yo te los entregaré, de nuevo, cuando esté completo...

LIBERANDO SENTIMIENTOS

Avanzo, por el desierto de los sentimientos aniquilados en la vieja lucha entre el "quiero" y el "no puedo"... y noto que se me escapa, entre las manos, como el agua fría, o como la sangre que mana, inconsolable, de una arteria... La esencia misma de todo lo real pierde todo su escaso sentido, y tropiezo... con las mismas trampas que me han acechado, y al levantarme, me rebelo, y lanzo un silencioso grito de rabia en medio de la nada... y escribo sus ecos...

Demasiadas veces en esta vida me he arrepentido de haber cambiado labios por mejillas en el último momento; de las palabras que no he susurrado dulcemente al oído; de los abrazos de oso que no he compartido, sintiéndote; de las miradas que he detenido muy pronto, demasiado, sin llegar a mi objetivo; de los muchos sentimientos que no he expresado, algunos de ellos por inadecuados, otros por miedo... De las caricias, dulces, tiernas, que siempre he reprimido; y de los recuerdos, hermosos, que he suprimido...

Dicen que hacerse mayor consiste en eso, precisamente, en adaptarte a los convencionalismos, y defenderlos; en que te cueste más decidirte a soñar, y luchar por ello; en olvidar cuando te enamorabas de una mirada, sonora; de un gesto o de un recuerdo o de un ideal, y entonces sentías... demasiadas cosas para meterlas en una sola persona, pues la vida tiene que ser mucho más tranquila, eso dicen, que tus pasiones de la infancia y tus metas y tus recuerdos...

Es lo que espera de ti la sagrada sociedad de consumo, si eres hombre, que te controles, que domines tus instintos, que seas monógamo, fiel, endogámico, equilibrado, tranquilo, que equilibres tus pasiones secretas y tus vicios públicos, y que luches por tu pequeño lugar bajo la sombrilla...

Y si eres mujer, en teoría, es todo más sencillo, menos control, pues tienes más libertad para sentir, para amar, para decidir, para arriesgarte, para equivocarte incluso, y buscar tu lugar...

Pero a veces, notas que no puedes más, que vas a estallar, que tu corazón es demasiado grande, para estar tan limitado, que incluso habiendo encontrado tu "media mandarina", sigues necesitando algo más, para sentirte, no sé, ¿vivo?

Y eres como el genio recién salido de la botella, que crece, se estira, se reconoce, se palpa, libre pero encadenado... Y aunque eres moderadamente feliz con tu pareja, buscas, y encuentras, con suerte, algo parecido al equilibrio...

Son mil pequeños trucos, que te ayudan a sentirte bien, estos son algunos de ellos: salir con las amigas/os... ir al cine, a una exposición, a pasear por un parque, apuntarte y acudir a un gimnasio, hacer fotos, escuchar música, conducir, soñar, leer, dormir... Y muchos más, cada uno que escoja el que prefiera... Menos el gimnasio, yo los uso todos, y alguno más, que ahora comparto contigo: crear historias...

No te conformes, por lo tanto, con lo que se espera de ti, arriésgate también a ser un poco más libre, más auténtico, busca dentro o fuera de ti lo que te llena de verdad, sea lo que sea, mientras no perjudiques a nadie ni a ti... Reserva por lo tanto parcelas de tiempo y espacio, para ser feliz... Y que eso te compense de todo lo demás, de la rutina, de la monotonía, de los pequeños sacrificios, y también de los grandes, que ellos sean el antídoto para la grisura de tu vida...

sábado, 16 de junio de 2012

LOS SÓTANOS DEL ALMA

Cansado de tanto vivir, de soñar con algún futuro, cualquiera, pero que supere a pasado y presente, tan obsesionado con el mañana, es posible que te estés negando la felicidad del "hoy", del "ahora". Tener la impresión de merecer algo más, siempre, de ser mejor que el resto, superior, de valer más, puede no ser más inteligente que el otro extremo, el de pensar que ni tú ni tu vida tenéis sentido...

La felicidad absoluta, para empezar, creo que no existe... pues cuanto más se tiene, más se quiere... y tampoco es deseable, pues quien consigue todo, al final, nada valora, ni aprecia, ni quiere...

Y por eso, algunas veces tienes que descender, desde tu propio autoconcepto, desde tu imagen, esa que tan bien sabes vender a los demás, hasta los sótanos de tu alma, y buscarte...  Muchas veces, por no decir siempre, es un viaje duro, amargo, que te lleva a replantearte toda tu vida, tus certezas, tus creencias, y tus sueños... y muchos de tus terrores... y de tus miedos ancestrales...

En aquél espacio secreto, olvidado de tu corazón y de tu mente, habitan todas las penas, las culpas, los deseos reprimidos, los expresados, y sobre todo, las dudas, los actos fallidos, los arrepentimientos... No es algo cómodo, pues el descenso a lo más oscuro es algo que siempre deja una huella en tu alma, un cambio que tal vez los demás no pueden ver, pero tú conoces, pues te quema por dentro...

El tiempo no tiene sentido cuando buceas en tu alma, cinco minutos parecen horas, y éstas, son siglos.... no es una tarea sencilla, pues la verdad, "tu" verdad puede estar en la sombra de la mentira del espejismo... Y siempre corres el riesgo de no encontrar lo que buscabas, sino lo que realmente deseas, alguna verdad que de repente ilumina toda tu vida, y la enfoca, y la cambia, y la altera, incluso tus células lo saben...

Y regresas a la vida desde los sótanos del alma, y de ti depende aprovechar o no lo que encuentres, alterar o no tu vida, pues lo cierto es que en estos viajes puedes descubrir demasiadas verdades... Al volver, te sientes como un niño, que todo lo ve de nuevo, y lloras, y ríes, y sientes, y sueñas, y decides, y propones, y te emocionas, y al final, solamente sabes una cosa: que no quieres volver...

Atrévete, pues, a recorrer el camino del infierno, a buscar tu reflejo en los espejos del "yo", a escuchar la tormenta de voces y los fantasmas del pasado... y tal vez, descubrirás "tu" verdad...

EN LOS DÍAS GRISES

En los días grises, se desenfoca el alma, y vives, como si fueras otro, y tú simplemente, miraras...

Extraña sensación de irrealidad la que me embarga, entre nubes de cansancio físico, anímico, moral, te deslizas por la periferia de los sentidos, y ansías, sobre todo, disponer de tu propio espacio y tiempo, para gastarlos como mejor te parezca, desde luego, pero sobre todo, lejos de la diaria farsa, del "quiero", del "debo", del "no me dejan", del "no puedo"... Aunque al final puedan contigo las convenciones, reclamas tu parcela de libertad bajo el sol y la lluvia...

En los días grises, se reaviva la brasa casi extinta del ansia de libertad, de nuevos horizontes, se me despiertan los sentidos, y solo deseo volar... o al menos cambiar de aires unas horas, disfrutar la caricia del viento, del sol, en la piel, en la cara, caminar sin rumbo por el inmenso parque, y sentir, cada diferencia del suelo, asfalto, tierra, grava...

Mas a cada paso que das, te persiguen la nostalgia, el recuerdo de la ausencia... y también la esperanza... Porque al final de aquél sendero o tras aquella loma, se encuentra lo que siempre viniste a buscar, un prado,
hierba fresca, un lago, una fuente, y te detienes, a contemplar aquella combinación de elementos, Tierra, hierba, agua, cielo, nubes, árboles, gente, olores, texturas, sabores... Al final comprendes tu necesidad: romper con la rutina, y ser libre...

En el fondo, los días grises, no son tan malos, porque valoro más el tenerte a mi lado...



TU TRISTEZA

Tu tristeza me desarma, rompe todas mis barreras, y pretende que afloren mis lágrimas... Mas consigo dominarme, pues no necesitas que llore contigo, sino que te abrace, te acompañe, te apoye, pero solamente en lo que pueda... Me considero tu amigo, recuérdalo bien, soy muy bueno escuchando, siempre trato de conseguir tu sonrisa...

Esta mañana, ni siquiera lo intento, en su lugar, te doy un buen trozo de rollo de cocina.

Siempre es doloroso que la muerte te pille en tierra extraña, en territorio hostil, y más aún el estar sola... Me hubiera gustado hacer más por ti, pero casi siempre que veo llorar a alguien, sea hombre o mujer, me paralizo... Pues recuerdo perfectamente lo que se siente al perder un abuelo, un padre, un ser querido, esa brutal impotencia ante la muerte, ese llanto por los difuntos, las interminables colas para dar el pésame, y presentar sus respetos...

¿Solamente quienes hemos perdido a alguien conocemos la verdad? ¿Es necesario enfrentarte directamente a la muerte, para admitir que lo que realmente necesitamos, es que nos dejen a solas, con nuestro dolor? Tantos pésames de personas a las que apenas conoces, el interminable desfile de los dolientes, aquél olor a muerte reconcentrada en el tanatorio, el pestazo de las flores marchitándose, la cera derretida de las velas... El agobio de tantas voces, tantos cuerpos, tanta gente, algunos de ellos parece que van de excursión, con la cabra y los churumbeles, otros hablan por el móvil, no falta jamás el niño con la consola, y en medio de todo eso, te preguntas "¿Qué demonios estoy haciendo aquí?"

Parece que todo el mundo solamente se acuerda del muerto, de sus hazañas, sus vivencias, sus anécdotas...  ¿Pero quién, de verdad, se acuerda y piensa en los vivos? ¿Quién se acerca, con una taza de café humeante, y palabras de consuelo?

Nadie, ni siquiera el sacerdote... Me hubiera gustado poder estar con vosotras, llevaros el colacao, el café, el té o el chocolate, acompañaros, quizás incluso arrancar una sonrisa, mas no ha sido posible, amiga mía, mas desde la distancia, os envío todo mi cariño... Pero el mal tiempo pasará, amiga mía, volverá el brillo alegre a tus ojos, iluminarás el mundo con tu sonrisa, y las rosas florecerán a tu paso... y yo seré inmensamente feliz al verlo...

EL VACÍO TRAS EL DISFRAZ.

Una fábula rellena de metáforas y preñada de mentiras… Un conjunto de profecías que se autocumplen periódicamente… Un sueño soñado por otra persona en medio de su pesadilla… Mil y un disfraces amontonados, fusionados, en torno a un vacío… La ficción de ser padre, hijo, esposo, hermano, confidente, caballero de roñosa armadura, defensor de causas perdidas, adalid de los pobres y los necesitados, humanos y animales… Mas en el fondo, profundamente cansado de tantas luchas…

Y todo va bien, mientras la tensión va subiendo, inexorable. Y la presión de intentar ser todo lo que el mundo exige de ti, un buen día, es demasiado fuerte, y estallas, durante unas horas de soledad, te buscas frenéticamente, y en cierto modo, casi puede decirse que te encuentras… Y como en un sueño, o en una pesadilla lúcida y terrible, das un salto de fe, hacia los abismos de tu propio yo, imaginando, sintiendo, padeciendo, lo que podría haber sido tu vida, tu otra vida…

En pocas horas, en torno a dos crisis que en cierto modo te cambian, la primera derivada del dolor, contenido a base de pensar, de hablar, de imaginar; la segunda, hija de la soledad y la tristeza, con zarcillos y retazos de la noche enroscándose en los tobillos, y con un grito de ansia y de libertad pugnando por salir de lo más profundo de tu garganta, de tu mente y de tu alma, pues en aquellos ratos de lucidez extrema y desprovista de oropeles y de verdades absolutas, descubres el gran engaño…

Y llevas unos cuantos días haciendo frente a tu mayor enemigo, que te quita el sueño muchas veces, y te altera el ánimo con su repugnante sonido: el teléfono… ese asesino de sueños… No solo eso, sino que lo tienes que usar demasiado a menudo… Terminas distinguiendo la soledad voluntaria del olvido, regresas a lo básico de la vida, a lo primordial, la respiración, para combatir el pánico… y, a tus ojos, cometes el mayor de todos los pecados capitales: reconocer que necesitas ayuda…

Durante toda la jornada, más o menos mantienes el tipo, incluso sales a la calle, haces un par de compras, coges el metro, dando gracias en cierto modo por la eficacia de los disfraces, de los símbolos y señales que tan cómodo te hacen sentir, procuras, como animal acorralado, evitar el contacto visual directo en el Metro, usando el MP-4 y el libro como barreras, mas al mismo tiempo si perder el mínimo detalle de todo lo que te rodea, de la gente, del ruido, del espacio, del olor…

La eficacia de un disfraz, de una envoltura, de un posicionamiento vital, depende de como tú creas que lo es… y al mismo tiempo, cuanto más y mejor refleje tu estado de ánimo… del momento… No tiene sentido recubrirte de algo que no pega con tu ser, y menos si lo que necesitas es que te dejen tranquilo, solo, pasar desapercibido… pero siempre es mejor pertenecer a la tribu de los lobos, que al grupo de corderos, siempre... Mejor cazador que presa, pues el animal humano huele el miedo...

Si necesitas seguridad en ti, muestrate un poco agresivo… Bien con los colores de tu ropa, tu estilo, la mirada o el aura… Y logras sobrevivir a aquellas horas amargas y necesarias de presunta sinceridad... y te imaginas que otra vida es posible, en cualquier "pueblo con mar" como diría Sabina, en una ciudad de provincias, si es posible, del levante, incluso trabajando en lo mismo, en la protectora seguridad del uniforme marrón... Mas pudiendo cumplir cada noche, o cada tarde, o mañana, con el ansiado ritual de pasear por la orilla, viendo su fuerza oliendo su inmensidad, sintiéndote pequeño frente a su poder...

Mas despiertas de estas ensoñaciones de otra vida, quizás mejor, cuando miras a tu alrededor, los colores de tu casa, tu hogar, los mil y un detalles que conformar tu pequeño mundo privado, cosas materiales que has ido acumulando y te hacen sentir mejor, y sobre todo recuerdas que no estás solo en esta vida... está ella... Que no todo es tan fácil como parece... y una vez más, cedes... Y te contentas con ser plenamente libre tan solo en mundos de tinta, y regresar, todos los años, a cualquier costa, a rendir culto al mar...

miércoles, 23 de mayo de 2012

ERASE UNA VEZ... UN LUGAR MAGICO

Escribo estas líneas cuando han pasado casi treinta años, que se dice pronto, desde una semana que cambió mi vida, al menos buena parte de mi adolescencia… Pero el recuerdo de aquél lugar, de sus gentes, y de las vivencias experimentadas sigue viviendo en mi interior, con las lógicas brumas de los recuerdos largo tiempo atesorados, pero que tal vez he tardado demasiado en plasmar negro sobre blanco… Para los más curiosos, este escrito es la continuación de otro llamado “El año mágico”, y en él os voy a hablar de Bárcena Mayor, un pequeño pueblo en el corazón de Cantabria, y sobre todo de un gran amigo con quien sigo en contacto, Quique…



Pero todo empezó de la manera más sencilla… Desde que era pequeño, asistí junto con mi hermana a un colegio bilingüe llamado Saint Exupéry en honor del piloto de guerra y escritor, autor entre otras muchas obras de “Le petit Prince” (“El principito”)… La enseñanza era primordialmente en francés, y como otros muchos centros extranjeros, las asignaturas de Lengua y Literatura, junto con el inglés, eran consideradas pues eso, extranjeras, al impartirse en español…



Me estoy yendo por las ramas… Todo lo que os voy a contar sucedió en el año 1983, sin duda alguna el año más mágico de mi existencia, durante una excursión de semana santa con el colegio a un pueblo cántabro llamado Bárcena Mayor. Como otros muchos viajes iniciaticos, yo no sabía hasta qué punto iban a marcarme aquellos días.



La aventura empezó sin embargo unos cuantos días antes, con la compra en el Rastro madrileño de los complementos para la Gran Aventura, a saber: dos mochilas grandes, dos sacos de dormir, dos cantimploras, dos pares de chirucas, dos cantimploras, dos juegos de cubiertos, dos platos metálicos, de aluminio, dos cubiletes para beber y varios pares de unos espantosos pero excepcionalmente calentitos calcetines de lana hasta las rodillas. Casi todos estos materiales creo recordar que venían especificados en la lista proporcionada por el colegio, aunque a ellos mi madre insistió en añadir otras muchas cosas, como por ejemplo una camiseta para cada día, igual que un juego de ropa interior y varios pantalones de todo tipo (principalmente vaqueros) además de un botiquín de primeros auxilios y otras muchas prendas de abrigo, sin olvidarnos del impermeable y la cámara de fotos.



¿Qué por qué os cuento todo esto? Para que comprendáis lo que sucedió cuando mi hermana, dos años más joven que yo y de constitución algo más débil, se quiso probar la mochila la víspera del gran viaje: se cayó de espaldas, aterrizando de culo en mitad del suelo del comedor, lo que provocó en casi toda la familia un descomunal ataque de risa, al que ella se unió… quizás con muchas más ganas, al ver que yo mismo perdía el equilibro bajo el gran peso de la mochila…



La noche anterior casi no pude dormir: era la primera vez que pasaría tanto tiempo fuera de casa, y creo recordar que fue también la primera vez que me separaba de la familia durante tantos días, y puede que fuera también la primera vez que dormíamos fuera de casa. Para un niño de ciudad con tantas primeras veces a las espaldas es fácil comprender que no pudiera pegar ojo aquella noche… Todavía recuerdo la emoción que nos embargaba a los dos cuando llegamos a la estación, creo que fue la de Chamartín, para coger el tren correo nocturno, con un grupito de adolescentes del colegio, todos ellos cargados con mochilones semejantes a los nuestros, y escoltados por los padres… quienes casi todos ellos se encargaban de llevar el equipaje de los niños… Por fin, tras duras negociaciones y últimos consejos, postreros besos y mil recomendaciones sobre el comportamiento a seguir (“no asustes a los lugareños, que es un pueblo muy remoto”; “come todo lo que te pongan en el plato, aunque no te guste mucho”, “pórtate bien y cuida de tu hermana”, “haz caso a los monitores”…), embarcamos en el tren… Mi hermana y yo escogimos las literas de arriba… y no se nos ocurrió nada mejor que hacer una especie de guerra de almohadas con las del tren, sin cerciorarnos antes de su blandura… lo que implicó que le hice una brecha a mi hermana en la cabeza, porque resultaron ser más duras que una piedra, o al menos así me lo pareció… ¡Buen comienzo para un viaje hacia lo desconocido!



El tren nos llevo hasta Santander, y allí cogimos unos autobuses escolares hasta el pueblo de Bárcena Mayor: comenzaba la auténtica aventura. Porque allí estaba el Albergue, una recia casona de piedra rehabilitada, que a lo largo de varias plantas ofrecería alojamiento durante varios días a un grupo de niños de ciudad, algunos de ellos tan primerizos como nosotros, que casi pensábamos que la carne de ternera nacía dentro de los envases de los supermercados, y cuyo contacto con la Naturaleza se limitaba a ocasionales excursiones a la montaña con la familia, y algún que otro paseo por el Parque del Retiro y por la Casa de Campo… Es cierto, los monitores, el personal del albergue, los profesores que nos acompañaban (¿Por qué alguno iría con nosotros, digo yo…), incluso las identidades de nuestros compañeros de viaje se han ido desdibujando con el tiempo… Pero siempre recuerdo cómo me sentí aquella mañana, al traspasar el umbral con los demás niños: en la planta baja se encontraban la cocina (nunca había visto una cacerola tan grande llena de leche con chocolate), los servicios y el gran salón comedor con sus mesas y sus bancos, con una chimenea enorme incluida… Después de un copioso desayuno llegó la hora de las presentaciones: por un lado los monitores y el personal del albergue, por el otro una pandilla de niños más o menos fascinados por su primera salida al exterior.



Lo que más recuerdo de aquél pueblo era que permanecía (y sigue permaneciendo) anclado en el tiempo, con sus grandes casonas de piedra, los altos tejados, el lavadero, los establos de las “fieras”, los corrales de las gallinas, los rebaños de ovejas y toda una serie de animales a los que no conocíamos en vivo y en directo… El mayor aliciente era que el tiempo, igual de en Patones de Arriba, se había detenido en algún lugar del siglo XVII: era un pueblo de aspecto medieval, con un solo teléfono a nuestro alcance, muy cerca de la única tienda preparada para satisfacer el ansia de chucherías del grupo de refugiados del cual formábamos parte. Una vez cumplido el ritual de la llamada al hogar, comenzaron las actividades…Había un poco de todo: talleres de observación de la naturaleza, visitas guiadas a los alrededores del pueblo y otras muchas cosas más, lo justo para ocuparnos aquella primera mañana de libertad, lejos de Madrid… Supongo que en todos los albergues, en todos los campamentos se hacen cosas parecidas, pero aquella era mi primera vez, y por eso todo era especial nuevo y casi mágico…



En el albergue, y hasta que conseguimos ubicarnos en las habitaciones correspondientes (eran dormitorios mixtos con literas superpuestas bajo una techumbre de madera y yeso), reinaba una actividad frenética, pero después de la comida, terminamos sucumbiendo al cansancio… Poco recuerdo de las actividades, pero sí cómo me hacían sentir: integrado, formando parte de una comunidad, en un entorno protegido y protector, con seres humanos adultos que nos trataban con toda la paciencia del mundo… más o menos como se suele suponer que hacen los monitores de campamentos para niños y adolescentes. Me fascinaban sobre todo dos personas: el cocinero, que tocaba una flauta de pan, con sus pintas de hippy reconvertido y algo bohemio; y el director del campamento, con sus gafas de concha y su impresionante bigote… y su mirada dulce… En aquella ocasión le acompañaba su hijo Enrique, más o menos de nuestra edad, y que participaba en las actividades con los demás niños…



Hay personas que pueden marcarte para bien y para mal, pero en el caso de mi amigo Quique fue para bien. Siempre tenía paciencia con los demás niños, pero en él yo supe encontrar algo muy especial: era la primera persona adulta que me inspiraba confianza desde el primer momento, que se paraba a hablar conmigo y me escuchaba como si yo fuera, no solamente un niño (en aquellos tiempos, a los trece años, todavía éramos niños, no como ahora…) sino como a una persona… Me explico un poco mejor: en él encontraba algunas cualidades que siempre asociaba con la figura paterna, y que en mi caso no había experimentado en casa por el carácter cambiante de mi padre. Supongo que para los demás niños, incluso para mi hermana, no era más que otro adulto encargado de cuidarles y de asegurar el buen funcionamiento del campamento, pero yo supe encontrar casi un segundo padre… en el momento en el que más lo necesitaba. Gracias a él perdí en cierta medida el miedo a los demás, me sentía especial a su lado… siempre estaba allí, dispuesto a escuchar a los niños… Todavía sigo sin saber muy bien lo que él vio en mi, quizás simplemente fuera una cuestión de química, o de bondad, pero me sentía muy bien a su lado… y me sigo sintiendo igual cuando veo las viejas fotos de aquellos tiempos… Todos los niños necesitan una figura paterna, y él fue la mía… complementaria a la de mi padre y de mi abuelo.



De todas las actividades programadas, recuerdo con especial cariño las veladas al amor del fuego, tirados por el suelo o sentados en los bancos, mientras los adultos contaban leyendas cántabras, nos hacían participar en las canciones (como la de la hormiguita en la patita… que me está haciendo rosquillitas… y no me deja caminar, caminar, caminar… que se cantaba en varias ocasiones, utilizando siempre la misma vocal… “tongo ono hormogoto on lo pototo… qo mo ostó hocondo cosqollotos… o no mo dojo comonor, comonor, comonor…”), tocaban la guitarra o la flauta de pan, todo ello a la vacilante luz de las llamas... Aquella fue también la primera vez que escuché una canción de los “Hombres G”, “El ataque de las chicas cocodrilo”, y desde aquél momento empecé a seguir el grupo… También hacíamos otras cosas, como paseos por el campo, excursiones al lavadero o al río, paseos por la naturaleza… y el taller de escritura, en nuestro caso poco más que pequeños cuentos, pero de todas formas puede decirse que aquella fue la primera vez que escribí algo de ficción…Más allá de las propias actividades, lo importante era cómo nos hacían sentir: descubridores de otros mundos, de otros universos, culturas, sueños…



Pero lo que más me marcó fue una marcha “de orientación y supervivencia”… que duraría casi dos días completos, y cuyo colofón era pasar la noche en una vieja ermita, perdida en mitad de los campos... Pasamos una larga jornada caminando por senderos dentro del bosque, o siguiendo en ordenada fila india, divididos en patrullas: la mía era el “Primer Grupo Castores”, y nuestro estandarte era de color rojo. Lo de menos era el caminar, lo más importante era el contacto directo, a veces demasiado cuando se nos acercaba demasiado una vaca de los campos que atravesábamos, o cuando teníamos que ponernos a cazar mosquitos, que de lo contrario se cebarían con nuestra sangre… Lo más mágico, al menos para mí, fue el ir descubriendo el mundo: la niebla nos rodeaba de vez en cuando, y lo único que existía era el perfil de la persona que nos antecedía, los rumores de los cantos de algunos de los chicos y de los monitores. Llegamos ya de anochecida a la vieja ermita, bajo un cielo plagado de estrellas que nunca me habían parecido tan grandes y tan cercanas, cenamos los tradicionales bocadillos de chorizo y las piezas de fruta que nos habían repartido antes de comenzar la marcha, y nos dispusimos a pasar la noche de la mejor manera posible, recostados en el suelo, abrigados hasta las cejas dentro de los sacos…



Aquella noche tampoco dormí demasiado, lo confieso: pasé gran parte de ella pensando que era una lástima que pocos días tarde terminase el sueño y tocase volver a la realidad. También pasé un buen rato velando el sueño de una de las compañeras, una preciosa adolescente cuyo nombre no recuerdo, con su melena cobriza relumbrando a la luz del fuego… Yo era por aquél entonces un chico muy tímido, en muchos aspectos lo sigo siendo, y ella, la menor de “las tres gracias” (así las llamaba por su belleza, y no era el único) que siempre iban juntas, y que deberían tener unos quince años… ¿qué podía esperar yo, un chico normalito y bastante tímido (todavía lo sigo siendo en muchos aspectos) de ella, salvo alguna sonrisa cuando se daba cuenta de que la estaba mirando? Al final, muy a mi pesar, amaneció, y reemprendimos el camino, en esta ocasión volvimos al pueblo desde Cabezón de la Sal, en un autobús escolar…



Y pasó el tiempo, y se acercaba el último día… Era el momento de las celebraciones, entre otras un concurso de cuentos, un rodeo americano (nos enfrentamos individualmente a una oveja dentro de uno de los corralones), un concurso de saltar a la comba y varios juegos de habilidad (entre ellos la carrera con el huevo duro en el cucharón, pescar una manzana con los dientes en un barreño de agua y formar una torre humana)…Llegó el momento de repartir entre los asistentes las medallas de madera, con el nombre del niño, el grupo al que pertenecía, un pedacito del estandarte… Hubo lágrimas aquella última noche, yo fui uno de los que lloraron hasta quedarme dormido, dentro del refugio de mi saco, porque se terminaba el sueño…



Volvimos a Madrid, creo que también en el tren correo, nuestro padre fue a buscarnos a la estación, al día siguiente volvimos al colegio, con sus rutinas y obligaciones… Y todo habría quedado así, como el recuerdo de un sueño que se va desvaneciendo con el paso del tiempo… si no hubiera sido por las cartas. Porque no podía olvidar a Quique, al monitor y dueño del albergue, lo que me había hecho sentir con su paciencia, su apoyo, su cariño… Empezamos a escribirnos con regularidad, todavía guardo todas sus cartas, porque en ellas encontraba buenos consejos, le contaba mis penas, mis males de amores, casi como me habría gustado contárselas a mi propio padre… No lo sé, quizás puse en él muchos atributos de figura paterna, porque siempre tuvo paciencia para escucharme… incluso a través de las cartas… Durante muchos años estuvimos escribiéndonos, con periodicidad variable…y le conté algunas de mis historias de amor… y muchos sueños… y nos hicimos amigos… un adolescente lleno de sueños y un adulto que le dio alas para soñar…



Pasaron los años, y me fui haciendo mayor… Y volví Santander, y pasé la noche en su casa, con su mujer y con su hijo… Y regresé a Bárcena Mayor, donde me alojé en un viejo molino, porque no había sitio en el albergue… y pasé otra noche contando historias a la luz del fuego, con los demás monitores, en un prado… y conté una de las leyendas que me habían contado en aquél año mágico, la del río de recuerdo, y repetí la marcha de supervivencia, en esta ocasión solo, armado con un mapa del Ejército y una buena brújula… y dormí en la misma ermita… y me despertaron los mugidos de las vacas y la voz de su pastor, que se encontró la puerta de la ermita cerrada desde dentro… y me enfrenté a dos buitres que confundieron mi siesta con el último reposo del guerrero (me costó un poco convencerlos de que me dejaran en paz)…



Unos cuantos años más tarde, quizás tendría ya los veinte, estaba en casa con mis padres una tarde de otoño, cuando sonó el teléfono, y al levantar el auricular escuché una voz de mi pasado… ¡Era mi amigo Quique, que había venido de viaje a Madrid, y me llamaba para quedar a tomar un café! Fue un rato muy entrañable, hablamos de muchas cosas, de los recuerdos antiguos y los nuevos, de sentimientos, de la manera en que habían cambiado nuestras vidas. Y fue entonces cuando me hizo un gran regalo, pues me trajo unas espectaculares fotografías al estilo antiguo, viradas al sepia y luego coloreadas con acuarela, de aquellos días mágicos. Allí estaban los monitores formando un grupo, antiguos paisajes a los que les había cogido tanto cariño, incluso una de “las tres gracias”, que con el paso de los años me seguían mirando, jóvenes para siempre… Todavía las conservo…



Años más tarde, teniendo novia formal, regresé a Asturias, la tierra de mi padre, y aprovechamos un día gris para acercarnos a Santander en coche, con el gato incluido, y alquilamos una habitación en un hotel de carretera. El objetivo era ver a Quique, presentarle a mi novia, y estar con él unas horas. Quedamos con él en la zona antigua, nos fuimos a tomar la típica ración de “rabas” a un bar llamado “El Gelín”, nos dimos una vuelta por los alrededores, y terminamos comiendo en un restaurante marinero de la periferia, donde también nos hicimos varias fotos, que también conservo con cariño… Posteriormente, le invité a nuestra boda, pero no pudo venir, fue una de las ausencias que más lamenté en aquél día especial…



No nos hemos visto desde hace años, cosas que pasan, supongo, y las cartas son ya muy escasas… Pero me sigo acordando de él, nuestra amistad permanece…Y seguimos hablando por teléfono, recordando los viejos tiempos… Y releo sus cartas de vez en cuando… y sigue estando allí… salvo que mientras que yo me voy haciendo mayor, más adulto, él se va haciendo más viejo, y le surgen los achaques…



Pero me basta con coger la medalla de madera para sentirme mejor, más joven y con más sueños… La misma medalla de madera que gané durante el año mágico… que parece salido directamente de un cuento…



Mi viejo amigo Quique… en el país de los cuentos….



miércoles, 11 de abril de 2012

LAS VOCES DE LA CIUDAD....

Las ciudades suelen generar mucho ruido. Calles en las que se siente una especie de hervor acústico en el aire. Gente que se hace notar tocando el claxon del coche, chillando, silbando, parloteando solos o con el teléfono móvil, que se ríe, se lamenta o da voces. El ruido es como una masilla social, codificada en forma de cacofonía.



Guitarristas, cantantes callejeros, saxofonistas a las puertas de los edificios o en los túneles del metro, mendigos y pedigüeños exhibiendo sus penas y sus miserias con voz entrecortada, voces surgidas de los vanos de las puertas o frente a las entidades bancarias, chatarreros, afiladores, tapiceros, los últimos voceadores en la gran ciudad… Las campanas de las iglesias tocando el Àngelus o llamando a misa de difuntos…



Pero no están solos en este desparejado concierto de humanidad doliente. Las cornejas expresan su malestar con sus graznidos indignados; los perros ladran a los coches o a sus amos humanos, o simplemente aullan en su soledad… El eco de las maquinarias de construcción, de los martillos neumáticos, el golpeteo del metal contra el metal.



Ruidos inesperados, familiares, halagüeños, estridentes, agudos, oscuros, enigmáticos; ruidos que se inflaman y decaen, que se aproximan o se alejan; algunos que ascienden como un gas hacia las alturas, y otros que golpean el estómago y el tímpano… El rumor de fondo del tráfico: el petulante bajo-barítono de las pesadas limusinas en franca disputa con los gruñidos de las motos; el timbre de los ciclistas y los claxonazos de los taxis; contra el despotismo de los automóviles deportivos, de las emperifolladas motocicletas, el apremiante “¡Apártate a un lado!” de los autobuses… Puertas de coches que se abren y se cierran sobre riadas de viajeros, devolviéndolos al mundo desde el protector útero de los coches oficiales…



La música de las tiendas y de las “boutiques” que intentan atraer con reclamos de sirenas a los paseantes, convirtiéndoles en clientes potenciales. Los conciertos de pasos que van y vienen en las calles peatonales; pasos que deambulan, que arrastran los pies, de tacones que repican en las aceras, que arrastran los pies, que se pavonean desde inverosímiles plataformas, que llevan prisa; y el cielo vibrante de los truenos de las lejanas turbinas de aviones; y la gran ciudad resonando a todas horas como una gran campana…


Ruidos, siempre hay ruidos en la gran ciudad... que nunca descansa, pues la noche tiene su propio lenguaje, de puertas de locales que se abren y se cierran, vomitando en el aire de la noche ráfagas de música que malean a los vecinos y no les dejan dormir; las voces de los fumadores que comparten un cigarrillo al fresco; las sirenas de los vehículos de emergencia, rara es la noche en la que no se escucha el lastimero aullido de una ambulancia en su viaje sin retorno o los alaridos de un coche de bomberos rodando a toda velocidad hacia el peligro o las agudas sirenas de los coches de la policía... Sonidos de pasos, de tacones altos en las calles semi-desiertas; las voces de los borrachos se mezclan con la muda súplica de los mendigos que conjuran el sueño en los soportales de las iglesias o en los cajeros automáticos... Los roncos estertores del metro a través de las rejillas de respiración y el agudo silbido de los cables del tranvía azotados por el viento, que casi nunca deja de sonar en las hojas de los àrboles y hace ondear las deshilachadas banderas de países que a nadie importan...



Los sonidos de mi ciudad… que nunca duerme...

jueves, 29 de marzo de 2012

ESTAR A LA SEXTA PREGUNTA

Cuando estudiaba la carrera de Periodismo, en el siglo pasado, nuestra profesora de Redacción Periodística nos recordaba una y mil veces las cinco preguntas a las que tiene que responder toda noticia: QUIÉN, CUANDO, CÓMO, DONDE, y POR QUÉ... Y ahora, no deja de hacerme gracia que sigan estando tan profundamente grabadas en mi memoria que todavía intento responder a todas ellas cuando me pongo a escribir una entrada en cualquiera de mis blogs (menos en el de poesía, que está en proceso de refundación y por su propia esencia se resiste a cualquier tipo de estructura formal)...

Esta entrada es en cierta manera la continuación de otras anteriores, desde "Ficha técnica de un patito feo" (en la que repasaba de manera bastante humorística mis características como ser humano), hasta "Tormenta de besos" (en la que hablaba de la importancia de tener a quien besar y mencionaba las cosas que he perdido con el divorcio) y "Hoy os hablaré de ella... y de mí" (un breve repaso de las causas finales de mi separación)... Pero hoy me apetece mirar hacia adelante, con mi "mala follá" habitual, mi sentido del humor bastante negro y, una de las cosas más importantes, la capacidad de hablar mal de mí mismo, de burlarme incluso de lo que me preocupa, y de ser capaz de compartirlo con vosotros...

Para qué engañarme: una de mis principales preocupaciones ahora mismo es la lucha contra la soledad, porque después de quince años juntos, de los cuales ocho de ellos casados, ahora se me hace muy cuesta arriba el encontrar de nuevo pareja. Es cierto, tengo a mi madre, a mi hermana y a mi gato como familiares directos, un puñadito de buenos amigos a toda prueba tanto en Madrid como en el resto de España y parte del extranjero (ellos saben de sobra quienes son, casi todos ellos se conocen entre sí por mi culpa en facebook)... pero noto la necesidad de tener algo más, una pareja, alguien a quien abrazar, a quien besar o con quien pasear de la mano hacia el atardecer... o el amanecer, depende del momento del día en el que nos encontremos... No tengo demasiada experiencia con la mujeres como pareja (solo he estado con dos, una de ellas una compañera de trabajo mayor que yo cuando estuve en Inglaterra, y la otra mi ex mujer), aunque casi siempre he funcionado muy bien como amigo sin derecho a roce, y eso es lo que me gustaría cambiar... Trabajo de vigilante de seguridad en una de las principales empresas del sector (por algo nos llaman los conguitos), pero con mis turnos de doce o catorce horas y los cambios de destino, me queda poco tiempo libre y energías para socializarme y "ligar" (creo que todavía se sigue llamando así,¿verdad?)... pero tengo bastante claro que no quiero quedarme solo o para vestir santos... Y me viene a la memoria la famosa estructura de la noticia en cinco preguntas, para hablaros de la situación por la que estoy pasando...

QUIÉN (o QUIENES): "Moi", "ich", "me", "yo", "el menda", aunque con el párrafo anterior y las tres entradas que os he mencionado antes, además de lo que hayas podido ir leyendo por tu cuenta, tendrás para hacerte una idea... Es decir, un divorciado con sentido del humor muy negro, escasas habilidades para el ligoteo, poco tiempo libre, y que se siente solo... Habría que complementarlo con un "A QUIÉN (busco)": a una mujer de similares características, compatible conmigo, con intereses y aficiones parecidas, con sentido del humor (la versión especular de mi ficha de patito feo), a ser posible que resida en Madrid o en España (y si además está comunicada por el AVE o con las compañías de avión de bajo coste, mejor)... La edad no es un factor determinante, aunque reconozco que no haría gran cosa con una chica de veinte años... y una de las mujeres que más me han fascinado era diez años mayor que yo... aunque me he pasado veinte años enamorado de manera imposible de una amiga de mi misma edad... y tuve la inmensa suerte de estar enamorado durante buena parte de mi adolescencia de una chica que solo me vio como "un buen amigo sin derecho a roce"... y llevo las iniciales de sus nombres tatuados sobre mi piel... Vale, son las letras "A", "B" y "S" (esta es la típica información destinada a los curiosos/as...).

CUÁNDO: Aquí la cosa se pone interesante, porque lo que me falta precisamente en este momento es el tiempo libre, con mis turnos de trabajo de doce y de catorce horas... y de momento no he tenido mucha suerte en lo que se refiere a compartir turno y destino con mujeres, aunque es algo que no descarto, dudo mucho que una empresa de seguridad pueda funcionar de manera eficaz como agencia matrimonial o empresa de contactos (se han dado casos...). Pero como tengo la suerte de tener un trabajo fijo, casa propia y días libres, tampoco descarto el aprovechar mejor el tiempo, desplazarme a otras ciudades de manera temporal si fuera necesario, o incluso cambiar de curro (estoy en ello... pero la cosa es muy complicada...).

CÓMO: Otro pequeño problema... Fue mi ex-mujer quien tomó la iniciativa hace quince años, la persona que dio los primeros pasos y diseñó una estrategia para conquistarme... y sinceramente, ahora mismo no estoy por la labor de comenzar a empollarme manuales prácticos de auto-ayuda para aprender a ligar... aunque hace años, antes de conocerla, asistí a un curso intensivo (bastante divertido y esclarecedor) de formas de relacionarse con representantes del otro sexo... No me entusiasma trasnochar, ni pasarme horas en un bar de solteros, lleno de cazadores de cabezas de ambas tendencias... aunque siempre queda el recurso de los clubs para solteros, las páginas web para encontrar pareja, las agencias especializadas, realizar cierto tipo de actividades y otras fórmulas intermedias... como por ejemplo la de anunciar mis (honestas) intenciones en mi propio blog... incluyendo mi correo electrónico profesional (hombresdetinta@hotmail.com) como forma de contacto...

DÓNDE: Supongo que lo más importante sería la primera toma de contacto, aunque sigo investigando la forma de alcanzarla... Casi siempre, se plantean territorios neutros, como cafeterías, bares, restaurantes, salas de exposiciones... aunque si alguna está interesada, a un blogger y periodista de investigación como yo se le ocurren unos cuantos sitios interesantes no demasiado lejos de Madrid para conocerse, desde un paseo en globo hasta un "spa" super relajante, pasando por una de las posadas más relajantes de la periferia, la osa de la Puerta del Sol, una fantástica cafetería o el mismísimo Café Gijón... Hay fórmulas intermedias, por supuesto, antes que nada podemos conocernos en un chat, intercambiar correos electrónicos, dedicarnos canciones en Youtube... o cualquier otra alternativa, pero alguien tendrá que dar el primer paso... y me parece que tengo que ser yo...

POR QUÉ: Es, me parece, la pregunta más fácil de responder... Porque me siento solo... y no quiero seguir estandolo... Porque he superado todas las fases del duelo, y lo que me interesa es pasar página en mi vida, encontrar una compañera, un alma gemela, una amiga con derecho a roce... alguien que me apoye, y a quien apoyar... que me defienda, y a quien defender... que me cuide, y a quien cuidar... Si por el camino voy encontrando nuevas amigas, conociendo gente y ampliando mi círculo de amistades, tampoco me parece mal... Pero lo que me apetece de verdad es pasar página...

Llegados a este punto, quedan pocas cosas más que contaros con esta entrada... Salvo que quizás se pueda añadir otra pregunta...

POR CUÁNTO: No penséis mal... o hacedlo si queréis, a estas alturas, muchos de vosotros ya me conocéis bastante bien... Cuando me refiero a "por cuanto", sobre todo estoy pensando en "A CAMBIO DE QUÉ"... Es decir, puedo estar buscando pareja de manera bastante activa, pero tengo muy claro que no me apetece volver a caer en una relación parasitaria como la que tenía con mi ex-mujer, sin demasiados puntos en común, con diferencias irreconciliables en lo político y en lo religioso, casi endogámica, sin relaciones con el exterior... Pero tampoco me apetece demasiado el otro extremo, es decir, tener que sacrificar cosas que son importantes para mí, como viajar, ir a ver una exposición, asistir a un concierto en el Auditorio Nacional, ir al cine o a jugar al billar con mi mejor amigo... No me gusta beber, pero no tengo ningún inconveniente en tomarme alguna copa de vez en cuando y pasarme el resto de la noche a base de zumos de piña y botellines de agua mineral... No me gusta ir a discotecas, pero soy un bailarín de vals bastante decente, y me gusta mirar cómo la gente se lo pasa bien... No me gusta ir a los toros ni al circo, y esa es una de las pocas cosas con las que no pienso negociar: la tortura no es cultura... Y tampoco me gusta que intenten hacerme comulgar con ruedas de molino: quien me quiera, o a quien interese, que lo haga por lo que soy, por lo que puedo llegar a ser...

Resumiendo... Periodista, escrito y blogger con experiencia, busca pareja desde el presente para mirar juntos hacia el futuro... y lo demás es otra historia... que ya os contaré en otro momento, como la de "Lady Laura y el vigilante"... o bien "Confesiones de un cuarentón incipiente..."

Y como siempre, gracias por haber llegado hasta aquí... porque es tu elección el seguir leyéndome o dejar de hacerlo...




lunes, 19 de marzo de 2012

HOY TE HABLARÉ DE MI... Y DE ELLA...

Siempre pensé que las dichosas fases del duelo, que se van atravesando desde que se produce una pérdida hasta que esta se supera, alcanzando el estado de aceptación, tenían mucho de palabrería de psicólogos y psiquiatras, pero estoy empezando a pensar que igual tienen parte de razón. Al menos, es lo que he podido comprobar desde el mes de agosto del año pasado hasta la fecha, en que me encuentro en la tercera y última fase: la aceptación. Es decir, el momento en el que asumes que la pérdida es definitiva, y que no te queda más remedio que seguir adelante con el resto de tu vida de la mejor manera posible, y seguir reconstruyéndote poco a poco.

Han sido unos meses amargos, duros y complicados, durante los cuales perdí incluso las ganas de hacer lo que más me gustaba: escribir...

Una semana después de nuestra ruptura. me prometí a mi mismo no volver a hablar de ella, si no era para hacerlo bien, recordar buenos momentos, e ir interiorizando los malos, que los hubo. Más o menos, he conseguido cumplir con esta promesa, hasta que la presión ha sido demasiado grande en mi interior, y ahora tengo que escribir sobre mis sentimientos para seguir adelante.

Hemos estado juntos durante quince años, como novios, y los últimos ocho como matrimonio. Y como a todo el mundo, nos han ido pasando cosas buenas y malas, desde muertes en la familia hasta operaciones de distinta consideración (entre ellas  mi apendicitis aguda), incluyendo cambios de residencia, nuevos trabajos... Los primeros años de casados, todo era más o menos nuevo para nosotros, sobre todo el hecho de tener la casa entera a nuestra disposición (salvo durante las visitas de sus padres (viven en Extremadura, y vienen de vez en cuando a Madrid, aunque nosotros también solemos viajar al pueblo) y el no tener que dar explicaciones a nadie, ni tampoco grandes obligaciones al margen de tener bien cuidado a nuestro gato. Es decir, nuestra vida era más o menos normal. Teníamos, por supuesto, nuestras diferencias, por ejemplo el tipo de películas que  nos gustaban (para mi las románticas  y las de acción, para ella las de terror y cierto tipo de comedias, compartiendo las de acción), y sobre todo su nulo interés por la lectura, el acudir a exposiciones o visitar museos, su escaso interés por el teatro... No eran diferencias irreconciliables ninguna de ellas, y con el paso del tiempo hemos ido aprendiendo a tener cada uno de nosotros gustos distintos... La terapia de pareja a la que nos sometimos no funcionó, con todos sus trucos y posibilidades de acercamiento, no dio los resultados que esperábamos... quizás porque no nos la tomamos demasiado en serio, o porque no hacía más que poner en evidencia nuestras diferencias...

Pasaron los años, y nos íbamos alejando poco a poco, no solo físicamente en cuanto a espacios en la casa, sino temporalmente... Ella empezó a trabajar en un hospital (es auxiliar de enfermería) siempre con el turno de tarde o el de noche, y con la predisposición a doblar la jornada cuando se lo pidieran sus jefes, trabajando seis días a la semana; mientras que yo seguía con el turno fijo de mañana, lo que me permitíría tener todas las tardes libres para leer, soñar, pasear, ver la tele de vez en cuando, y escribir. Sobre todo, escribir: así nació este blog y todas sus filiales, de unas condiciones laborales muy concretas y de una buena gestión del tiempo. El mayor problema era que dos personas dificilmente pueden hacer vida de pareja, o de cualquier otro tipo, si apenas se ven: ella venía de trabajar a las once de la noche, yo me tenía que acostar a las doce y media como muy tarde para estar en condiciones de madrugar al día siguiente...

Yo también me reía cuando me decían que internet y las nuevas tecnologías tenían en parte la culpa de la ruptura de muchos matrimonios, hasta que tuve que competir contra faceboook, twenty y otras redes sociales por el tiempo y la atención de mi mujer, puesto que cuando regresaba a casa, muchas veces si molestarse en cenar, se iba a su despacho para chatear y cotillear con sus amigos, en vez de estar conmigo; y casi todas las noches me tocaba despedirme de ella, recordándole que tenía que cenar algo antes de acostarse, y recomendándole que no trasnochara mucho. Es decir, después de toda la tarde trabajando, tenían más interés las redes sociales que el estar con su marido, ni siquiera para cenar juntos o hablar un rato... y del sexo... mejor no hablamos, aunque la mejor forma de resumirlo es decir que eramos compañeros de piso mal avenidos y sin derecho a roce...

Durante los últimos meses de nuestra relación, nos fuimos separando cada vez más, aunque planteé la posibilidad de pedir un cambio de turno en mi trabajo para estar con ella por las mañanas, o bien que ella se cogiera un turno fijo de mañana y compartir de ese modo las tardes, pero no alcanzamos un acuerdo... y ella seguía acostándose a las dos o las tres de la madrugada todas las noches, y levantándose al mediodía para ir a trabajar, con el tiempo justo de hacer algo de compra y de comer... y yo regresaba por las tardes a un hogar vacío y cada vez más solitario, invirtiendo la tarde en dormir una siesta, hacer algo de compra, dar un paseo y escribir... mientras que iba creciendo en mi interior la desazón... y se acumulaba la tristeza... y empeoraba la ya de por sí escasa y difícil convivencia, al torcerse ella un tobillo de mala manera y venir su madre a atenderla... Las relaciones con mis ex-suegros nunca han sido malas, es más, han llegado a ser incluso muy buenas con el paso del tiempo, y los echo mucho más de menos a ellos y a su ambiente y su familia que a mi ex... Pero es posible que la estancia prolongada de ambos en nuestra casa me arrebatase en buena medida mis últimas partículas de intimidad o de tranquilidad, porque el hogar se convirtió más que nada en una clínica...

A finales de julio de 2011 la convivencia se había deteriorado bastante... cuando encima se añadió el factor de la infidelidad por parte de ella: de manera casual encontré su perfil en una red de contactos amateur... lo que añadido a sus eternas noches con el ordenador y la nula vida de pareja terminó de sacarme de mis casillas: ya era demasiada frustración para mí... Solo discutimos una vez, la noche en que le revelé que conocía su perfil secreto, no tuvo fuerzas para negarlo... Y tuve la crisis: mi mundo se tambaleó, entre otras cosas ayudado por una gastroenteritis aguda (perdí más de doce kilos en nueve días) y un efecto secundario no deseado de mi complejo tratamiento anti- alérgico; me llevaron dos días al hospital, en estado febril, y me recuperaron a base de sueros e hidratación... Me dieron la baja mientras me recuperaba... Con una depresión bastante fuerte... Y al darme el alta, me cambiaron de destino: aunque soy periodista (con experiencia en prensa, radio y televisión, pero nunca me he ganado la vida con ello al margen de varias prácticas remuneradas y ocasionales trabajos de "free lance"), trabajo de vigilante de seguridad en la principal empresa del sector, caracterizada por sus uniformes marrones oscuros... Y comenzó de nuevo el "via crucis" laboral, hasta la fecha sigo sin destino, y he pasado por una larga serie de sitios distintos, algunos de ellos muy buenos, pero solo de manera interina... Si vuelvo a recuperar un destino con un turno fijo de mañana o de tarde, dispondré de más tiempo para escribir y soñar, eso está muy claro...

Pero hay cosas de las que no te recuperas... como de las ilusiones perdidas... o de la soledad... o de las revelaciones demoledoras... Ya no tenía sentido el seguir viviendo una farsa matrimonial: le pedí a mi mujer la separación, ella aceptó... Y lo anunciamos en facebook, porque teníamos "amigos" comunes...Y se puso a buscar un nuevo piso con la ayuda de su madre... Ambas, por orgullo, se negaron a que yo las ayudase, y fueron cayendo en las habituales trampas de particulares con pocos escrúpulos y agencias poco honestas... Y terminó alquilando, a través de una amiga de mi madre, un mini-piso de cuarenta metros en el mismo barrio que su amado trabajo... Y repartimos parte de los enseres de la casa, que yo me quedaba al haberla heredado al morir mi padre y tener la separación de bienes establecida en las capitulaciones prematrimoniales... Y comenzamos (pagados por mi) los trámites para el divorcio... Y a mediados del mes de febrero nos lo concedieron, tras ratificar nuestra decisión ante la jueza: aquella fue la última vez que nos vimos...

El problema, creo, es que yo me quedé anclado dentro de la dinámica de no hablar sobre ella, de no compartir mis sentimientos con nadie (salvo ocasionalmente con mi madre y con mi hermana)... y al mismo tiempo no parar de pensar que a lo  mejor había metido la pata, que me había precipitado al pedir el divorcio, que mi vida no tenía sentido si no era a su lado, que sin duda alguna, y a pesar del tiempo pasado, había alguna solución para lo "nuestro", que siempre hay tiempo para rectificar... Es decir, me había convertido en el estereotipo del divorciado reciente que se siente perdido cuando se encuentra solo de nuevo, y que no concibe un presente ni un futuro sin la pareja que ha perdido... ni tampoco consigue encontrarle mucho sentido a la vida...

Y dejé de escribir, en buena parte por falta de tiempo, puesto que las jornadas laborales de doce horas, y lejos de casa, no te permiten tener demasiadas fuerzas ni ganas de contar historias... y en los días libres tampoco me apetecía demasiado, tal vez porque no estaba contando la historia que realmente necesitaba contar, esta, a partir de la cual retomar el rumbo, con menos frecuencia que antes, pero sí con las mismas ganas...

Hace algunos días, comprendí que estaba cometiendo un error... tras otro... Porque no hablar de ella, de mis sentimientos, no iba precisamente a mantenerlos a raya... A través de su madre, de la mía y de mi hermana, sé que está bien, a gusto con su nueva vida, feliz de haber recuperado la independencia...

Y yo he decidido hacer lo mismo... Como un patito feo que busca de nuevo pareja, y que está decidido a encontrar de nuevo a una patita fea con quien compartir experiencias, sueños, lentamente, a mi ritmo, pero sin volver la vista atrás a partir de este punto... Y seguir viviendo... Y escribiendo... Y contándote otras historias... otros sueños... y otras vidas... que no siempre serán la mía...

Gracias por estar al otro lado de la pantalla... y pasarte por aquí de vez en cuando...