Todos tenemos archivados en la memoria una cierta cantidad de aromas, fragancias, olores, que te traen recuerdos, ya sean buenos o malos, añoranzas, lugares, personas, o cosas... Y de vez en cuando, te entran ganas de llorar cuando hueles una colonia, o te enamoras de una fragancia al entrar en el ascensor... Si lo piensas fríamente, los olores pueden marcar tu vida, y convertirse en una especie de memoria secundaria, como si fuera un chip suplementario del gran ordenador que es tu cerebro...
Pero los recuerdos evocados no tienen por qué ser siempre buenos... ni malos... Todo depende de los factores que tengas asociados a ese olor... Hay dos, sobre todo, que conservarán siempre una inmensa carga mortal: el alcohol de romero, y las velas aromáticas de fresa... Mi abuelo falleció tras una larga enfermedad, que le tuvo encamado durante más de cuatro largos años... Y la mejor manera, o al menos la más eficaz, de evitar las llagas y escaras, eran las friegas con alcohol de romero, varias veces al día, que le daba mi madre y las cuidadoras ocasionales... Es el olor de la enfermedad, degeneración y muerte de mi abuelo... Con las velas aromáticas de fresa, me pasa lo mismo... En los últimos días de vida de mi padre, la única manera de aguantar a su lado era dejando entreabierta la ventana, y con varias velas aromáticas en la mesilla de noche... que no conseguían mitigar el hedor de la muerte y la descomposición que emanaba de su lengua y de su boca, destrozadas por un cáncer...
No todo son malos recuerdos, afortunadamente... Mi madre huele a queso parmesano sobre una lasaña casera recién hecha, a pollo asado con limón y avecrem, a ropa recién planchada... y sobre todo, mi madre huele a regreso al hogar, a demasiadas cosas juntas, para ponerles un nombre... Son olores sencillos, que te llenan de añoranza algunas veces, y que otras te permiten darte cuenta del camino recorrido, de las ganas que tienes de generar ese tipo de olor de referencia... Mi hermana me hace pensar en las bolsitas de lavanda que se ponen en el armario... y en la mezcla de olores del acuario de su tortuga Trasto, cuando tocaba la limpieza... incluyendo el caparazón... a tinta fresca cuando recargaba la pluma... Mi segunda madre huele a cosas buenas, a campo, a talco, a alguna colonia fresquita que no consigo identificar... Mi segundo padre es una mezcla de aromas, a carbón y pastillas de resina en la barbacoa, a polvo de yeso y cemento cuando hace cosas en casa, a madera lacada y pintura de paredes... todo ello mezclado con pequeñas dosis de Old Spice...
Durante toda mi infancia y mi adolescencia, siempre hubo un olor que me ha dado paz, que me hace sentir protegido, que me recuerda mil paseos en sus brazos, y su voz, contándome cuentos todas las noches, escuchando mis confidencias, mis tristezas, mis alegrías... Mi abuelo olía a Alvarez Gómez, y podías seguirle prácticamente por la casa por su fragancia... Ahora, no puedo ni olerla, sin que se me agarrote el alma... Mi padre era mucho más pragmático, le bastaba tener una colonia fresca, en envase de plástico, y conjuntada con el gel de ducha y el jabón... Agua de Lavanda... Jamás he vuelto a comprarla...
Pero los recuerdos evocados no tienen por qué ser siempre buenos... ni malos... Todo depende de los factores que tengas asociados a ese olor... Hay dos, sobre todo, que conservarán siempre una inmensa carga mortal: el alcohol de romero, y las velas aromáticas de fresa... Mi abuelo falleció tras una larga enfermedad, que le tuvo encamado durante más de cuatro largos años... Y la mejor manera, o al menos la más eficaz, de evitar las llagas y escaras, eran las friegas con alcohol de romero, varias veces al día, que le daba mi madre y las cuidadoras ocasionales... Es el olor de la enfermedad, degeneración y muerte de mi abuelo... Con las velas aromáticas de fresa, me pasa lo mismo... En los últimos días de vida de mi padre, la única manera de aguantar a su lado era dejando entreabierta la ventana, y con varias velas aromáticas en la mesilla de noche... que no conseguían mitigar el hedor de la muerte y la descomposición que emanaba de su lengua y de su boca, destrozadas por un cáncer...
No todo son malos recuerdos, afortunadamente... Mi madre huele a queso parmesano sobre una lasaña casera recién hecha, a pollo asado con limón y avecrem, a ropa recién planchada... y sobre todo, mi madre huele a regreso al hogar, a demasiadas cosas juntas, para ponerles un nombre... Son olores sencillos, que te llenan de añoranza algunas veces, y que otras te permiten darte cuenta del camino recorrido, de las ganas que tienes de generar ese tipo de olor de referencia... Mi hermana me hace pensar en las bolsitas de lavanda que se ponen en el armario... y en la mezcla de olores del acuario de su tortuga Trasto, cuando tocaba la limpieza... incluyendo el caparazón... a tinta fresca cuando recargaba la pluma... Mi segunda madre huele a cosas buenas, a campo, a talco, a alguna colonia fresquita que no consigo identificar... Mi segundo padre es una mezcla de aromas, a carbón y pastillas de resina en la barbacoa, a polvo de yeso y cemento cuando hace cosas en casa, a madera lacada y pintura de paredes... todo ello mezclado con pequeñas dosis de Old Spice...
Durante toda mi infancia y mi adolescencia, siempre hubo un olor que me ha dado paz, que me hace sentir protegido, que me recuerda mil paseos en sus brazos, y su voz, contándome cuentos todas las noches, escuchando mis confidencias, mis tristezas, mis alegrías... Mi abuelo olía a Alvarez Gómez, y podías seguirle prácticamente por la casa por su fragancia... Ahora, no puedo ni olerla, sin que se me agarrote el alma... Mi padre era mucho más pragmático, le bastaba tener una colonia fresca, en envase de plástico, y conjuntada con el gel de ducha y el jabón... Agua de Lavanda... Jamás he vuelto a comprarla...
Mi mujer huele a futuro... a proyecto en común, a persona encontrada después de demasiado tiempo buscando... No es muy fiel a las colonias, ahora no sé decirte cual es la suya, creo que una de Gal, aunque le gusta mucho Eau Jeune... Cuando me despierto por las mañanas, muchas veces paso la mano por su cabello, y me llevo su recuerdo unos momentos...
Y yo... bueno... creo que huelo a demasiadas cosas por contar... a demasiados sueños por cumplir... a demasiados kilómetros por recorrer... Pero también a cansancio, a neurona recalentada, a sueños rotos... Y sobre todo, a Nenuco... hace muchos meses que recordé aquél aroma en el cuello de una amiga... Y lo tomé prestado desde entonces... Es un poco como volver atrás en el tiempo, y al mismo tiempo enlazar con el futuro... Son buenos presagios...
La libertad tiene para mí un olor especial... El de cualquier cala de las que he visitado en mi vida, esa mezcla de aire, de sal, de agua, de rocas mojadas, de algas... El de cualquier playa al amanecer, cuando no han pasado ni siquiera las máquinas de la limpieza, y tienes para tí la extensión de las arenas, y la inmensidad del mar... Y su sonido...
Cuando lo compartes con una persona especial, incluso el olor del océano cambia... Así, cada vez que mi mujer pasaba su brazo por mi cintura, abrigada hasta las cejas para protegerse del relente, y juntos compartíamos el último rayo de luz, era el amor lo que se respiraba, al menos para nosotros...
La libertad huele también a camino embarrado tras la lluvia, plagado de hojas caídas, a musgo en el Hayedo de Montejo, sobre los troncos de los árboles, y sobre las rocas... Es también la fragancia de un pequeño regato en Cantabria, que me acompañó durante unas horas en mi deambular... O el extraño silencio entre la niebla y los pastos, cuando te despiertas haciendo vivac en los Lagos de Covadonga, y el mundo de repente no existe... como mucho, alguna vaca...
Como tú, tengo decenas, centenas de olores archivados en la memoria, pero antes de invitarte a que recuerdes los tuyos, compartiré contigo tres más... La Historia, con mayúsculas, tiene una mezcla tan grande de olores, que al final destilan una extraña fragancia, producida por el polvo, de la tierra, que se pega a tus zapatos en las ruinas de las viejas ciudades abandonadas como Palmira o Petra, ese rebufo a establo en algunos pequeños museos de pueblo, las antiguas biliotecas como la del Ateneo Científico y Literario de Madrid, la grandilocuencia de los cirios, en cripas e iglesias, el incienso en catedrales y mezquitas, el acre regusto que invade tu garganta cuando cotilleas los viejos periódicos del XIX...
La Soledad casi siempre está preñada de tristeza, de vejez, pues quien no tiene a nadie de quien ocuparse, a veces se termina abandonando.... También destila cierto aroma a cerrado, a parado en el tiempo, como los típicos salones, donde los sofás y sillones están forrados de plástico, las cortinas son de cretona, la mesa camilla redonda, cubierta con el inevitable cristal para protejer el tapete de ganchillo, con la tele en el lugar de honor.... y donde solo falta el recuerdo de un perro o de un gato, con un regusto a naftalina y a repollo... Pero no es patrimonio exclusivo de los ancianos, todos podemos, en un momento u otro, sentirnos solos, que no es lo mismo que estar solos... Son aquellos días en los que quisieras que una burbuja de plástico te separase de lo más temido, de la muerte, de la tristeza, pero al mismo tiempo ansías el contacto humano, y sales de casa, y te pierdes entre la gente... para encontrarte a tí mismo... Esa soledad no deseada, muchas veces carece de un olor preciso, pero es como aquellas habitaciones de hotel donde perdura el hedor a tabaco rancio y a sudor, o el de ciertos retretes de carretera, con sus moscas y todo... La soledad huele a piel sudada de un anciano, que ha llevado puesta demasiado tiempo la misma ropa... Huele a alcohol de mala calidad, parcialmente digerido, en una mañana de resaca... Huele a toalla y calcetines abandonados en una taquilla de gimnasio durante el fin de semana... Pero, evidentemente, cuando eres tú quien la escoge y la disfruta, huele a sombra de ciprés en Silos, a amanecer en una azotea de ciudad pequeña...
La Esperanza, para mí, es una mezcla de todas aquellas cosas buenas, que me dan fuerza para seguir adelante en los momentos difíciles.... Es una combinación mágica de aroma de pan de hogaza recién hecho cuando cortas el primer trozo... el olor de la miel virgen cuando te llevas una cucharada a los labios... la fragancia de la hierba recién cortada en un prado humedecido por la lluvia... la ilusión que se desprende de las páginas de un libro nuevo o de un periódico recién impreso... el recuerdo de la sopa casera de cocido, con fideos gruesos, algo de huevo duro... la magia del perfume de la persona amada cuando llegas a casa, y comprendes que él/ella ha llegado antes que tú... los pétalos de una rosa sobre la almohada... la mezcla de sopa de cebolla, una gruesa capa de queso y una gran porción de caldo, saboreados en un pequeño "bistrot" parisino... Y, por encima de cualquier otro olor, aroma, recuerdo, fragancia, especia.... la Esperanza es el olor a futuro por escribir de un recién nacido, que devuelven a los brazos de su madre, o de su padre, después de un buen baño...
Busca y recuerda los olores de tu memoria... Los que te hacen sentir bien... Los que te entristecen... Analiza entre tus recuerdos... Rebusca entre tus miedos si hace falta... Lo que encuentres, sea lo que sea, no te dejará indiferente....
...precioso,como siempre,me hiciste recordar miles de olores....de los que traen malos recuerdos...pero tambien,de los que traen recuerdos muy dulces....te robare estrofas...como siempre,ya sabes,ladrona,pero legal....besos de pantera
ResponderEliminar"Muy emotivo. Triste y melancólico pero Precioso. Luego te cuento más. Me ha encantado... Un besote" (enviado por Carmen)
ResponderEliminar"Precioso mi querido amigo, como siempre!!
ResponderEliminarTenias razón me ha gustado precisamente porque los olores marcan mi vida, gasto cantidades de ambientadores, toneladas de inciensos y me agrada que cada estancia tenga un olor diferente. Leía tu escrito y recordaba el olor a albahaca de los platos de verano de mi amado Chile. El envolvente olor a "mamá" que solo podemos describir mis hermanos y yo, el olor a cables eléctricos de la tienda de mi papi, el olor de mis hijos pequeños, el olor de. . . . .infinitos!!
Recibe el abrazo de tu amiga que desde hace 12 años huele a Anais anais, desde hace 4 a sándalo en los cursos de Reiki y a incienso en sus clases de Kundalini Yoga.
Felicitaciones por tu próximo curso de Reiki.
Que el Olor y la Fuerza te acompañen!!! " (enviado por Ana María)
"precioso cariño, es muy tierno. Por cierto, uso nenuco, igual que tu, pues usaba la que le poniais al abuelo, que tambien la hay para mujer, pero desde que me dijiste que no soportabas su olor, cambie de colonia. y por cierto, me la pongo a diario...bss." (enviado por Fátima)
ResponderEliminar¡¡¡¡¡¡¡¡ que te puedo decir¡¡¡¡ si eres tan especial como el aroma de una sincera amistad¡¡¡ lily................
ResponderEliminarTus aromas me llegan hasta el alma. ¡Qué difícil es expresar todo lo que uno siente y tú, lo haces muy bien! Cosas tan simples como los aromas, pero tan importantes e influyentes en nustras vidas y que a veces, sin saber por qué, rechazamos a personas o lugares o nos sentimos a disgusto en distintas situaciones y no sabemos por qué, y ¡es por el olor! O al revés, cuando te presentan a una persona y huele bien, ya tiene la mitad del terreno ganado con uno. Muchas gracias por tu relato, es estupendo. Un abrazo Fernando.
ResponderEliminarMuy bonito, muy evocador... el contacto con ese lado inconsciente,instintivo y animal de nuestra mente, cada uno con sus vivencias... Gracias por compartir las tuyas
ResponderEliminar(enviado por tu compi del curro)