miércoles, 9 de diciembre de 2009

NAVIDADES NEGRAS

Como cada año, las agresivas campañas publicitarias de El Corte Inglés, y de otros grandes almacenes similares (Carrefour, Leroy Merlin, Toys´r us...) se empeñan en recordarnos que, por estas fechas, tenemos que lanzarnos a la misma orgía consumista, al mismo desenfreno, no tanto porque nos apetezca, como por no quedar mal. A muy poca gente, de la que abarrota en Madrid la calle Arenal, que se agolpa en los aledaños de Callao y de la Gran Vía, y que está dispuesta a gastarse todo lo que tiene (e incluso lo que no tiene); a muy pocas de estas personas les importa lo más mínimo lo que en teoría están celebrando: es la fiesta del consumo... Pero esto no es un cuento de Charles Dickens, aquí no voy a hablarte de tres espíritus de la Navidad... si bien es cierto que te voy a contar unas cuantas historias de Navidad...




El buitre. "Tengo hambre. Mucha. Hace días que no como. Ni bebo. No vuelo. Solamente espero. Espero un poco más. Tengo hambre. ¿Morirá pronto? ¿Por qué lucha tanto? ¿Por qué no muere? Le miran. Enfocan con un aparato extraño. Necesito comida. Es mi función. Devorar. Triturar. Desgarrar. Carne. Sangre. Vísceras. Es muy pequeño. ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Alguien le ha traído? Da igual. Se muere. Me muero. Uno de los dos tiene que morir. Ya. LLegó el momento. No respira. Su cuerpo negro se detiene. Su corazón no late. Es mi hora. A comer. Mi pico se abre, y desgarra la tierna carne del vientre... Bebo su sangre..." (Esta foto es atemporal, se dice que el fotógrafo luego tuvo tantos remordimientos de conciencia por no haber impedido la muerte del niño, que se suicidó.)


El yonki. Un toxicómano se dirige, dando tumbos, al poblado chabolista de La Rosilla, que en teoría lleva muchos meses desmantelado, pero que en la práctica, sigue proporcionando a los habituales su dosis de caballo, o de lo que sea. Muchos yonquis han muerto por una partida en mal estado, demasiado adulterada con cualquier otra sustancia. Pero a él le da igual. Le ha dado un tirón a una abuelita al bajar del autobús, y se ha caído en mitad de la acera. Y todo por cincuenta cochinos euros. Pero a él le da igual. Celebrará las fiestas a su manera. Colocado en cualquier colchón mugriento. O muerto. A nadie le importa.


El preso. En cualquier lugar del mundo, por muy democrático que afirme ser, hay un preso "especial", uno que está condenado a la soledad, al ostracismo, a la tortura, pero nadie se acuerda de él, a nadie le importa. Si no se acuerdan de tí (compañeros de trabajo, amigos, familiares, enemigos), eres perfecto para desaparecer. Como él. Está atado sobre el somier metálico de un colchón. Cada vez que se desmaya, lo reaniman con un cubo de agua, y siguen con su macabra labor. Está amordazado con su propia corbata, y tiene uno de sus calcetines metido en la boca. Su mundo es una nada oscura e inmensa, puesto que también le han puesto una capucha negra, tal vez para que no vea a sus verdugos. Ni sabe el día que es (nochebuena), ni le importa. No hay preguntas. Solamente golpes, descargas eléctricas, le han roto los dedos de las manos, le azotan las plantas de los pies con una vara... Y además, le desean felices fiestas...


El médico. Está de guardia, lleva 36 horas sin dormir, para que una compañera pase las fiestas con sus hijos, en el Servicio de Urgencias del Hospital Universitario. La noche está siendo muy tranquila, demasiado tal vez. Todo el mundo parece estar cenando con la familia, y hasta que no pase la misa del gallo, no se pondrán en carretera, y no empezarán a llegar, solos, en parejas, o en grupos... Con un poco de suerte, serán solamente cortes, magulladuras, indigestiones... Pero también vendrán las víctimas del tráfico, peatones, conductores; intervenciones muy urgentes, en las que demasiados perderán la vida... El médico se despereza, mojandose la cara en el lavabo, tiene los ojos rojos y le tiembla un poco el pulso, pero estará bien en cuanto se tome otro café con hielo... Suena su busca... Ha llegado el primer paciente...


El cura. Una nochebuena más, se repite el mismo ritual. Personas a quienes no ha visto en todo el año, se acercarán para que les dé la forma consagrada. Católicos de una sola noche, olvidan la necesidad del sacramento de la confesión, y más todavía cuando vienen tan poco a misa. ¿Vendrá también el mismo matrimonio, ella enjoyada, con su abrigo de pieles, pero con el ojo morado que se adivina debajo de una generosa capa de maquillaje? ¿La acompañará su marido, solícito y atento en público, pero despótico en privado? Las mismas personas de siempre ayudarán con la colecta... y los mismos ricachones harán ostencación de su dinero, metiendo en la cesta un billete de quinientos... y la pobre viuda, con su billete de 20, demostrará mucho más amor, porque realmente le hace falta, y porque viene todos los días a la iglesia, para tener un poco más de calor que en su casa... Personas anónimas, celebrando uno de los días grandes de la cristiandad, en el nombre del Padre....


La puta. Como decía el gran Carlos Gardel, "sola, fané y descangallada...", así se encuentras muchas trabajadoras del sexo, compañeras ocasionales, amantes previo pago, o como quieras llamarlas, en esa noche tan especial, en la que tanta gente (menos los que hemos mencionado antes... y los que vienen después) suele tener ansias de amor, o por lo menos, de compañía. ¿Cuantos solitarios cogen el coche en Nochebuena, para buscar en cualquier polígono, un poco de placer? ¿Cuántos llaman al servicio de información (cualquiera, el que sea), porque necesitan "urgentemente" una señorita de compañía? Muchos más de lo que crees... Es uno de los trabajos más antiguos del mundo, y también uno de los más peligrosos, al margen incluso de la existencia de chulos, de traficantes de mujeres, de proxenetas... Y se merecen un respeto, pues son amigas (y amigos, no olvidemos a los travestis y a los chaperos), que nunca fallan...




El huerfano. En la casa de acogida, todos duermen. ¿Todos? No, el niño mediano, que cumple ocho años esa noche, está nervioso. En su carta, solamente ha pedido una cosa, nada más: una foto de sus padres biológicos, aunque se conformaría con una de su madre. Como él es rubio y con los ojos azules, se imagina que ella será igual. En su armario tiene una carpeta azúl de cartón con solapas, llena de fotos de mujeres y de niñas rubias, en quienes imagina a su madre y a sus hermanas, y sueña con estar con ellas alguna vez... Su madre adoptiva, que lo escucha dar vueltas y más vueltas, se pregunta cuando le podrá decir que toda su familia murió en el accidente de tráfico... Pero no será esta navidad...




El poeta. Mira la luna llena, buscando la inspiración, y reflejados en ella, ve los rasgos de su amada. "Tu pelo es oscuro como la teca, como el puente de madera de un navío de guerra. Cae, lacio, uniforme, hasta el comienzo de sus senos. Su frente, blanca, inmaculada; sus cejas, perfiladas, acompañan su boca cuando ríe... Sus ojos, inmensos, dos mundos reflejados, que miran ansiosos con hambre de conocimiento... Su nariz, pequeña, respingona, cuyas aletas parcen tener un movimiento propio al detectar cualquier perfume... Y sus labios, turgentes, del color de la granada, dejan asomar un atisbo de lengua... Sus dientes, inmaculados, que parecen haber salido de un anuncio de dentífrico..."




El parto. Nace un niño en el campo de refugiados. No hay partera, ni comadrona, ni médico, ni nada parecido. La mujer lleva veinticuatro horas esperando a ese niño sin padre, fruto de una violación. No hay medidas de seguridad en el campo, nadie se encarga de vigilar. Las mujeres intentan ir juntas a todas partes, pues en el número está su protección. No sabe qué hacer con esa criatura... Tiene dieciseis años, pero aparenta treinta. Si nace muerto, lo tirará al vertedero; y si nace vivo... bueno, ni lo quiere, ni lo desea, ni le importa...




La azafata. A quince mil metros de altura, el avión se abre paso entre la noche perpetua. Cansada tras tantas horas de vuelo, aprovecha unos minutos para sentarse en el transportín. Le duelen los pies, las piernas, a pesar del calzado cómodo y de las medias de descanso. Sus piernas y sus caderas, su blusa blanca y sus pechos opulentos, la chaquetilla azul... Repasa un momento el maquillaje, necesita un poco más de brillo en los labios, un poco más de colorete en las mejillas, perfilar de azul turquesa sus ojos... Piensa en su casa, en su gato atigrado, en su planta del dinero... Y se alegra de no estar sola aquella noche...




Navidades negras por todo el mundo. Siempre habrá personas con menos suerte que tú...Disfruta por lo tanto de cada instante, de la compañía de tu familia y de tus amigos, o de tu osito de trapo si eres como Mr. Bean... Que tus navidades no sean negras... tíñelas del color de la esperanza...


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