martes, 25 de mayo de 2010

AQUELLA PALABRA EXTRAÑA...


Volviendo la vista atrás, compruebo tal vez un poco asustado, pero solo un poco, que existe una palabra que jamás pronuncio, como si pesase sobre ella una maldición: "amor". Lo más cerca que estoy de hacerlo es cuando digo que "estoy enamorado..." o bien que "quiero" a alguien... De hecho, ni siquiera se lo digo a mi mujer, ni creo de hecho haberla pronunciado más de cinco o seis veces en toda la vida... lo cual viene a ser una vez cada seis años y pico, en el mejor de los casos...¿Qué tendrá aquella palabra, que me da tanto miedo? ¿Por qué me intimida tanto?


Como diría el Abuelo Cebolleta... "cuando yo era joven...", las cosas me parecían bastante más sencillas que hoy, o tal vez lo era mi forma de hacer frente al mundo, a las preocupaciones, sobre todo por un futuro que siempre parecía estar demasiado lejos, ser demasiado extraño o estar demasiado envuelto en las brumas del tiempo... Y por supuesto, el amor, da igual que fuera con mayúsculas, comillas, paréntesis o de cualquier otra manera, no dejaba de ser una incógnita... al menos, el correspondido... Siempre defendía que yo era "un romántico con ataques de realismo", que algún día conocería a "aquella persona tan especial" que me haría sentir "completo", y al menos en siete ocasiones he pensado que la había encontrado... ¿Recordáis aquella larguísima historia, "Segundo y séptimo amor"? Es como si en la casilla de estado civil, yo pusiera siempre "enamorado"...
Supongo que el pequeño detalle era el ser correspondido...
Pero incluso ahora, me sorprende que una persona como yo, que habla y escribe sobre el amor todos los días, sobre sentimientos extremos (rabia, ira, miedo, dolor, celos...) siga teniendo problemas a la hora de pronunciarla... Como mucho, y haciendo un pequeño homenaje a la película "Ghost", puedo responderle a Fátima: "idem"... Y ella me sonríe...
Ahora, que soy más viejo, pero no más sabio, debo reconocer que le tengo miedo... Como si decirle a alguien "te amo" fuera, de alguna manera, ceder el control de una parte de mi vida, de mi cuerpo (el corazón, el cerebro no, que lo tengo demasiado ocupado), a otra persona... y al mismo tiempo exponerte a que te arranquen el alma si la pierdes... Amar debería ser la entrega absoluta, de tu cuerpo, tu alma, tu futuro (¿a quién le importa el pasado?) y, sobre todo, el presente, a otra persona... No sé, espero que con el suficiente entrenamiento y práctica, conseguiré pronunciar aquella extraña palabra... AMOR...
Esta tarde, al volver a casa, comenzaré con los entrenamientos... Cogeré a nuestro gato Chiqui, con sus casi siete kilos de peso y barriga cervecera, lo acunaré entre mis brazos, y le diré, bajito... amor... de gato...

1 comentario:

  1. una historia muy hermosa... supongo que es cuestión de perder el miedo... y atreverse a ser rechazado...

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