viernes, 30 de abril de 2010

AQUELLA TAZA DE CAFÉ... CON SU PLATITO



Una taza de café, vacía, sobre una mesa de metal... nada más: ni la socorrida cucharilla escurriéndose en el borde del plato, ni un solo resto del sobre de azúcar, o una servilleta de papel arrugada...

Nada... absolutamente nada, al margen de lo más evidente: que nadie le ha prestado la más mínima atención a la persona que ha compartido su espacio vital con ellos, en aquella pequeña plaza peatonal, de cualquier ciudad europea... Podría ser Madrid, o Barcelona, Bruselas... pero me gusta pensar que es París...


¿Y por qué París? Bueno... es una de las ciudades más hermosas que conozco, y le tengo un especial cariño... Pero mejor no disperses tu atención, céntrate en la taza, vacía, en todas las cosas que faltan, y sobre todo en lo más importante... En quién la dejó ahí... y en las distintas posibilidades que se abren, a partir de un objeto tan cotidiano... Sí, es otro de mis juegos...


Mesa izquierda de la terraza, 17:15. "No ha venido... Él no ha venido... Tanto tiempo hablando de nuestro encuentro, de que ya era hora de olvidarnos del face, de las redes sociales, de las tonterías y las contraseñas para reconocernos incluso en otros foros... Hemos pasado casi un mes, intentando quedar en este café de la Place Magellan, ajustar nuestras agendas, buscar incluso posibles coartadas... Pero no ha venido... Y aquí estoy yo, como una gilipollas, tomándome una taza de café frío, sin azúcar, ni leche, ni nada... Así es como me gusta el café, cargado, fuerte, con cuerpo, como los hombres, no como el imbécil de mi querido novio... Por eso, justamente, me ha atraído el perfil de Guillaume: treinta años, fotógrafo, experiencia en bodas, y en el mundo de la moda... Su foto me ha impactado, esa mandíbula recta, poderosa, con el pequeño hoyuelo... Sus ojos, que parecen de un color gris acerado... No deja de ser curioso que un fotógrafo sea tan poco pródigo en lo que a él se refiere: no tiene más fotos que un par de perfiles o contraluces que le ha hecho otra persona, el resto son todo muestras de su trabajo, muy bueno, por cierto... Ya lleva quince minutos de retraso, y mira que quedamos a las cinco de la tarde... Como no soporto llegar tarde, estaba paseando por la plaza desde las cinco menos veinte, mirando los escaparates de las tiendas de ropa, de souvenirs, incluso he entrado en la pequeña iglesa, Notre Mère du Suplice, para matar el rato... Luego, me he sentado en la primera mesa que he visto libre, que los parisinos son como los caracoles, en cuanto llegan los primeros rayos de sol, todos a la calle, para celebrarlo... No quería pedir nada, pero se me ha acercado el camarero, y me ha preguntado educadamente pero con cierto retintín si pensaba tomar algo en la terraza... Por eso le he pedido el café, para que me dejase tranquila un rato... Y así ha sido, en cuanto me ha traído el café hirviente, y me ha cobrado, ha perdido todo interés por mí... Pero ya no puedo esperar más tiempo, y no es que me moleste especialmente... pero creo que en una primera cita, después de tantos tiempo chateando, tendría que haberse esmerado más... Lo dicho, me voy..."

Mesa derecha de la terraza, 17:16 horas... "Mírala, está allí, tan hermosa, tan sugerente, tan... No se me ocurren palabras para describirla, encarna todo lo que realmente amo, y todo lo que me da miedo en una mujer... Tal vez, en otras circunstancias, podríamos habernos conocido, hacernos amigas, ir de compras juntos... Pero no va a poder ser, no al menos aquí ni ahora... Todo ha sido un juego, una necesidad de imaginar otra vida, de ser otra persona... Por eso he creado un nuevo perfil en la red, que me permitiera al menos unas horas al día, vivir como un hombre... ¿Y ahora, cómo puedo acercarme a ella? ¿Cómo puedo decirle: no esperes más a Guillaume, pues no existe? Solo estoy yo, Géraldine... Nunca pensé que la posibilidad de vivir otra vida representase una nueva forma de prisión..."

Y la taza de café se enfía, lentamente, abandonada por dos mujeres entristecidas...

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