jueves, 22 de abril de 2010

UN CUERVO LLAMADO CICERÓN EURÍPIDES



Acechando, desde el tronco mutilado de un árbol, contemplo el mundo a mis piés... O a mis patas, mejor dicho... pues no siempre he sido un cuervo, perdido en el bosque de la gran ciudad...

El primer día, supongo, fue el más complicado, aquél momento tenso, extraño, en el que terminó de forma brusca mi vida... como humano...

Mi nombre era Cicerón Eurípides García Hontanilla... sí, mis padres siempre han tenido mucho sentido del humor... al menos en aquellos tiempos no estaba leyendo a Séneca, a Sócrates, o a cualquier otro filósofo o estadista de los primeros tiempos de la democracia ateniense... Y trabajaba de periodista free-lance, o sea, de los que corren con todos los gastos de un reportaje, de una historia o de unas fotos, y luego se arriesgan a que luego nadie quiera comprarla... pero de todas formas, tú tienes que pagar autónomos, alquiler, gas, luz, y sobre todo, teléfono...

Y mi especialidad era seguir con el coche a ciertos personajes más o menos famosos del mundo del corazón, con sus peculiares rutinas y manías, para sacar sobre todo comportamientos más o menos llamativos, que de una manera u otra podían interesar al gran público... Por eso, cuando me llegó el rumor sobre la extraña manera en que un prestigioso entrenador de fútbol planificaba sus estrategias y fichajes, o los rituales que seguían todos los jugadores antes de saltar al campo, con pentagramas, velas, incienso, y ocasionales sacrificios de gallinas... o al menos, eso es lo que se escuchaba en los mentideros... Pensando que estas peculiaridades podrían convertirse en un reportaje interesante, decidí ocuparme de los preliminares...



Las fotos... Si no hay fotos, no hay historia... Afortunadamente, en este caso, no fue complicado: mientras los porteros y demás personal auxiliar de los grandes estadios sigan cobrando un mierda, y abriendo y cerrando las puertas del parking a un grupo de deportistas que ganan más dinero en una sola temporada, por pegarle pataditas a una pelota, eso los días que juegan, que ellos en diez vidas... Por eso, con una pequeña cantidad de euros educadamente ofrecida, un empleado de mantenimiento te permite acceder a los vestuarios con una pequeña cajita negra y una bolsa de deporte... y salir de allí media hora más tarde, cualquier martes del mes... Es un truco que funciona, lo mismo que enterarte de los cumpleaños, aniversarios de bodas, santos... es una cuestión de cortesía, y de relaciones públicas... Aquella mañana, instalé tres micro-cámaras con objetivo regulable en los vestuarios, dos en la sala de planificación, y cuatro micrófonos, además de una pequeña central emisora camuflada en el doble techo, que realmente actuaba como un mini-ordenador, en el que programé los horarios de los entrenamientos de la semana, y sobre todo, del Gran Día.... Las baterías, de iones de litio, me permitirían ver lo que pasaba, y comprobar si aquellas ceremonias macabras realmente se celebraban. Lo único malo era que tendría que volver a entrar a los vestuarios el lunes, para retirar todos los equipos, y hasta ese momento, no tendría acceso a las imágenes. El partido fue bastante bueno, aunque los jugadores alternaban momentos de extraña pasividad, con certeros estallidos de rabia y violencia, que sin duda alguna contribuyeron a crispar el ambiente... y degeneraron en una lluvia de tarjetas amarillas y con la expulsión del portero por agredir al centrocampista del equipo contrario... Sí, ganaron por tres a uno, pero fue un derby muy extraño...


Por supuesto, cuando me puse a revisar las grabaciones... bueno... pude comprobar que todos y cada uno de los comentarios sobre los "peculiares" métodos que usaba el entrenador para conseguir que su equipo consiguiera salir de segunda división, y convertirse nada menos que en un rival digno del Real Madrid, del Atlético de Madrid y del Barça, no solamente respondían a la realidad, sino que además, se quedaban cortos... De los cánticos, prefiero no acordarme, pues eran capaces de helar la sangre en las venas, al estar pronunciados en una lengua extraña, pero al mismo tiempo, curiosamente familiar... El primero en llegar al vestuario fue mister Vassilli Zaitevo, de origen eslavo (no se conoce exactamente su país de nacimiento), cuyo aspecto y modales eran bastante inquietante: más de dos metros de altura, y el resto de su cuerpo era más propio de un pívot de baloncesto que de una persona corriente. Con la cabeza totalmente afeitada, igual que las cejas, sus ojos son de un color extraño, mezcla de violeta claro y azúl turquesa, no tiene barba ni bigote, su boca es pequeña, la mandíbula cuadrada a lo Kirk Douglas, y su piel, casi completamente albina...


Lo primero que hizo fue apartar todos los bancos contra las paredes, creando de esa manera un amplio espacio circular en el centro de la sala... luego, colocó cuatro pequeños pebeteros en las esquina, y los rellenó con una extraña mezcla de hierbas y un compuesto gelatinoso, que al encenderse desprendía una extraña luz verdosa (debajo de ellos, esparció una generosa cantidad de sal gorda), y en el centro de la sala colocó lo que parecía ser un trípode, y un antiguo brasero de cobre bruñido, dentro del cual puso una pequeña cantidad de hierbas de otro saquito, y cuando el equipo entró en la sala, en vez de estudiar estrategias, se quedaron todos en pantalón corto, y se sentaron alrededor del míster... El vestuario empezó a llenarse de humo, y de vapor de agua, pues habían abierto al máximo los grifos de todas las duchas...


El resto de la grabación estaba bastante borroso, pero al mismo tiempo, era mejor de esa manera: en un momento dado, el entrenador sacó de su bolsa negra una gallína, la decapitó de un mordisco, y luego la escurrió como si fuera una lata de refresco dentro de una copa.... Y antes de pasarsela a los jugadores, le añadió cierta cantidad de licor incoloro, posiblemente vodka, y otro puñadito de hierbas.... Mientras que de uno en uno apuraban la extraña pócima, seguían repitiendo la misma letanía una y otra vez, en aquella lengua que me recordaba mis antiguas clases de latín... Estuvieron así durante casi una hora, apurando hasta el último minuto de tiempo antes de vestirse de nuevo, y salir al campo...


¡Por eso se comportaron de manera tan agresiva! ¡Aquél fue el motivo de su remontada: salían de los vestuarios tan sumamente rabiosos y colocados, casi en estado de trance, que no les importaban ni las lesiones propias (el capitán estuvo corriendo medio partido con la rótula destrozada), ni mucho menos las ajenas! No se trataba de una combinación de entrenamientos, aprovechar las oportunidades, o simple buena suerte: ¡su entrenador era un hechicero! Enseguida, supe que aquél podía ser mi gran momento, pues la historia tenía todos los ingredientes para convertirse en el "scoop" del año: equipo de segunda que llega a la cumbre, entrenador poco ortodoxo, sangre y drogas, extraños rituales...


Justo al final de la grabación, cuando los jugadores abandonaban el vestuario, el entrenador se acercó a la micro-cámara principal que se encontraba en el centro y, haciendo un gesto inequívoco de pasarse el dedo índice por el cuello, dijo algo, en voz tan baja, que no pude oírlo bien... Y segundos después se quedaron en negro todas las grabaciones, igual que los sonidos... Tuve que esperar a llegar a casa (el primer visionado de la cinta lo hice en el coche) para rebobinar la película, y tras varias escuchas, logré descifrar la amenaza, pues de ello se trataba: "Avis corpore transmuto"... o sea, te transformarás en ave... No le hice ni caso, y dediqué el resto de la tarde a editar las cintas, para obtener los momentos más escabrosos, y ofrecerselos a las cinco emisoras más sensacionalistas de los canales digitales... Su reciente victoria sin duda alguna incrementaría su valor... Metí las pruebas en mi mochila, y como el ascensor de mi edificio no funcionaba, bajé por las escaleras, alegre como una cabritilla...


Mi portal tiene una puerta de cristal de seguridad, y apenas traspasé el umbral, supe que tenía un problema... Noté el impacto de un tremendo balonazo en el plexo solar... pero mientras caía hacia atrás, pude ver que no había nada empujándome, sólo aire... décimas de segundo más tarde, me estrellé de espaldas contra el cristal... haciéndolo añicos... con tan mala pata que una de las finas astillas seccionó la arteria carótida... Noté que alguien se acercaba a mí... ¡Era el entrenador! En vez de ayudarme, me escupió a la cara, repitiendo una vez más la frase, no sin antes quitarme la mochila...


Y así me encontró doña Clotilde, la vecina del Segundo F, cuando paseaba a su chiguagua Atila: en medio de un mar de sangre... Desde luego, la imagen resultaba como poco grotesca, pues al puto perro le faltó tiempo para empezar a lamer la sangre que se derramaba a mi alrededor...


¿Que cómo sé yo todas estas cosas, si estoy muerto?


Bueno... digamos que en el último segundo de mi vida, se acercó a mí un cuervo, grande y negro, parecido a los de la Torre de Londres, y se posó sobre mi pecho... Nuestras miradas se encontraron, y de alguna manera, nuestras almas cambiaron sus lugares... Por lo que él murió dentro de mi cuerpo... Y yo seguí viviendo dentro del suyo... La maldición se cumplió, por supuesto, las cintas jamás verán la luz... y aquí estoy yo, un ilustre cuervo negro, llamado Cicerón Eurípides García Hontanilla... Cuyo único consuelo en esta vida es poder cagarme, literalmente, en los coches de todos los miembros del equipo, y por supuesto en el del entrenador... Intentaré reclutar para mi causa a todos los córvidos de la zona, y también a palomas y gorriones, para hacerles la vida imposible... Desde luego, no deja de ser irónico que un "paparazzi" como yo se reencarne en carroñero... aunque por otra parte no deja de tener cierta lógica...


Pero esa es otra historia...

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