miércoles, 28 de abril de 2010

SIN TIBURONES, NO MOLA...


Ayer por la tarde me fui a la piscina con mi mujer... Y creo que la única que realmente disfrutó fue ella... ¿Será porque yo odio el agua? ¿Porque no soporto el cloro en los ojos? ¿O más bien que me ponen nervioso las aglomeraciones? Creo que ayer, durante la hora que pasamos nadando, no hice más que reafirmarme en estos tres principios


No es por pereza exactamente, pero creo que hay dos acciones que no concibo sin un buen motivo: correr y nadar. Cuando me apetece correr, prefiero ponerme los patines, coger la bici... pues carezco de la motivación adecuada: un tigre, un león, un velociraptor, un tiranosaurius rex, una hora de zombis, un grupo de caníbales... o simplemente que se te escape el autobús o el metro... O sea, razones de peso, que justifiquen el esfuerzo realizado, lo que por supuesto no impide que mire con admiración a los corredores mañaneros que se lanzan al frío, a la lluvia, adonde haga falta, acompañados por su mp3 o mp4, y que comienzan o terminan de esa manera la jornada... Y con la natación, me pasa lo mismo: que no me gusta. Creo que esto se debe en buena parte a las clases de natación que me dieron cuando era un crío, el profesor era un estricto gobernante inglés que solamente se interesaba por el número de largos que hacíamos en determinado tiempo.


Me bastó con traspasar el umbral del pabellón municipal, para regresar a ciertos recuerdos de mi infancia y adolescencia nada gratos. Luego, te aclimatas un poco, a pesar de los vestuarios rebosantes de gente, la escasez de bancos, y que realmente no te sientes a gusto... Cuando bajo a la piscina, sólo veo las corcheras, que separan las distintas calles, y una lenta procesión de nadadores en la única que realmente me interesaba: los vehículos lentos. Era como trasladar un atasco de la M-40, hasta un único carril, que por si fuera poco tenía dos sentidos... Los primeros 4 largos, los hice sin demasiado problema, a buen ritmo... pero después, me costaba mucho dar cada brazada, porque me faltaba el aliento... Y eso que llevo casi 7 años sin fumar... Necesitaba pararme unos minutos después de cada trayecto, y al final, me salí del agua al cabo de 40 minutos, físicamente agotado... Además, dio la casualidad de que por la misma calle estaba nadando un chaval más joven que yo, con un solo brazo... el otro era un muñón de unos 15 centímetros de largo... Era impresionante ver cómo lo hacía, no se cansaba...


Será que me hago mayor, pero me duelen absolutamente todos los músculos del cuerpo, sobre todo hombros y rodillas... Las agujetas son menores de lo que temía, pero sigo sin verle la gracia a las piscinas de invierno, donde la gente va solo con el propósito de hacer ejercicio, y no se para, simplemente, a observar o cotillear... Las piscinas de verano son otra cosa: vas a charlar con los amigos, a tomar el sol, disfrutar de una buena merienda, solazarte un poco sobre la toalla, y por qué no, también le dedicas unas cuantas miradas a los demás bañistas, observas los juegos que tienen lugar en la cancha, el vuelo de los pájaros, la manada de hormigas rojas que se lanza sobre los restos del bocata... No sé, cualquier cosa...


Lo que menos me gusta, es que tendré que volver a la piscina esta semana, o como mucho la que viene, para ver si mejoro un poco la espalda... Eso sí, me pondré en la calle de los abuelitos del Imserso, que no estoy ya para muchos trotes... Aunque si me encuentro con un tiburón... no voy precisamente a nadar... ¡saldré volando por encima del agua!

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