Quizás ella fuera la única persona, de mi relativamente corta experiencia como docente en diversos institutos de Madrid, a quien recuerdo con cariño... Con auténtico cariño, quiero decir... Tal vez porque era la alumna más brillante que he conocido, y porque destacaba como una princesa de cuento de hadas en mitad de la mediocridad imperante en 1º de la Eso de aquél centro... No, todavía no tengo hijos, pero al conocerla, no pude evitar pensar que sus padres tenían mucha suerte de tenerla como hija... o que a mí tampoco me importaría tener una hija como ella...
Era la primera vez que obtenía una vacante de curso completo... y también la primera vez que ejercía de tutor de un grupo.. Aquél grupo de 1ºB... Recuerdo muchas de sus caras... algunos de sus nombres... y cómo les costaba aprender un idioma que les era desconocido... Los jueves por la mañana, tenía doble sesión con ellos: primero de tutoría, aunque les dejaba bastante libertad para leer, estudiar... y luego, después del recreo, clase de francés...
Con ellos, con mi grupo de 1ºB, compartí aquella mañana del 11-M... Mientras me dirigía al instituto por la M40, no paraba de ver un flujo constante de ambulancias, que bajaban en procesión hacia Madrid, en medio de un caos ordenado de luces, sirenas... Cuando llegué a clase, estaban todos muy nerviosos, como es natural... Yo también lo estaba... No pude hacer otra cosa que intentar calmarles... Los padres de algunos alumnos cogían esos trenes para bajar a Madrid.. Y yo también conocía gente en el instituto de Santa Eugenia, donde estuve dando clases durante unas semanas el año anterior... Recuerdo que nuestro mayor afán era conseguir cobertura con los teléfonos móviles, pero las líneas estaban saturadas... Muchos padres vinieron a buscar a sus hijos durante la mañana...
Después de aquella experiencia, y del minuto de silencio que guardamos casi todos los alumnos y profesores del instituto el día siguiente, salvo los habituales cafres de 4º A y 4ºB, que aprovecharon para fumar un cigarrillo, algo cambió en la clase... No sé, dicen que pasar juntos una mala experiencia une a la gente, pero creo más bien que se olvidaron de ello... A los 11 años, tienes demasiadas cosas importantes en las que ocuparte, como para andar pensando en muertos y heridos... Sí, yo estuve allí, recorriendo, en silencio, las calles de Madrid el día 12, bajo la lluvia...
El resto de los meses transcurrieron con los problemas y sinsabores habituales, cuando tratas de enseñar una asignatura secundaria, optativa y escasamente considerada... Me cansé, es cierto, de pelearme con los alumnos de 3º y 4º, los primeros no venían a clase, y los segundos convertían cada sesión en una pelea de gallos, y raro era el día en que no tenía ganas de expulsar a alguien por su mal comportamiento... Y el principal aliciente seguían siendo los de siempre, los chavalitos y chavalitas de 1º... Eran como esponjas, muchos de ellos estaban interesados en la materia, y los otros, al menos, no molestaban demasiado... Era fácil quererlos... Incluso a Nerea o a Iván, los más alborotadores, les terminabas cogiendo cariño... Pero ella, Lucía, destacaba por encima de todos, unos ojos hermosos que miraban el mundo con hambre de infinito, y una inteligencia privilegiada... Era la mejor en todas las materias, en cerrada competición con otras dos o tres chicas... y durante todo el año, tuve el gusto de comprobar su evolución... Al conocer a su madre en la tutoría, comprendí de quién había sacado sus hermosos ojos. Me pidió que le echara una mano, porque tenía algunos problemas con sus compañeros, básicamente por celos... y creo que no salió mal la jugada...
Lo hice lo mejor que pude, lo que no quiere decir que lo hiciera bien... Y cuando terminó el curso, abandoné la docencia... aunque primero me abandonó ella a mí... Me presenté una vez más a las oposiciones, por prescripción familiar, y lo dejé... No me arrepiento de haber abandonado la docencia, sobre todo partiendo de la base de que nunca me gustó, nunca tuve vocación... Por eso, ahora no voy a decir que añore la enseñanza, ni mucho menos a criticar a los alumnos por ser como son (algunos de ellos, auténticos cafres sin ninguna motivación por el estudio)... Pero, durante todos estos años, de vez en cuando me acordaba de ella, de Lucía... Ayer por la mañana, movido quizás por la nostalgia o el aburrimiento, la busqué en internet... Y la encontré... Verla de nuevo, después de tanto tiempo, recordarla como una niña de 11 años, y ahora la veo como una hermosa adolescente de 18, que por si fuera poco ha sacado una de las mejores notas en la selectividad de los últimos años... Mirar una vez más sus preciosos ojos... Y escucharla... que hablase de la importancia del papel de los padres para superar los malos momentos... o de su intención de estudiar medicina...
No sé... De repente, he vuelto a sentirme orgulloso de haber sido su profesor, su tutor, aunque fuera solamente durante un curso escolar... Y, por supuesto, con todos los profesores que habrán pasado delante de ella durante estos años, es imposible que se acuerde de mí... Pero me gusta pensar que, aunque fuera en una minúscula parte, he podido contribuir en su formación como persona... Y me siento muy orgulloso de ella...
Debe ser que me estoy haciendo mayor...
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