martes, 4 de enero de 2011

ESQUIVOS BUENOS RECUERDOS...

Quizás nunca mejor que hoy, cuando sigo mirando el mundo con ojos de lunes, un poco cansados, para empezar a recordar... a mi padre... En algunas ocasiones, bien por comparación con mi abuelo, o por omisión manifiesta, su forma de ser, y sus recuerdos, se han dejado sentir en el blog... Podría contar muchas cosas sobre él, algunas buenas, otras malas, pero como las malas ya están demasiado incrustadas en mi forma de ser, prefiero sobrevolar las positivas... tal vez por esa necesidad de adentrarme en el nuevo año algo más libre de lastre inútil de lo que salí el anterior... Casi todos los recuerdos que hoy comparto contigo se remontan como muy tarde a cuando yo tenía catorce años... y cito solamente los buenos... que los malos ya los tengo demasiado presentes en mi corazón...

Recuerdo la ceremonia del pavo, que se repetía de manera indefectible, en la nochevieja... Poco importaba que nos sentásemos 12 a la mesa, o que fuéramos 5... el pavo relleno, con receta libremente adaptada de mi familia alemana, era la ocasión de todo el año en que mi padre sacada a relucir sus dotes culinarias... Los ingredientes, supongo que eran los de siempre: un pavo bien cebado, cebolla, carne picada, ciruelas, nueces picadas, el hígado del pavo, lonchas de beicon, más ciruelas deshuesadas... La preparación llevaba un par de horas largas, otro tanto de horno... Y cuando lo llevábamos en procesión hasta la mesa del comedor, lo flambeábamos... para cantarle el "Happy pavo to you..." Y nos pasábamos una semana entera comiendo pavo, guarnición, salsas...  Con el paso del tiempo, la familia ha ido menguando... y el pavo se ha convertido en pollo deshuesado relleno... Mi padre cocinaba dos o tres veces al año... pero siempre era un espectáculo: sus otras recetas favoritas eran la chucruta a la alemana (con tocino, varios tipos de salchichas...); el "goulage" (picantito...) y el "steak tartare"...

Otro fragmento de mi infancia era el tradicional viaje hasta la costa... Mi padre se acostaba alrededor de las ocho de la tarde, para intentar dormir unas cuantas horas, antes de ponerse en marcha... En la casa, aquellos remotos tiempos, no se escuchaba ni un ratón: todos reunidos, con la tele muy bajita, mientras pasaban las horas... Como él era el único conductor de la familia, era quien marcaba los horarios, pero no le gustaba conducir de día... Y sobre la una de la madrugada, en cuanto abría los ojos, llegaba el bonito procedimiento de cargar todo el equipaje de cinco personas, incluyendo una tele de catorce pulgadas y una lavadora azul de la marca "Jata", dentro de un venerable Renault 6 de color blanco, llamado "Copito"... Era como jugar al "Tetris", pero con maletas, sombrilla, sillas de playa, equipaje y las inevitables maletas llenas de libros... Un largo viaje al otro extremo de la noche, hacia las cálidas arenas de Cullera... Mi padre, fumando incansablemente para mantenerse despierto, mientras casi todos los demás dormíamos... El final del viaje siempre era el mismo: escuchando "Valencia", con la soberbia voz de Alfredo Kraus... o bien "En forma", de Glen Miller... Y las primeras luces del día nos pillaban, casi siempre, mirando el mar...

Era un apasionado de la música clásica, sobre todo de Beethoven, Mozart, Mahler... Y las óperas, en alemán o en italiano... Durante algunos años, nos llevaba a mi hermana y a mí al Teatro Real, para asistir a los conciertos de música clásica desde el gallinero, al final de la jornada... Era una gozada, aunque muchas veces, me quedaba dormido, no porque me disgustase lo que estaba escuchando, sino de puro cansancio... Yo era muy pequeño, es cierto, pero mi hermana lo era más, y sin embargo, no se dormía... Recuerdo muchas tardes, utilizando una pequeña linterna para seguir la partitura de "La Pasión según San Juan" de Johan Sebastian Bach... y mientras que él leía directamente el texto en alemán, yo tenía que consultar a la vez la letra en español... Eso sí, por mucho que lo intentó, sigo odiando la ópera en francés...

También era un gran lector, compulsivo, a quien era tremendamente raro ver sin un libro en la mano... y sin un cigarrillo en los labios... Se dejaba guiar por sus grandes pasiones, la música, la cultura... y tenía sus autores fetiche: Marañón, Galdós, Christian Jacq (para todo lo relacionado con Egipto), Laín Entralgo (su ídolo),  Fernández Álvarez (en novela histórica), Tom Clancy (intriga), Robin Cook (medicina)... Igual se pasaba una semana releyendo historias de "El Coyote", que la siguiente estudiaba egipcio con mi hermana... Conservamos muchos libros suyos, incluyendo una densa selección de biografías de genios de la música clásica en varios tomos... o sesudos análisis sobre la política en España, los partidos... y una enorme colección de libros en francés... que dudo mucho que vayamos a leer alguna vez...

Le gustaba viajar, igual que a mi madre... y gracias a los billetes de Iberia (mi madre trabajaba en el departamento de ventas por teléfono), hemos recorrido muchos países, conocido muchas ciudades, y vivido experiencias que ahora añoro... Eran viajes en familia, aunque pocas veces nos acompañó mi abuelo, sin contar aquél viaje a París, o la tradicional migración al Mediterráneo... y todo estaba milimétricamente planificado, como si se tratase de una operación militar: las maletas perfectamente empaquetadas, las guías a mano, el dinero, oculto muchas veces entre el cinturón especial y la bolsa en faltriquera de mi madre, los hoteles escogidos en función de su facilidad de acceso al transporte o de su emplazamiento... De vez en cuando, contratábamos los servicios de un guía local, pero casi siempre era una aventura... Mi madre siempre decía que era mejor viajar menos que algunos de sus compañeros, pero hacerlo con toda la familia...

También era tradición, un par de veces al mes, recorrer distintas zonas de España: la ruta de los castillos, la del románico catalán, la del gótico... Eran jornadas muy largas, agotadoras, que dejaban en mi interior la sensación de no estar a la altura, para asimilar tantos conocimientos, en tan poco tiempo... También hemos cruzado España entera en un fin de semana, para ver una exposición en Santiago de Compostela y  otra en Gijón... y hemos seguido en su peregrinar casi todas las ediciones de "Las Edades del Hombre"... Se quedó con muchas ganas de hacer "la Ruta del Quijote", o la "Ruta de la Plata", quien sabe, igual las terminaré haciendo yo...

No era hombre de acción, ni fan de ningún deporte, como mucho, le gustaban los toros, y fue a varias corridas con mi hermana, sobre todo le atraía el rejoneo... Yo siempre me negué a asistir, incluso a ver esa desgraciada fiesta nacional. También le atraían los saltos de esquí, especialmente los campeonatos de Año Nuevo... Y de muy pequeños, jugábamos al fútbol ocasionalmente en el patio de mi abuelo...

La cultura, en todas sus variantes, era su obsesión... Mantenerse informado, investigar cosas, escuchar su música (que no la mía)... Ahora bien, las cosas tenían que hacerse siempre a su manera, y mi madre tenía bien poco que opinar... y mi hermana o yo, mucho menos...

Sí, es posible que este puñado de recuerdos, unidos a tres o cuatro momentos de compartir inquietudes, como durante algunos tramos de la enfermedad de mi madre o la de mi abuelo, no parezcan gran cosa, para treinta y dos años de convivencia... Pero es lo que hay... Y si hubo más, en este momento, no lo recuerdo... Puesto que incluso para los buenos momentos, mi padre se guiaba por lo que podríamos llamar "oligarquía del conocimiento"... o "despotismo ilustrado"... Su voluntad era ley, por ser el más grande, el más fuerte, el más culto, el más preparado, desde cosas tan sencillas como escoger el programa de la tele, la peli en el cine, incluso mi ropa... Y todas las raciones de cariño, de afecto, de paciencia, o cada vez que yo,  simplemente, necesitaba alguien que me escuchase... recurría a mi abuelo...

Pero todo eso comenzó a cambiar... cuando yo cumplí los trece años... durante aquél año mágico en el que me fui reafirmando como persona...


No hay comentarios:

Publicar un comentario