sábado, 23 de enero de 2010

LOS HIJOS DE LA NADA



DESDE hace mucho tiempo, soy muy consciente del riesgo que entraña mi ocupación... Alimentar a estas pequeñas criaturas, casi indefensas, desde su nacimiento hasta que cumplen los tres años, es una labor muy absorbente, que requiere la máxima concentración... En cuanto cumplen esa edad, se encarga de ellos otro equipo de cuidadores... Y al final, les tomas algo de cariño... Vale, es cierto que sus caras redondas, sus ridiculos apéndices inferiores no prensiles, y sobre todo, su absoluta carencia de rabo, aunque los varones tienen algo que vagamente lo recuerda, no hacen sino confirmar su inferioridad. Además, son totalmente dependientes: hay que darles de comer, de beber, limpiarles constantemente, enseñarles a usar el arenero, abrigarles por la noche, arroparles en las mega-cunas, contarles la historia de nuestra civilización, hacerles caricias... Lo más sorprendente es cómo necesitan cariño, afecto: si no les coges en brazos varias veces al día, si no les acunas, si no perciben el sonido de nuestros corazones a través del traje aislante, sencillamente, se mueren...



No, desde luego, no son como nosotros, sus cuerpos no son fuertes y quitinosos, no poseen tampoco nuestra estatura, casi tres metros de media, ni tampoco tienen la elegancia de nuestros cuatro pares de miembros, y por supuesto, nuestra cola, dotada de aguijón, pero que jamás debemos usar con ellos, porque se mueren...



En la colonia, nadie recuerda cómo llegaron aquí... Algunos dicen que a través del espacio, en pequeñas naves, huyendo de un planeta moribundo, que, golpeado por un cuerpo celeste, ha vivido primero un brutal enfriamiento, que exterminó en tres años a casi el setenta por ciento del total de la raza... Debe ser horrible, morir de frío... y luego, su planeta fue lanzado a las entrañas de su sol: de esa manera terminó la vida, en el que fuera el tercer planeta del sistema solar... y que sus ancestro llamaron Tierra... No se ha conservado nada de su pasado, de su ciencia, de su tecnología, al margen de sus patéticas arcas cargadas de embriones, que fueron lanzando al espacio durante los últimos años de su civilización... Tampoco sabemos nada de su forma de comunicarse, de sus idiomas, de su forma de reproducirse... Crecerán por lo tanto, como extraños en medio de nuestras colonias, pero siempre serán los Hijos de la Nada...
En nuestro planeta madre, que ellos al parecer ubicaban en la "Constelación de Alfa Centauro", el sol calienta tanto, que debemos vivir bajo la superficie, y salir durante la noche... Es distinto, respirar el aire directamente a través de nuestras branquias, sentir su olor, su sabor, las partículas de metano, el ácido fluzósico... También aprovechamos la noche para reproducirnos, en largos cortejos y apareamientos que duran tres y cuatro horas humanas... Y para guerrear...




De mis protegidos, otra cosa que me llama mucho la atención es el tono de su piel, y su textura... Es algo suave, blando, de un horroroso color que oscila entre el amarillo, el rosa y el negro... En nuestros primeros intentos por cuidarlos, los acerados bordes de nuestras garras les desgarraban la piel, la carne, el hueso... Por eso, usamos unos trajes especiales, blandos, y nos ponemos el exoesqueleto acolchado... Lo que sea por nuestros cachorritos, que con el tiempo se convertirán en cualquier cosa... ¿Qué serán de mayores? ¿Qué forma adoptarán? ¿Podrán utilizar nuestro lenguaje para comunicarse con nosotros?




No es fácil encontrar los restos de una nave en medio del desierto, ni tampoco el hallar en su interior unas instalaciones de criogenización parecidas a las nuestras en los viajes inter-estelares, ni tampoco es sencillo que la colectividad decida que vale la pena realizar el experimento de llevar a término esos embriones... Si fue complicada la maduración dentro de unas instalaciones completamente nuevas y asépticas, el conseguir que se fuera expandiendo lentamente el habitáculo en nueve meses terrícolas, hasta que finalmente hicimos eclosionar a las criaturas...
Las primeras de ellas murieron en poco tiempo, no podían respirar nuestro aire... Con la segunda tanda, pasó lo mismo... Pero con la tercera, modificamos en un ambiente controlado la atmósfera, introduciendo en ella algunos gases potencialmente nocivos para nosotros, pero que a ellos le sienta bien: una combinación de oxígeno, nitrógeno... Entonces, eramos nosotros los que teníamos que usar mascarillas especiales...




Con la cuarta hornada, se terminó el problema, pues nuestros especialistas en técnicas de respiración en ambientes hostiles, dependiente del departamento de invasión inter-estelar, les implantamos directamente en las fosas nasales unos micro-dispositivos que les permiten sobrevivir en nuestra atmósfera... Los iremos haciendo madurar, entrenando para la lucha, para que nos apoyen... Solo es cuestión de tiempo... Y tal vez, si encontramos algún planetoide donde puedan sobrevivir, intentaremos formar una nueva colonia, bajo nuestra supervisión...




Pero lo más seguro es que yo no vea nada de eso... Uno de mis monstruitos me ha mordido sin querer, con su primer diente, y me ha infectado... Mi piel, en los bordes de la mordedura, ha perdido su color negro y lustroso... Incluso diría que hay algunos matices de rosa...




Lo más grave, sin embargo, no es la decoloración... No, es el virus que propagan... Pues de repente, dejo de pensar en mí como parte de la colonia, como un elemento dentro de un todo mucho más importante... Y empiezo a pensar en mí mismo como un organismo independiente... Empiezo, también, a tener sentimientos, a notar ira, miedo, tristeza, pero sobre todo, felicidad...




Al final, la leyenda era cierta: que vendrían de otro planeta unos diminutos seres, que crecerían entre nosotros, y que con un mordisco podrían contagiarnos de lo que más tememos... Unos curiosos cachorros, los pequeños seres humanos... que pueden volverte tan débil, que ya no eres útil para la comunidad... Quizás, algún día, también nosotros podamos permitirnos el lujo de sentir... Pero de momento, igual que nuestros rivales, los Mortífagos, lo importante es la expansión y la conquista...




Me despido por lo tanto de mis cachorritos de humano... Por última vez los tomo entre mis múltiples brazos, y los estrecho delicadamente contra mi pecho acolchado... Dentro de nada vendrán a buscarme, y me ejecutarán... En nuestra sociedad no hay lugar para el individualismo, en nuestra colmena todos obedecemos, somos parte del todo... aunque no estaría mal que pudieramos sentir.... Adiós, cachorritos...

1 comentario:

  1. Aunque está concebido y planteado como un relato independiente, también se puede considerar la continuación del cuento "Hacia el último minuto", en un tiempo futuro...

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