martes, 12 de enero de 2010

LA NADA COTIDIANA


"La nada.... ¿Qué es la nada?", me preguntas, cuando miramos el resplandor de las llamas...


"La nada,- te respondo desde la autoridad de mis muchos años de experiencia en el tema, cuando solo cinco años nos separan- es, por encima de todo, la ausencia... Es la indefinible sensación de haber perdido algo, de capital importancia en tu vida, sin lo cual no concibes la propia existencia..."


"Entonces... ¿la nada es una carencia? ¿O tiene parte de nostalgia?", me interrogas, trazando arabescos sobre mi brazo desnudo...


"Es más que una carencia, más que una ausencia... Muchas veces, demasiadas, usamos esa palabra en vano, aplicándola por ejemplo al contenido de la nevera... Todo un clásico: "Mamá, no hay nada en la nevera", cuando en el fondo estamos diciendo que no hay ningún alimento que nos guste, porque el brócoli, las espinacas y la menestra no son "comida de hombres"... La nada, sobre todo cuando se mete dentro de tí, cuando forma parte de tu existencia, es también un veneno, todo lo corroe, como el fósforo blanco o el vitriolo..."


"¿Es entonces un sentimiento?", sigues interrogándome, acurrucada junto a mí en el sofá, y me torturas con un beso de mariposa, para que siga hablando...


"Es más que eso... Si ella entra en tu organismo, lo irá colonizándo lentamente, suele empezar en los labios (te digo mientras te beso), en las puntas de los dedos (te acaricio), o en el cuello (olisqueo el aroma a Nenuco)... Y se apodera de tí... Es al mismo tiempo la ausencia, de motivaciones, de objetivos, de sueños, de expectativas... y la presencia, de dolores extraños, de recuerdos obsesivos, de tristezas indefinidas... Pero lo más preocupante, es que la NADA, si se atrinchera en tu corazón o en tu cerebro (te rozo y señalo ambos lugares), te deja vacío, convertido en una cáscara hueca, incapaz de sentir, de pensar, de actuar, de reaccionar, y, en última instancia, de vivir..."


"Entonces, es peligrosa...", ronroneas...


"Sí... La ausencia total de sentimientos ha matado a más gente de la que se piensa... Pues se lleva muy bien con la tristeza, la nostalgia, la culpa, el remordimiento: igual da que sean la causa o el efecto, el alfa o el omega, puede resultar letal... Ese vacío que ronda por tu cabeza, esa tristeza indefinible que amarga tus pensamientos, que va creciendo poco a poco, y que te va dejando hueco, esa nostalgia de lo que nunca se ha tenido, esos recuerdos que inventas para amueblar tu soledad, esa ausencia de empatía, ese silencio que desgarra tu garganta, esa bola de aire viciado que inutiliza tus pulmones, ese desbocado y arrítmico latido de tu corazón, esa idea obsesiva que no materializas en tu cerebro... Todas esas cosas, todos estos son los síntomas de la enfermedad...", concluyo, un poco asustado de mi arrebato...


"¿Y cuál es la cura?", pero mira que eres mala, me preguntas con tu mejor cara de inocencia...


"Depende de cada paciente... Normalmente, es el mismo sentimiento que la provoca: el Amor... Pues la Nada es, en buena medida, lo que deja en tu interior la persona amada cuando se aleja, el rescoldo de las brasas tras la batalla, el suave aroma a perfume en la habitación, los mil objetos cotidianos compartidos, las horas vacías y carentes de sentido... La Nada cotidiana es, para mí, el resultado de una ausencia... En mi caso, todos los facultativos a quienes he preguntado, desde la Bruja Lola hasta el profesor Fofafa, todas las pitonisas y hechiceras, sorguiñas y meigas, no han conseguido ofrecerme ninguna receta ni conjuro, ningún remedio mágico..."
"¿Ninguno? ¿De verdad?", me dices, mientras acaricias mi mejilla con tus labios...
"Bueno... No es cierto... Me han dado un nombre... El tuyo...", te respondo, mientras nuestras bocas se buscan, nuestros labios se cierran, y nos encontramos con un beso, a la cálida luz de las llamas...
Y de la Nada surge el Todo...

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