lunes, 6 de diciembre de 2010

MISTERIOSO RECICLAJE

Hoy, ha vuelto a caer ente mis manos... el recorte misterioso... Me llamó la atención hace más de cinco años, hojeando los editoriales del periódico La Razón... Lo más extraño, creo, es precisamente que aquél periódico, que me produce una intensa alergia, cayera entre mis manos... ¿Dónde estaba yo en el mes de agosto de 2005? La verdad, no tengo ni idea... ¿Y por qué me puse a leerlo? Supongo que por aburrimiento, en cualquier consulta de un médico (dichosas jaquecas y alergias varias...), haciendo cola en una peluquería (va a ser que no... desde hace 12 años mantengo una apasionada relación con una esquiladora eléctrica... que me costó lo mismo que dos cortes a navaja...), y la otra posibilidad que se me ocurre es que se tratase de una de tantas noches de guardia en el Ministerio más utópico... puesto que en aquella circunstancia, si te has quedado sin libro de cabecera, eres capaz de leerte hasta las Páginas Amarillas...

Lo más sorprendente, sin embargo, es que este recorte, perfectamente conservado en su funda de plástico con ribete azul y generosa hilera de taladros, haya regresado hasta mí... Me explico: en estos años, mi mujer, nuestro gato y yo hemos vivido en 3 casas... lo que implica haber metido en cajas toda nuestra vida en 3 ocasiones... la última de ellas, utilizando los servicios de una conocida empresa de mudanzas, para depositar nuestro pasado en un almacén... Prefiero no hablar de la empresa: se perdieron varias cajas con ropa, trastos y, lo más duro para un ratón de biblioteca, libros... y otros muchos resultaron dañados por el agua... He montado y desmontado mi despacho unas cuantas veces, incluyendo las últimas operaciones de limpieza étnica de varios autores que han dejado de gustarme, y que han continuado su ciclo vital lejos de mis manos...

Todo lo que me lleva, una vez más, de regreso a este recorte... Nunca le he dado demasiada importancia, la mayor prueba es que no se encuentra metido en una de mis carpetas negras... Y sin embargo, no dejo de tener la sensación, cada vez que lo releo, de necesitar compartirlo... Cosa que haré esta noche, venciendo a la pereza de repicar un texto que no es mío... y al mismo tiempo, dejándome llevar por la historia... Espero que os guste...

RECICLAJE.

Prohibido circular a más de 120 kilómetros por hora. Alojada en un parabrisas, una señal como ésa parece más grande. También parece más alta la mediana de hormigón y sin embargo aquél todoterreno voló por encima. Ya sé porqué les llaman 4x4. Entropía. Adicción al caos. Aunque tarde, he logrado comprender las consecuencias del Segundo Principio de la Termodinámica. Los efectos sobre mi cuerpo que un médico con un peto fluorescente está tratando de deshacer sin saber que son irreversibles. Mientras, mi retina graba el color de las sirenas reflejadas en las pupilas de una hermosa enfermera que luce dos piercings. Una visión sublime. Hasta que caen mis párpados. Alguien me envuelve para regalo. Odio el color del oro.

Fallo multiorgánico tras parada cardiorespiratoria. La voz de un forense de guardia suele sonar categórica. Así que le creo. Omite el detalle de la sinuosa cicatriz que deja a lo largo de mi tronco. Pero no importa, ya estoy muerto. Sinceramente, creía que mi cerebro pesaría más. Mis córneas reposaban en una bandejita metálica mientras que mi tórax iba siendo desgranado. Y aun así, lo vi todo. La herida que me dejó sin fémur. Que no duele. Los ligamentos le serán útiles a algún futbolista. Espero que sea mejor que yo. Riñones, hígado, pulmones, páncreas. Todo con hielo. En bolsas con etiquetas. Sonrío cuando extrae los intestinos. Todo el mundo ha comprado alguna vez longanizas. Los forenses y los carniceros tienen más en común de lo que uno piensa. Hasta hace un rato yo pensaba que hay que tener estómago para ver todo esto en directo. Ahora comprendo que sin él también es posible.

Es admirable todo lo que un carné (de donante de órganos) puede dar de sí. Cesión de derechos sin contraprestación. O no. Nunca ninguna autopsita me resucitará tantas veces. Me pregunto si esa es la esencia del reciclaje. Satisfacción contra tristeza. Antes de desvanecerme, intento decirle a ese forense que no me ha quitado el corazón. Corro en círculos a su alrededor. Gesticulo. Grito. Me acerco a su oído y grito de nuevo. Con todas mis fuerzas. Es inútil, no me oye. Nadie me oye y yo me desvanezco. Frustrado. Abatido. Porque no recicló mi mejor pieza.

Juan Mª Sánchez Villar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario