lunes, 15 de febrero de 2016

HABITACIÓN 305



“La primera a la izquierda y luego la segunda a la derecha, no tiene pérdida, señor”. Y me lo dice así, tan contento. Menudo servicio de habitaciones el de este hotel. Incluso he tenido que dejarles una propina para que me ayudasen con las maletas. ¡Cómo está el servicio!

Pero claro, todo en este dichoso viaje está saliendo mal, o por lo menos, está siendo mucho más complicado de lo que yo esperaba. Eso me pasa por hacer caso a mi mujer. No, si en el fondo la culpa la tiene ella.

“¿Querido? Hace mucho tiempo que no salimos de viaje juntos, los niños son lo bastante grandes para disfrutar con una nueva experiencia, y he visto en la red una oferta M-A-R-A-V-I-L-L-O-S-A para ir a Nueva York.”

Y claro, lo siguiente que ha hecho, sin apenas preguntarme, ha sido comprar los billetes. Utilizando mi tarjeta de crédito. ¿Qué otra tarjeta va a poder utilizar la muy meticona, salvo la mía? Porque… ¿quién trabaja en casa? Yo. ¿Quién vuelve a casa todos los días, reventado, de la fábrica? Yo. ¿Quién desea solamente una cerveza fresquita, unas patatas fritas, y un ratito de silencio en el sillón de orejas? Yo.

¿Y con qué me encuentro día sí día no? Con el puto apocalipsis caníbal. Claro que, ¿quién nos mandaba tener tantos hijos? Uno estaba perfecto, era lo ideal, un entretenimiento para Clarissa. Y por eso le llamamos Adrián. Pero luego vinieron Manuel, Serguei, Celestina, Clara, Doris y Atila. Debo reconocer que Atila ha sido siempre mi favorito… Picarón, el capricho de papá. Parece mentira cómo se las apaña para hacer todo lo que quiere y lograr que le echen la culpa a uno de los mayores…

Pero volvamos al viaje. Además, tenía que ser a Nueva York precisamente. No hay destinos en América, y tenemos que ir justamente a la ciudad en la que vive la hermana de Clarissa: la insoportable Matilde. Y claro, “ya que estamos”, me tocará ir a verla, con toda la familia, para que empiece a juzgarnos desde su pedestal de ser la Presidenta del Tribunal de Apelación del Bronx. Y nos empezará a contar sus batallitas, sus últimos casos, y tal vez se empeñe incluso en que vayamos a verla a su trabajo, paseándonos por las salas y los inmensos espacios comunes del edificio, donde se desarrolla “la Justicia hasta sus últimas consecuencias”. ¡Pero qué pedante es!

Debo reconocer que el viaje estaba bastante bien organizado. Nos han venido a buscar a casa con un monovolumen, en el que han cabido holgadamente las maletas (¿pero cuántas maletas hacen falta para pasar diez días en Nueva York? Pues eso, una por viajero) y nuestra tribu. En muy poco tiempo hemos llegado al aeropuerto, y aunque estaba muy lleno de gente, hemos conseguido que nos atendieran en el mostrador de facturación de nuestra compañía. Low cost tenía que ser, por supuesto, así que he tenido que pagar por el exceso de equipaje. Luego, ya en la ciudad, nos ha costado tanto encontrar un taxi, que al final he recurrido a uno de esos ilegales, con los que ajustas el precio antes de salir. Era un señor pakistaní de lo más amable.

El hotel no está nada mal. Muy cerca de Central Park (mañana al levantarme quiero irme a correr bordeando el lago, quizás encontraré una estrella jajaja). Como están acostumbrados a las familias numerosas como las nuestra, nos han puesto en dos habitaciones colindantes. Con literas. Atila y Doris duermen con nosotros, los demás en la 306.

Pero el pequeño se ha puesto enfermo, no será nada, un simple mareo, ha vomitado, tal vez por culpa de la comida del avión. Y no hay manera de que Clarissa se tranquilice, así que me ha tocado llamar a la Recepción del Hotel, enterarme de dónde estaba la farmacia más próxima (tenemos una en nuestra misma planta), girando “la primera a la izquierda, y luego la segunda a la derecha”.

Y aquí me tienes, a mis años, llevando con mis patitas (por algo soy el cucaracho de la casa) una gigantesca aspirina que tendrá que durarnos para los diez días de estancia…

PLOFF

“Tengo que avisar al servicio de habitaciones. Acabo de matar una cucaracha en el pasillo. Y estaba haciendo rodar una pastilla con las patitas delanteras.”


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