Una fábula rellena de metáforas y preñada de mentiras… Un conjunto de profecías que se autocumplen periódicamente… Un sueño soñado por otra persona en medio de su más lúcida pesadilla… Mil y un disfraces amontonados, fusionados, en torno a un vacío…
La ficción de ser padre, hijo, esposo, hermano, confidente, caballero de roñosa armadura, defensor de causas perdidas, adalid de los pobres y los necesitados, humanos y animales… Mas en el fondo, estás profundamente cansado de tantas luchas…
En apariencia, todo va bien, mientras la tensión va subiendo, inexorable.
Y la presión de intentar ser todo lo que el mundo exige de ti... un buen día, es demasiado fuerte, y estallas, durante unas horas de soledad, te buscas frenéticamente, y en cierto modo, te encuentras… Y como en un sueño, o en una pesadilla lúcida y terrible, das un salto de fe, hacia los abismos de tu propio yo, imaginando, sintiendo, padeciendo, lo que podría haber sido tu vida, tu otra vida… en pocas horas, en torno a dos crisis que en cierto modo te cambian, modifican tu forma de ver las cosas... La primera derivada del dolor, contenido a base de pensar, de hablar, de imaginar; la segunda, hija de la soledad y la tristeza, con zarcillos y retazos de la noche enroscándose en los tobillos...
Y con un grito de ansia y de libertad pugnando por salir de lo más profundo de tu garganta, de tu mente y de tu alma ... Pues en aquellos ratos de lucidez extrema y desprovista de oropeles y de verdades absolutas, descubres el gran engaño… Terminas distinguiendo la soledad voluntaria del olvido, regresas a lo básico de la vida, a lo primordial, la respiración, para combatir el pánico… y, a tus ojos, cometes el mayor de todos los pecados capitales: reconocer que necesitas ayuda…
Durante toda la jornada, más o menos mantienes el tipo, incluso sales a la calle, haces un par de compras, coges el metro, dando gracias en cierto modo por la eficacia de los disfraces, de los símbolos y señales que tan cómodo te hacen sentir, procuras, como animal acorralado, evitar el contacto visual directo en el Metro, usando el MP-4 y el libro como barreras, mas al mismo tiempo si perder el mínimo detalle de todo lo que te rodea, de la gente, del ruido, del espacio, del olor…
La eficacia de un disfraz, de una envoltura, de un posicionamiento vital, depende de como tú creas que lo es… y al mismo tiempo, cuanto más y mejor refleje tu estado de ánimo… del momento… No tiene sentido recubrirte de algo que no pega con tu ser, y menos si lo que necesitas es que te dejen tranquilo, solo, pasar desapercibido… pero siempre es mejor pertenecer a la tribu de los lobos, que al grupo de corderos, siempre...
Mejor cazador que presa, pues el animal humano huele el miedo... Si necesitas seguridad en ti, muestrate un poco agresivo…bien con los colores de tu ropa, tu estilo, la mirada o el aura… siempre es mejor lobo que cordero... verdugo que víctima...
Y logras sobrevivir a aquellas horas amargas y necesarias de presunta sinceridad... y te imaginas que otra vida es posible...
En cualquier "pueblo con mar" como diría Sabina, en una ciudad de provincias, si es posible, del levante, incluso trabajando en lo mismo, en la protectora seguridad del uniforme marrón, mas pudiendo cumplir cada noche, o cada tarde, o mañana, con el ansiado ritual de pasear por la orilla, viendo su fuerza, oliendo su inmensidad, sintiéndote pequeño frente a su poder...
Mas despiertas de estas ensoñaciones de otra vida, quizás mejor, cuando miras a tu alrededor, los colores de tu casa, tu hogar,los mil y un detalles que conformar tu pequeño mundo privado... Cosas materiales que has ido acumulando y te hacen sentir mejor, y sobre todo recuerdas que no estás solo en esta vida... está ella...
Que no todo es tan fácil como parece... y una vez más, cedes...
Y te contentas con ser plenamente libre tan solo en mundos de tinta, y regresar, todos los años, a cualquier costa, a rendir culto al mar...
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