lunes, 15 de febrero de 2010

UN DIA "¡CÁGATE LORITO!"




¿Qué es más duro: que te den una mala noticia, o el tiempo de la espera? Bueno, en general, depende del tipo de noticia, pues las hay regulares, malas, muy malas, y "¡cágate lorito!". Sin duda alguna, las últimas son las que me dan más miedo... y no solamente porque no me hagan mucha gracia esos pájaros... También hay que recordar la Ley de Murphy, da igual, una cualquiera, según la cual si algo malo te puede pasar, sin duda lo hará en el momento menos oportuno, o cuando más graves sean las consecuencias... Supongo que Mr. Murphy estará cobrar una pasta de la SGAE por cada vez que nos referimos a él o a sus leyes, porque todo el mundo parece conocerlas...

Por ejemplo, típica ocasión emplumada: estás solito en casa, y con la resaca de los carnavales, se te ocurre probarte un vestido de tu abuela (con los inevitables floripondios de gran tamaño), te pones incluso algo de pintalabios, un horrendo gorro de ducha y, por supuesto, laz zapatillas de felpa más horrosas que has visto en tu vida... Y de repente, mientras te estás admirando en el espejo del baño, preguntantote incluso si necesitas algunos calcetines para hacer de tetas... oyes un ruido extraño... y al darte la vuelta, ves a tu novia, que acaba de derrumbarse en el pasillo: quería darte una sorpresa... y quien se la ha llevado ha sido ella...



Lo más habitual, sin embargo, es que cuando estás hablando mal de una persona (de tu jefe, por ejemplo), aparezca por detrás... aunque ya se sabe que los jefes tienen una capacidad especial para dar sustos a los subordinados, por eso, precisamente, son jefes... Hace unos años, tuve uno de esos, que se materializan por donde menos te lo esperas: cuando estás haciendo cola para el baño, en el ascensor, mientras hablas con la recepcionista, si te comes una barrita de cereales... Y nuestra manía persecutoria llegó a ser tan grande, que ni siquiera pronunciabamos su nombre: en vez de Luis, decíamos "el que no debe ser nombrado", "aquél" o "eso"... Y todavía hoy me parece verlo, sobre todo en el metro...

Pero quienes tienen la extraña cualidad de jorobarte todos los planes, suelen ser los comercales telefónicos... Especialmente los de Jazztel... Tienen la puta manía de llamarte por la tarde, alrededor de las tres y media, cuando hace pocos minutos que estás durmiendo la siesta... Y casi siempre, no te enteras de lo que dicen, porque hablan tan rápido, y con tanto acento latino, que lo único que haces es colgar el teléfono... o pedir que te pasen con un supervisor... pero en los dos casos, el resultado es el mismo: ninguno. La tarde siguiente, desconectas el teléfono... y problema solucionado...




La familia, sobre todo las madres, también poseen ese don para pillarte en un renuncio... Por ejemplo, típica madrugada de sábado, cuando vuelves a casa con una cogorza monumental, y aunque pones mucho cuidado en acertar con la llave en las cerraduras (parece que hay tres... y todas se mueven), te has quitado los zapatos en el felpudo de la entrada, y cuando parece que vas a llegar a tu cuarto sin noticias, te encuentras de repente con mamá en el pasillo, que ha tenido de golpe muchas ganas de ir al baño, a las cinco de la madrugada... Con la típica lengua de trapo, le explicas cualquier cosa sobre el metro, un amigo enfermo que has acompañado a su casa, o lo primero que se te ocurre... con tal de meterte pronto en la cama...



Normalmente, los elementos de un día "¡cagate lorito!" vienen encadenados... El dichoso despertador, que nunca falla, escoge precisamente ese día para tomarse unas vacaciones... El metro, por seguir con la racha, se queda parado entre dos estaciones... Sales a la superficie, y cuando intentas llamar por el móvil, resulta que estás sin batería... Mientras caminas lo más rápido posible (porque eso de correr no va con tu personalidad), un señor se cae delante de tí, y pierdes unos minutos de oro entrando a la farmacia a pedir ayuda... Mientras bajas por la cuesta, casi te tuerces un tobillo con un boquete... La puerta de cristal se te cierra en las narices, porque están limpiando los cristales... LLegas al trabajo, y tu compañera está hablando con tu jefe, con lo que el marrón es mayor: no solamente vienes tarde, sino que se entera todo el mundo... Y claro, solo en las pelis, te van a decir: "Oye... no te has acordado de cambiar el reloj, ¿verdad?"
Mas los peores días "¡cágate lorito!", son aquellos en los que, por una serie de casualidades, terminas decepcionando a las personas que confían en tí... porque metes la pata... o cometes errores que en otro momento no tendrían mucha trascendencia... pero que ahora, te pueden costar la cabeza... Menos mal que el propio estrés, el no saber lo que puede pasarte más tarde, genera una tensión tan grande que al terminar la jornada, solo te quedan fuerzas para derrumbarte sobre la cama... Ojalá fuera ya de noche...

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