jueves, 22 de diciembre de 2011

TORMENTA DE BESOS




“Varón, blanco, divorciado, busca…” Es curiosa la respuesta de los amigos cuando anuncias tu inminente o consumado divorcio, y la manera en la que varía en función del grado de confianza establecido y del periodo de amistad previo. En esencia, va desde el “¿Ya tienes piso? Porque ella se habrá quedado con la casa…” hasta el “¿Y quién se queda con los niños?”, pasando por preguntas intermedias sobre los motivos de la ruptura, los intentos de reconciliación…


En nuestro caso, me quedo el piso (lo heredé al morir mi padre) y teníamos separación de bienes, lo que ahorra muchos problemas… En cuanto a los hijos, solamente el gato, y me lo quedo yo por razones de espacio tras una ardua negociación… Y el amor falleció por consunción y falta de riego, tras dos años de lenta agonía y varias sesiones de terapia matrimonial que no dieron frutos.



No hubo grandes traumas ni luchas o peleas previas, rompimos incluso por el face, reparto de los bienes y el menaje se zanjó con un “llévate todo lo tuyo y respeta lo mío (libros, películas, discos compactos y vinilos”, incluyendo vajillas, cubertería, juegos de cama y mesa y el espantoso àlbum de la boda… ¡Con la de àlbums de bodas que he preparado para los amigos, y tener que conformarme con semejante espanto! Ocho años de matrimonio y los recuerdos de quince años juntos llenaron apenas dos furgonetas y un mini piso…



No hubo llantos ni besos de despedida (me hizo la cobra la última vez que nos vimos), me quité la alianza al poco de romper, y nuestras familias se siguen hablando de vez en cuando… Todos los trámites los estamos haciendo a través de un bufete de abogados (pagado por mí), para no tener casi ni que vernos, y las cartas están sobre la mesa… “Rien ne va plus, le jeu est fait” (“No hay más apuestas, el juego está hecho »), anuncia el croupier, y la banca siempre gana…



Pero hay demasiadas cosas que nunca te dicen o imaginas al plantearte el divorcio, la primera y más importante es para mí la soledad… Es muy duro cambiar de persona, el “nosotros” por el “yo”…



Los dos hemos salido perdiendo en este aspecto relacional, pero mi “ex” es mucho más sociable que yo, y por su profesión (es auxiliar de clínica en un hospital) tiene muchas más ocasiones de conocer gente nueva cada día, y de establecer amistad con sus compañeras. Yo veo decenas de personas cada día, pero no hablo ni interactúo en ellas (los armarios con patas ni piensan ni hablan ni padecen) (véase “Desde mi invisible silencio”) ni tengo por mi jornada y mis costumbre demasiadas oportunidades de conocer mujeres interesantes o mujeres a secas… No me quedará más remedio que tirar de los amigos para los primeros contactos…



Por eso, la casa se me cae encima, demasiado grande de repente, con algo parecido al “síndrome del nido vacío” de algunos padres al irse los hijos del domicilio familiar, en una fecha cada vez más difícil de establecer por culpa de la “generación ni-ni”, los contratos basura, los “mini Jobs” y la precariedad laboral, entre otras cosas… pero esa es otra historia.



El pobre gato, nuestro primogénito (y unigénito, al menos de momento) al menos ya no llora por los rincones como una Magdalena felina a la hora en la que mi “ex” solía llegar a casa… Tampoco entiende demasiado que ella ya no le quiere, o al menos que no quiere venir a verle más, que no volverá, y que solo me tiene a mí y a mi pequeña familia cuando vienen a vernos…



Pero yo he perdido un hermoso pueblo blanco extremeño, y una gran familia, la de mi “ex”. Siendo hijo de la ciudad, siempre me ha gustado el campo, los atardeceres en medio de la nada, las barbacoas en el patio de la casa o en los cortijos de los amigos, o algo tan simple como conducir hacia el otro extremo de la noche (casi quinientos kilómetros) alejándome de Madrid, con la certeza de encontrar al final del viaje un cálido abrazo y una cama acogedora tras muchas horas al volante. Ahora no tengo ni pueblo, ni casa, ni familia política (un beso a mi prima Marta), ni amigos postizos, ni coche, por lo que estimo que mi pérdida es mucho mayor que la de mi “ex”.

Ella solo ha perdido a mi pequeña familia, al gato, algunos amigos, y varios contactos en el “carapocha” (o “Facebook”)…



Pero lo que más añoro son sus besos, que no en vano de sus labios aprendí a besar: piquitos, con lengua, en la mejilla, compartiendo un caramelo o un chicle de boca en boca o un hielo, calientes y con regusto a café con leche o a chocolate a la taza en la cocina, furtivos tras una cortina en casa de sus primos al poco tiempo de hacernos novios (gracias, ex – primos), en el cuello, en el lóbulo de la oreja con mordisquito incluido, abriendo los ojos al amanecer solo para buscar al otro y besarle antes de volverse a dormir abrazados, robados al sueño, y tan apasionados como para quedarnos solos en un “pub” a altas horas de la madrugada, mientras el pobre camarero, de vuelta de todo, esperaba pacientemente que respirásemos para podernos cobrar y cerrar el local…



Besos, centenares de besos, con los ojos cerrados o entornados, nunca abiertos, públicos o privados, que ahora revolotean de nuevo a mi alrededor con el triste sabor de las cosas perdidas, los recuerdos pasados y los momentos que se fueron para no volver…



Si lo expresase con un anuncio por palabras de los de toda la vida o por la red, pondría “varón, blanco, divorciado y con labios huérfanos busca mujer entre treinta y cuarenta años, para aprender de nuevo a besar…” Porque los besos de verdad ni se compran ni se venden o alquilan, solamente se regalan como moneda de cambio en la balanza del amor… Por muy cursi que suene, es así como lo siento…



Cuando mi corazón se cure un poco más, eso es lo que deseo encontrar, una mujer con quien perderme en una tormenta de besos… Y olvidarnos de todo lo demás…

2 comentarios:

  1. Querido hombre de tinta
    Sabes que no estás solo porque somos muchas las personas que siempre hemos buscado la amistad de una persona íntegra, de un buen amigo.
    Tu nota me pone un punto de tristeza en el corazón, pero confío en que la vida te devuelva lo que, ahora mismo, crees haber perdido para siempre; los besos, los besos sinceros, los de amigos, los de ese nuevo amor, esa media naranja que espera impaciente a que aparezcas.
    No juzgo a esa persona que compartió contigo tantos años, solo opino que para malvivir un amor lo mejor es dejar que muera. Morirá dentro de algún tiempo en ti porque ese dolor dejará paso la "ha sido lo mejor" y detrás vendrá el "también me perdí muchas cosas estando con ella". Llegará ese día en que el destino y el camino os enfrente de nuevo y sé que podrás mirarla a los ojos sin sentir el más mínimo dolor y que tu corazón nunca más dará un vuelco al verla de nuevo.
    Son días difíciles, pero muchos pasamos por estos días como buenamente podemos, a unos nos faltan seres queridos, a otros los seres queridos se les convirtieron en amores a los que olvidar.
    Tener valor para escribir esto es dar un paso adelante, es aceptar que no siempre las cosas salen como nos gustaría y que hay personas que no nos han querido como nosotros lo hemos hecho; pero ahí estás tú, con tu precioso gato y con tu personalidad dulce, tu próxima oportunidad sabrá apreciar esa dulzura y ese corazón que solo desea un amor para amar.
    No te deseo feliz navidad, más que nada porque no creo en ella, solo te deseo que estos días pasen y que todos logremos sobrevivir a ellos.
    Creo que no es necesario que te diga quién soy, sabes que tampoco ando bien de tiempo y que no me he comunicado mucho contigo últimamente, pero he tenido bastante con tu mensaje de hace un momento.
    Sabes dónde estoy, por lo menos no olvidemos nuestra amistad.

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  2. Grandes sentimientos de muchísimos años en una relación con una persona y muchos recuerdos que aún perduran en la memoria!!!! (dejado por Emma)

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