miércoles, 14 de diciembre de 2011

DESDE MI INVISIBLE SILENCIO

Desde mi silencio, veo pasar la vida, cada mañana, cada tarde, cada noche, protegido por una coraza invisible, lo veo todo, lo escucho todo, pero casi nadie me ve ni me escucha a mí...

Como otras decenas de miles de personas, en toda España, o millones en todo el mundo, me vuelvo invisible en cuanto llego a mi trabajo, y solamente reaparezco cuando me cambio... Es una de las pequeñas ventajas de vestir uniforme, igual da que sea marrón oscuro, verde guisante y beige, que azul oscuro, o negro con gris y cordón de fantasía, el color es lo de menos, la empresa tampoco importa nada, pues he podido comprobar, en los últimos años, que desaparezco de la vista con mi bonito disfraz...

Poco importa que esté custodiando camiones llenos de mercancías en un puto polígono industrial en las afueras de Madrid, en la sede de un prestigioso periódico, organizando el caos, en unos grandes almacenes, vigilando a los empleados, en un supermercado de barrio, cazando cacos, en las distintas sedes de un Ministerio prestigioso pero utópico (el de Justicia), o en las oficinas de un pequeño y de un gran banco (más bien una financiera atrapa incautos)...

El resultado es el mismo: con el uniforme, no existo. Alguna que otra madre me ha usado para asustar al niño, decirle que se callase, "o se te llevará el guardia"... El tono de algunas personas, y su actitud, siempre cambian: en cuanto te necesitan, existes, y te tratan con algo de cordialidad, te llaman de "usted", te miran a los ojos, te consideran persona... pero en cuanto has aparcado su coche, o les entregas el paquete, o ayudas a cargar la cesta de navidad en el maletero, o les recuerdas que tienen que tienen que recoger el paraguas a las puertas de la sala de exposiciones, en resumidas cuentas, en cuanto termina tu utilidad, se desprenden de tí, y si te he visto, no me acuerdo...

Solamente algunas pocas personas, no llega al diez por ciento, de todas con las que tratas a diario, son capaces de verte, es más, te buscan con la mirada, te sonríen al pasar, se detienen para hablar contigo, aunque sean dos minutos, y puedes tener la certeza de tu existencia...

Si además te encuentras con una gran compañera, cosa que me ha sucedido muy pocas veces en ocho años,
que te habla, te mima, te ayuda, te sonríe y te escucha, y compartís problemas y confidencias, y buscais soluciones, entonces te planteas, que lo mismo tú no eres tan invisible, sino que realmente, el problema es de todos los otros, pues no te ven, porque no quieren hacerlo...

Por eso es tan importante cada sonrisa cada gesto, pues estamos tan faltos de cariño en el trabajo, por mucho que no queramos admitirlo ni verlo, que cada mirada, cada pequeño gesto, cuenta... Recuerda que dentro de cada uniforme, late un corazón, que hay un ser humano que respira, piensa, siente, observa,
escucha, habla, sueña, pasa frío y calor, tiene hambre y sed... No te digo que le des un abrazo, o dos besos, ni la mano... Pero al menos, no rehuyas su mirada, no te escondas, y, si tienes ocasión, sorprendele, o sorprendela, con un sonoro "Buenos días", o "Buenas tardes"...

Para todos los vigilantes de seguridad, auxiliares, personal de mantenimiento, mensajeros, porteros, recepcionistas, camareros, barrenderos, repartidores, auxiliares de clínica, celadores y todos los demás uniformados con quienes comparto tantas cosas, entre otras la invisibilidad... os deseo todo lo mejor, algo que muchas veces se resume en pocas palabras: un buen jefe, un buen ambiente de trabajo y, por encima de todo, un buen compañero... o compañeras...

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