Veintiuno
de agosto… Hoy
ha muerto, entre mis brazos, tal y como debía ser… Su cuerpo estaba consumido
por el tiempo, sus huesos eran frágiles, pero la última vez que me miró, con
sus ojos grises, relucientes, parecía que el tiempo había dejado de tener
importancia… Vivir una vida entera en dieciocho días no es algo al alcance de
todos los mortales, pero claro está, él no era un ser humano como los demás… Ni
tan siquiera era humano, pero por amor a los hombres, decidió compartir una
vida entera, a mi lado… Siempre le echaré de menos… Hoy me apetece recordar
cómo fue nuestra historia, recurriendo a mi diario…
Uno
de agosto… Por fin he llegado al lugar de mis sueños, perfecto para pasar unas
vacaciones tranquilas, y olvidarme del mundo… ¿Qué más se puede pedir? Una cala
de arenas blancas, aislada en una isla paradisiaca… Un pequeño bungaló, con
cocina americana, una cama de sábanas blancas, un baño coqueto y bien equipado,
y un buen surtido de libros, para leer perezosamente recostada en la hamaca,
suspendida entre dos palmeras… Ha sido relativamente caro, pero vale la pena el
esfuerzo…
Dos
de agosto… Han aparecido dos turistas en moto en mi cala… No me molesta un poco
de compañía de vez en cuando, soy una persona sociable por naturaleza… Pero en
cierto modo, he sentido que la magia del lugar había disminuido algunos
niveles… Por suerte, se han marchado a media tarde… Volveré a quedarme sola,
para disfrutar la puesta de sol…
Tres
de agosto… Hoy me ha pasado una cosa de lo más curiosa: ha aparecido un niño en
mi playa… Parecía tan feliz, jugando entre las olas, corriendo detrás de ellas,
sin miedo a mojarse, disfrutando como sólo los niños saben hacerlo… Por la
tarde, me ha parecido verle de nuevo… Pero no podía ser el mismo niño: el de la
mañana era poco más que un bebé, y el de la tarde debería tener sus buenos
cinco años, aunque claro está, nunca se me ha dado demasiado bien calcular la
edad de los niños, y tampoco he tenido un gran espíritu maternal… Pero lo más
curioso ha sido que por la tarde, mientras recogía la toalla y sacudía la
arena, se ha acercado a mí, y me ha dicho: “Me gustas”… Tiene el pelo rubio,
los ojos grises veteados de verde, la nariz pequeña y perfectamente formada, la
barbilla firme, es bastante alto, y su piel está muy bronceada… Me ha llamado
la atención su forma de mirarme, como si pudiera mirar el fondo de mi alma, y
me he estremecido bajo su mirada… No he sabido qué responderle, cuando antes de
marcharse caminando al borde del mar hacia la otra punta de la cala, me ha
dicho: “¡Hasta mañana!”.
Cuatro
de agosto… Esta mañana, mientras estaba tomando el sol, me ha pasado algo
curioso… Ha vuelto a aparecer en la playa el mismo niño… ¿El mismo niño? No es
posible: el de ayer no tendría más de cinco años, y el de esta mañana no podía
tener menos de diez… Pero ha repetido las mismas palabras: “Me gustas mucho…
¿puedo sentarme a tu lado?” Estábamos solos en la cala desierta, no había nadie
a la vista, y le he hecho un huequecito en la toalla… Nos hemos quedado allí,
mirando el mar en calma durante un par de horas, dejándonos acariciar por el
sol, por la brisa del mar… No recuerdo bien de qué hemos hablado, porque, de
todas formas, ¿de qué se puede hablar con un niño pequeño, por espabilado que
sea? Le he preguntado si iba al colegio, me ha respondido que todavía no, que
sus padres preferían que estudiara en casa… También me ha dicho que no tenía
muchos amigos de su edad, porque en el fondo no le interesaban demasiado: “Es
una edad demasiado complicada…” De alguna forma, me he sentido intimidada por
la forma en que me miraba mientras nos bañábamos (¿qué se puede hacer en una
cala desierta, aparte de bañarse, leer y jugar entre las olas?)… De su mochila azul
ha sacado un bocata, un bote de refresco y un libro, “El Principito”, que yo
leí hace muchos años… Nos hemos despedido con un beso en la mejilla (sus ojos
son realmente impresionantes), y hemos quedado en vernos al día siguiente…
¿Dónde vive? ¿Dónde están sus padres? Los de la agencia me han asegurado que no
había ninguna otra casa en muchos kilómetros a la redonda… Se ha ido caminando
por la playa, hacia las rocas…
Cinco
de agosto… Hoy ha vuelto a presentarse en la cala, pero es imposible que fuera
el mismo niño: parece que tenga ya quince años, se ha convertido en un
adolescente desgarbado, como si le costase adaptarse a su cuerpo… Es alto, y
está bien proporcionado, puro músculo… Y sin embargo, sus ojos, su sonrisa, no
engañan… Se ha sentado de nuevo a mi lado (esta vez se ha traído su propia
toalla, y me ha mirado fijamente a los ojos… No puede ser el mismo niño que
vino a verme los dos días interiores… ¿Verdad? Y sin embargo, juraría que es el
mismo niño… Yo estaba durmiendo tranquilamente sobre la arena, al cabo de un
rato, he abierto los ojos, y allí estaba él, mirándome, y sonriendo… Entonces
ha hablado: “¿Sorprendida? Sé que para vosotros debe ser extraño ver el paso
del tiempo…” Me he asustado un poco, juraría que en sus ojos había una nota de
deseo… A ver, estoy acostumbrada a que los hombres, incluso los adolescentes,
me miren así: aunque tengo treinta años, me conservo bien: soy una mujer alta
(con mi metro setenta y cinco), peso poco más de cincuenta kilos, tengo los
brazos y piernas largas, mis pechos están bien formados, tengo el cuello largo,
ojos verdes, labios turgentes (¿esa es la palabra?), y una melena larga y
negra… Ha seguido hablando, mirándome fijamente a los ojos: “Me llamo
Galadriel, y me gustaría pasar mi vida contigo…” Y curiosamente, parecía
decirlo en serio… “¿Toda la vida? Pero si apenas nos conocemos…” “Toda la
vida…” Ya anochecía cuando nos hemos despedido… ¿Me estaré volviendo loca?
¿Cómo es posible que ayer fuera solamente un niño, y hoy ya sea un adolescente?
¿Y mañana qué, será ya un adulto? Y sin embargo, esta noche, mientras cenaba
envuelta en mi albornoz blanco, me he preguntado si no sería todo un sueño…
Seis
de agosto… Galadriel ha vuelto a la playa a las once de la mañana, convertido
en un adolescente de unos veinte años… hemos hablado un largo rato, y se ha
desvelado en buena parte el misterio… “No soy como tú, Sofía… No soy
exactamente un ser humano, sino un ser de luz, que por amor hacia ti ha
adoptado un cuerpo mortal… ¿Me crees?” Y, aunque parezca mentira, le he creído…
“Soy tu ángel de la guarda, o al menos, así nos conocéis… Llevo observándote,
velando por ti, desde tu nacimiento… Cuidándote, acompañándote en tus sueños…
Pero con todo este tiempo juntos, necesitaba más, estar a tu lado, besarte,
acariciarte, sentirte… ¿Me sigues creyendo?” Y le he creído, pero también le he
hecho una pregunta, mientras hablábamos tumbados en la arena: “¿Por qué? ¿Por
qué yo?” “Los seres de luz somos inmortales, cuando nace un niño, nos asignan
su custodia… Y tú fuiste mi misión, desde tus primeros momentos en la Tierra…
Llevo a tu lado treinta años, pero no podía soportar más tiempo lejos de ti…
Por eso pedí el cambio… aunque su precio es muy elevado…” “¿Qué sois?”, le
pregunté… “Somos criaturas de energía, nacidas de la mente del Creador en el
inicio de los tiempos… Somos custodios, de vez en cuando podemos intervenir en
la vida de nuestros protegidos, ayudándoles, dándoles ideas, para que alcancen
la felicidad en la medida de nuestras posibilidades… No, no somos todo
poderosos, y también tenemos enemigos… Y frustraciones…” “¿Cómo cuales?”, le
pregunto… “Que nunca conoceremos la vida ni la muerte, nunca envejecemos, nunca
amamos, nunca sentimos… Pero incluso, para eso, hay un remedio, si estamos
dispuestos a pagar el precio…” A estas alturas de la conversación, yo estaba
preocupándome seriamente por su cordura, y por la mía, de paso… Pero era más mi
ansia de saber… “¿Cuál ha sido tu sacrificio, y tu recompensa?” “He pedido, y
se me ha concedido, el vivir como un ser humano… Pero cada día pasado en la
Tierra, a tu lado, equivale a un periodo de cinco años en la vida de un hombre…
Durante ese periodo de tiempo, podré vivir como un humano, evolucionar, cambiar
de aspecto, envejecer, disfrutar de los cinco sentidos, comer, beber, dormir,
amar… Al vigésimo día, correspondiente a los cien años, que es más o menos la
máxima edad de un humano, moriré y desapareceré… Pero ha valido la pena, por
estar a tu lado…” Sentí que mis creencias se tambaleaban: ante mí tenía la
prueba de lo que me estaba contando, porque en estos cuatro días había
alcanzado el desarrollo correspondiente a un adolescente (extremadamente
hermoso, por cierto, fiel reflejo de mis gustos)… “¿Y si yo te decepciono?”, le
dije… “No me decepcionarás… Llevo toda tu vida observándote, protegiéndote…
Acompañándote en los buenos y malos momentos… Aunque por encima de todo, está
tu libertad de aceptarme o no, tal y como soy, por lo que soy…Si me dejas,
seguiré a tu lado, hasta el final de mi vida mortal… Y si tu deseo es que
desaparezca, lo haré, vagaré por esta hermosa isla hasta que llegue mi hora… Y
a pesar de todo, seré feliz por cada minuto que he pasado a tu lado… Voy a
darme un paseo por la playa, a nadar un rato, y cuando regrese junto a ti, me
darás una respuesta…” Una vez dichas estas palabras, se levantó, no sin antes
darme un beso en la mejilla, y se alejó paseando por la playa… Volvió al cabo
de una hora, le vi venir nadando (¡Parecía un Dios!), y agacharse junto a mí…
Solo fui capaz de decirle una palabra: “Sí”… Y de esa manera quedaron sellados
nuestros destinos… Pasamos el resto de la mañana tumbados en la playa, dimos un
par de paseos, nos bañamos, y le invité a comer a casa… Por la tarde, seguimos
hablando, de muchas cosas (su curiosidad es infinita)… Me sentía bien a su lado,
mejor que con cualquier otro hombre… Al caer la tarde, cuando el sol empezaba a
ocultarse en el mar, cediendo a un impulso, le besé en los labios… Él me
respondió, con dulzura y pasión creciente…
Siete
de agosto… Hemos pasado la noche juntos, haciendo el amor… Ahora duerme a mi
lado, mientras el sol se desliza sobre las sábanas… Para ser tan ¿joven?, ha
resultado un amante excelente, tierno, considerado… Sabía perfectamente como
complacerme, conocía todos y cada uno de mis puntos erógenos… ¿Me habrá estado
observando mientras hacía el amor con otros hombres? Es lo más posible, a fin
de cuentas su misión es protegerme… Pero algunas de las cosas que hemos hecho
las habrá aprendido seguramente de Mathilde e Isabel, mis dos amantes de la
universidad, a quienes no veo hace tantos años… Ya se está despertando… Esos
ojos grises… Esos labios… ¿Le apetecerá seguir donde lo dejamos anoche?
Ocho
de agosto… Pasamos el resto del día de ayer en la cama, en la ducha, sobre el
sofá… Nuestros cuerpos, nuestras almas, se buscaban, se devoraban… Después de
un desayuno tardío, nos fuimos a dar un paseo por la playa, nos bañamos bajo el
ardiente sol, completamente desnudos (¡bendita depilación laser!), y volvimos a
la casa… a la cama… Hoy ya tiene el aspecto de un joven de veinticinco años…
Vamos a coger la moto de gran cilindrada que alquilé al llegar a Formentera, y
nos vamos a dar un paseo por la isla, porque temo que se aburra siempre a mi
lado…
Nueve
de agosto… Hoy cumple treinta años… El paseo por la isla fue una gran idea, y
Galadriel disfrutó muchísimo el paseo… Todo le llama la atención, todo es nuevo
para él… Salvo mi cuerpo, que conoce en todos sus recovecos… Hoy hemos
descansado en la playa… Me ha pedido prestado uno de mis libros (siempre viajo
con un buen surtido, porque tantos días de sol y playa, sin hacer nada y lejos
de la rutina, a veces me aburren un poco), y hemos pasado buena parte de la
tarde leyendo en las hamacas del porche… Es un lector voraz, inquieto,
inteligente: ha valido la pena la experiencia… Aprovechando su curiosidad,
mañana cogeremos el transbordador para ir por la tarde a Ibiza… Nos vendrá bien
un pequeño cambio… Aunque nunca tenemos tiempo de aburrirnos…
Diez
de agosto… Esta mañana, mientras él dormía para recuperarse de los excesos de
la noche (por muy ser de luz que sea, le sienta un poco mal el Lambrusco…), he
cogido la moto para ir a la pastelería del pueblo, y comprar una tarta y
treinta y cinco velitas… Me sabía mal que no celebrara su cumpleaños… Y también
le he llevado un regalo, el último libro de Stephen King… Le he despertado con
un beso… Nos hemos comido la tarta (bueno, entera no, solo dos porciones
generosas, y el resto lo hemos guardado en la nevera), y tras una pequeña
ración de sexo (¡es insaciable en la cama!), nos hemos vestido para nuestra
excursión a Ibiza…Se ha mareado un poco en el barco, y hemos pasado el día
recorriendo la isla en un coche alquilado… Ha disfrutado mucho… No le he dejado
conducir, aunque insistía en que sabía hacerlo (“poseo todos los conocimientos
de un hombre de mi edad”, me dijo con una gran sonrisa…), y nos hemos ido a ver
atardecer al famoso bar… Hemos pasado toda la noche de fiesta, de discoteca en
discoteca, de bar en bar… ¡Es una máquina bailando! Justo lo que yo necesitaba
después de tanto relax… Y hemos vuelto a Formentera con el primer ferry…
Once
de agosto… Nos hemos levantado muy tarde… Tarde de relax, de tomar el sol y
leer en la playa, y de ver anochecer sentados en el porche… Hoy cumple cuarenta
años, y se empieza a notar el paso del tiempo… Sigue siendo hermoso como un
Dios… ¿Cómo será a los cincuenta? Mañana lo sabré…
Doce
de agosto… ¿Es cierto lo que estamos viviendo? ¿Es todo real? ¿Estará siendo
feliz conmigo? No paro de pensar en el sacrificio que ha hecho, por estar a mi
lado, de una abogada madrileña criminalista… De alguien de quien afirma estar
enamorado toda mi vida… Pero todas las preguntas se han desvanecido, en cuanto
ha abierto los ojos, esos increíbles ojos grises, y nos hemos besado… Por la
tarde hemos ido a dar otra vuelta en moto por la isla, y hemos cenado en un
pequeño restaurante… Galadriel se agarraba con fuerza a mi cuerpo en el viaje
de regreso… ¿Será que con la edad se está volviendo más responsable?
Trece
de agosto… Día de relax… Cincuenta y cinco años, y aunque no los aparenta (como
mucho, cuarenta y cinco bien llevados), ya no es tan fogoso en la cama… Es
paciente, busca darme el máximo placer, y lo consigue… ¡Vaya si lo consigue!
Nunca pensé que estaría saliendo con un hombre tan mayor… ¡Mayor! ¡Pero si
nació hace diez días! Por la tarde, nos hemos quedado en casa, leyendo, y
hablando… Sobre el bien y el mal… “El bien y el mal, existen desde el principio
de los tiempos… No puede existir un Bien Absoluto sin un Mal Absoluto… Y del
mismo modo que existen las criaturas de la Luz, existen las Oscuras… El campo
de batalla es la Tierra, y el premio, las almas de los hombres…” Sobre la vida
y la muerte: “La vida y la muerte no existen… todo lo que tenemos es el aquí,
el ahora… La muerte no es el final, es más, puede ser el principio… Existe la
reencarnación… Pero también la Perfección… Cuando un alma llega al final de su
camino, ya sea en una o varias vidas, puede optar por unirse al Creador, a la
Luz… Pero como también existe el Mal, puede escoger unirse a la Oscuridad,
fundirse en ella…” ¿Yo que seré?
Catorce
de agosto… Sesenta años… Ya empieza a tener las primeras canas, algunas arrugas
en la comisura de los ojos y de los labios… Su cuerpo sigue estando firme, pero
se nota el paso del tiempo… Hoy nos han mirado un poco raro en el restaurante
(uno distinto al de ayer, porque sería muy difícil justificar los cambios en su
aspecto), como si pensasen “Fíjate en el viejo, está al lado de un pibón… ¿Qué
le dará, aparte de dinero y caprichos?” Sienta un poco mal que te miren como si
fueras una puta… Pero Galadriel me ha mirado, como diciéndome: “Tranquila,
ellos no saben nada…” y hemos seguido cenando tranquilamente…
Quince
de agosto… Por más que intente disimularlo, se le notan las marcas de la edad…
Está durmiendo a mi lado, apenas cubierto por la sábana (anoche hicimos el amor
de nuevo, con la misma pasión, con la misma ansiedad, la misma rabia que
treinta años antes), nunca le ha gustado madrugar, los años van dejando su
huella en un cuerpo hace poco tiempo tan perfecto… Hoy pasaremos el día en la
playa, leyendo, y hablando… Sigo estando locamente enamorada de él (¿dejaré de
estarlo alguna vez?), y lo estaré más allá de su muerte… Ha sido, es, mi alfa y
mi omega, mi amigo, mi amante, mi compañero…
Dieciséis
de agosto… Esta mañana, a primera hora, he ido a la agencia de alquiler, para
devolver la moto y alquilar un cochecito…A Galadriel le apetecía hacer turismo
por la isla, descubrirla con tranquilidad, y ya no está para montar en moto… Ha
sido un día curioso, hemos visitado algunas pequeñas localidades de interés
turístico, visitado el Museo Etnológico, comido en un pequeño restaurante
encantador… Parecíamos un padre y una hija, como todo el mundo… Un padre y una
hija, no dos amantes… Antes de volver a casa, hemos parado en el mercado: para
cenar, ensalada de tomate con atún, y tortilla francesa con queso y finas
hierbas… Luego, a disfrutar del atardecer, un rato de lectura, y a la cama…
Diecisiete
de agosto… Ochenta y cinco años… Muy bien llevados, es cierto, pero con algunas
limitaciones… Hemos dado una vuelta por la otra zona de la isla, descubriendo
pequeñas poblaciones… La comida, en un restaurante típico, ha sido maravillosa…
Volver a casa a media tarde, y después de la siesta, leer tranquilamente, dar
un paseo por la playa, una cena ligera… Nos hemos quedado un rato mirando las
llamas de la chimenea… Esa complicidad de viejos enamorados… Porque sigo
estando enamorada de él, a pesar del tiempo… “¿Me sigues amando?”, me preguntó
Galadriel… “Sí, más que a mi vida…”, le respondí… Y es cierto… Sobre todo
teniendo en cuenta el sacrificio que él ha hecho por estar a mi lado…
Dieciocho
de agosto… Hoy le ha costado levantarse de la cama… El tiempo empieza a hacer
estragos… Pero en sus ojos sigo notando el mismo brillo, la misma intensidad, y
su sonrisa hace que me derrita… Se conserva bien, a pesar de todo… Nos hemos
subido al cochecillo, para terminar de ver el interior de la isla, y hemos
comido al borde del mar… Siempre tenemos cuidado de no repetir dos veces el
mismo sitio, sería muy complicado explicarle a alguien los cambios en su
cuerpo, pero al ser una isla tan pequeña… Creo que un camarero me ha
reconocido, le habremos visto en otro sitio hace días… pero ha sido una mirada
fugaz… Hemos pasado la tarde sentados al borde del mar, ha insistido en darse
un último baño… Mi querido Galadriel…
Diecinueve
de agosto… Noventa y cinco años… Ver envejecer de esa manera a alguien que lo ha
dado todo por mí es tan doloroso… No quiero que me vea llorar, y por eso he ido
a dar un paseo por la paya al amanecer… Le queda ya tan poco tiempo de vida… Con
un poco de ayuda, se ha levantado de la cama, y nos hemos quedado un ratito en el
porche, leyendo, hablando de todo un poco… “¿Tienes miedo al día de mañana?”, me
preguntó… El día de mañana… El último que pasaremos juntos en esta tierra “No debes
tenerlo, Sofía… Ha sido mi elección, vivir, envejecer, a tu lado, y no me arrepiento
de nada… No llores, que me vas a hacer llorar a mí… Y prefiero mirarte… Grabarte
a fuego en mi alma…” Me he acercado a él, y le he besado en los labios, hundiéndome
en sus ojos grises…
Veinte
de agosto… Hoy es su último día de vida, y lo hemos pasado juntos, hablando, paseando
lentamente por la playa… Es como perder de nuevo a mi abuelo, estoy triste, pero
no quiero que se me note… “No estés triste”, me dice, con un hilo de voz, mientras
paseamos al borde del mar y las olas cabrillean a nuestros pies… “He cumplido mi
sueño, he estado a tu lado… He conocido el amor, el sexo, la comida, la bebida…
He disfrutado plenamente, de los cinco sentidos, algo que no había experimentado
durante mi vida inmortal… Y mañana retornaré ante el Creador, con la satisfacción
de un sueño cumplido: una vida a tu lado… No estés triste, Sofía… Celebra la vida…
Vívela intensamente… Y acuérdate de vez en cuando de mí… Que yo, esté donde esté,
te seguiré amando…”
Veintiuno
de agosto… Hoy ha muerto entre mis brazos… ¿Ha muerto? No lo sé… Porque apenas se
han cerrado sus ojos, en cuanto ha exhalado su último aliento, ha desaparecido ante
mis ojos… Se ha esfumado… Como si nunca hubiera existido, como si estos dieciocho
días fueran solamente un sueño… Primero sus facciones se han vuelto más difusas…
Y luego ha desaparecido…
Pero
siempre me quedará un recuerdo, de un ser especial, mágico, que ha hecho que dejara
de tenerle miedo a la vida, a la muerte, al tiempo, a la nada…
Me
quedará su hijo, que noto crecer en mis entrañas… Siempre he sido muy regular en
la menstruación, hace ya varios días que tendría que haberme bajado… ¿Me habré quedado
embarazada de un ser de luz, que se volvió carne y sangre, por amor?
Así
lo espero…
Vaya vaya, que manera de ponerme ansiosa con cada día que contabas. Que bien llevado el paso del tiempo, en el más amplio de los sentidos: descriptivo por la narrativa, y emocional por la pasión contada. Muy original la idea del Angel de la Guarda amando a quien guardó durante toda la vida: ¿la vida terrena, la vida etérea, la eternidad?... Nos enfrentas a la paradoja de vivir y morir para volver a vivir, acaso con un hijo que pudiera ser él mismo. Asombrosa ilación con la metafísica. ¡Me ha encantado! Que contenta estoy que ha vuelto "minino" !!! Besazos
ResponderEliminarAcabo de leer tu relato" Dieciocho días, una vida" y me ha parecido fantástico. Muy imaginativo y muy bien llevado. Sufres con la degradación del Ser. Si cuelgas algo más, dímelo.
ResponderEliminar¡FELICIDADES, TÍO!!!! Dejado por Javier.
Muy bonita historia Fernando, se agradece leer historias que te envuelven mientras las lees, sigue escribiendo que aqui tendras una lectora. dejado por Marta.
ResponderEliminarMágico,original,un poquito triste pero con una esperanza final!Lo he leído de un tirón,continúa a escribir . Dejado por Luna
ResponderEliminarMa ra villo so, sinceramente me he emocionado con la historia Fernando, es preciosa no cambiaria ni una coma, el final es triste pero muy esperanzador, tener un hijo del hombre que amas, no tengo palabras, todas buena y reiterarte mi grata sorpresa por este escritor en la sombra, mañana llevaré tu blog la patio, si me das tu permiso, y ahora lo tengo en favoritos, me encanta, gracias por compartirlo por nosotros, y por hacerme soñar durante el tiempo que he estado enganchad a esa historia de amor tan especial, llena de luz, vida y esperanza!!! Dejado por Isabel.
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