lunes, 19 de marzo de 2012

HOY TE HABLARÉ DE MI... Y DE ELLA...

Siempre pensé que las dichosas fases del duelo, que se van atravesando desde que se produce una pérdida hasta que esta se supera, alcanzando el estado de aceptación, tenían mucho de palabrería de psicólogos y psiquiatras, pero estoy empezando a pensar que igual tienen parte de razón. Al menos, es lo que he podido comprobar desde el mes de agosto del año pasado hasta la fecha, en que me encuentro en la tercera y última fase: la aceptación. Es decir, el momento en el que asumes que la pérdida es definitiva, y que no te queda más remedio que seguir adelante con el resto de tu vida de la mejor manera posible, y seguir reconstruyéndote poco a poco.

Han sido unos meses amargos, duros y complicados, durante los cuales perdí incluso las ganas de hacer lo que más me gustaba: escribir...

Una semana después de nuestra ruptura. me prometí a mi mismo no volver a hablar de ella, si no era para hacerlo bien, recordar buenos momentos, e ir interiorizando los malos, que los hubo. Más o menos, he conseguido cumplir con esta promesa, hasta que la presión ha sido demasiado grande en mi interior, y ahora tengo que escribir sobre mis sentimientos para seguir adelante.

Hemos estado juntos durante quince años, como novios, y los últimos ocho como matrimonio. Y como a todo el mundo, nos han ido pasando cosas buenas y malas, desde muertes en la familia hasta operaciones de distinta consideración (entre ellas  mi apendicitis aguda), incluyendo cambios de residencia, nuevos trabajos... Los primeros años de casados, todo era más o menos nuevo para nosotros, sobre todo el hecho de tener la casa entera a nuestra disposición (salvo durante las visitas de sus padres (viven en Extremadura, y vienen de vez en cuando a Madrid, aunque nosotros también solemos viajar al pueblo) y el no tener que dar explicaciones a nadie, ni tampoco grandes obligaciones al margen de tener bien cuidado a nuestro gato. Es decir, nuestra vida era más o menos normal. Teníamos, por supuesto, nuestras diferencias, por ejemplo el tipo de películas que  nos gustaban (para mi las románticas  y las de acción, para ella las de terror y cierto tipo de comedias, compartiendo las de acción), y sobre todo su nulo interés por la lectura, el acudir a exposiciones o visitar museos, su escaso interés por el teatro... No eran diferencias irreconciliables ninguna de ellas, y con el paso del tiempo hemos ido aprendiendo a tener cada uno de nosotros gustos distintos... La terapia de pareja a la que nos sometimos no funcionó, con todos sus trucos y posibilidades de acercamiento, no dio los resultados que esperábamos... quizás porque no nos la tomamos demasiado en serio, o porque no hacía más que poner en evidencia nuestras diferencias...

Pasaron los años, y nos íbamos alejando poco a poco, no solo físicamente en cuanto a espacios en la casa, sino temporalmente... Ella empezó a trabajar en un hospital (es auxiliar de enfermería) siempre con el turno de tarde o el de noche, y con la predisposición a doblar la jornada cuando se lo pidieran sus jefes, trabajando seis días a la semana; mientras que yo seguía con el turno fijo de mañana, lo que me permitíría tener todas las tardes libres para leer, soñar, pasear, ver la tele de vez en cuando, y escribir. Sobre todo, escribir: así nació este blog y todas sus filiales, de unas condiciones laborales muy concretas y de una buena gestión del tiempo. El mayor problema era que dos personas dificilmente pueden hacer vida de pareja, o de cualquier otro tipo, si apenas se ven: ella venía de trabajar a las once de la noche, yo me tenía que acostar a las doce y media como muy tarde para estar en condiciones de madrugar al día siguiente...

Yo también me reía cuando me decían que internet y las nuevas tecnologías tenían en parte la culpa de la ruptura de muchos matrimonios, hasta que tuve que competir contra faceboook, twenty y otras redes sociales por el tiempo y la atención de mi mujer, puesto que cuando regresaba a casa, muchas veces si molestarse en cenar, se iba a su despacho para chatear y cotillear con sus amigos, en vez de estar conmigo; y casi todas las noches me tocaba despedirme de ella, recordándole que tenía que cenar algo antes de acostarse, y recomendándole que no trasnochara mucho. Es decir, después de toda la tarde trabajando, tenían más interés las redes sociales que el estar con su marido, ni siquiera para cenar juntos o hablar un rato... y del sexo... mejor no hablamos, aunque la mejor forma de resumirlo es decir que eramos compañeros de piso mal avenidos y sin derecho a roce...

Durante los últimos meses de nuestra relación, nos fuimos separando cada vez más, aunque planteé la posibilidad de pedir un cambio de turno en mi trabajo para estar con ella por las mañanas, o bien que ella se cogiera un turno fijo de mañana y compartir de ese modo las tardes, pero no alcanzamos un acuerdo... y ella seguía acostándose a las dos o las tres de la madrugada todas las noches, y levantándose al mediodía para ir a trabajar, con el tiempo justo de hacer algo de compra y de comer... y yo regresaba por las tardes a un hogar vacío y cada vez más solitario, invirtiendo la tarde en dormir una siesta, hacer algo de compra, dar un paseo y escribir... mientras que iba creciendo en mi interior la desazón... y se acumulaba la tristeza... y empeoraba la ya de por sí escasa y difícil convivencia, al torcerse ella un tobillo de mala manera y venir su madre a atenderla... Las relaciones con mis ex-suegros nunca han sido malas, es más, han llegado a ser incluso muy buenas con el paso del tiempo, y los echo mucho más de menos a ellos y a su ambiente y su familia que a mi ex... Pero es posible que la estancia prolongada de ambos en nuestra casa me arrebatase en buena medida mis últimas partículas de intimidad o de tranquilidad, porque el hogar se convirtió más que nada en una clínica...

A finales de julio de 2011 la convivencia se había deteriorado bastante... cuando encima se añadió el factor de la infidelidad por parte de ella: de manera casual encontré su perfil en una red de contactos amateur... lo que añadido a sus eternas noches con el ordenador y la nula vida de pareja terminó de sacarme de mis casillas: ya era demasiada frustración para mí... Solo discutimos una vez, la noche en que le revelé que conocía su perfil secreto, no tuvo fuerzas para negarlo... Y tuve la crisis: mi mundo se tambaleó, entre otras cosas ayudado por una gastroenteritis aguda (perdí más de doce kilos en nueve días) y un efecto secundario no deseado de mi complejo tratamiento anti- alérgico; me llevaron dos días al hospital, en estado febril, y me recuperaron a base de sueros e hidratación... Me dieron la baja mientras me recuperaba... Con una depresión bastante fuerte... Y al darme el alta, me cambiaron de destino: aunque soy periodista (con experiencia en prensa, radio y televisión, pero nunca me he ganado la vida con ello al margen de varias prácticas remuneradas y ocasionales trabajos de "free lance"), trabajo de vigilante de seguridad en la principal empresa del sector, caracterizada por sus uniformes marrones oscuros... Y comenzó de nuevo el "via crucis" laboral, hasta la fecha sigo sin destino, y he pasado por una larga serie de sitios distintos, algunos de ellos muy buenos, pero solo de manera interina... Si vuelvo a recuperar un destino con un turno fijo de mañana o de tarde, dispondré de más tiempo para escribir y soñar, eso está muy claro...

Pero hay cosas de las que no te recuperas... como de las ilusiones perdidas... o de la soledad... o de las revelaciones demoledoras... Ya no tenía sentido el seguir viviendo una farsa matrimonial: le pedí a mi mujer la separación, ella aceptó... Y lo anunciamos en facebook, porque teníamos "amigos" comunes...Y se puso a buscar un nuevo piso con la ayuda de su madre... Ambas, por orgullo, se negaron a que yo las ayudase, y fueron cayendo en las habituales trampas de particulares con pocos escrúpulos y agencias poco honestas... Y terminó alquilando, a través de una amiga de mi madre, un mini-piso de cuarenta metros en el mismo barrio que su amado trabajo... Y repartimos parte de los enseres de la casa, que yo me quedaba al haberla heredado al morir mi padre y tener la separación de bienes establecida en las capitulaciones prematrimoniales... Y comenzamos (pagados por mi) los trámites para el divorcio... Y a mediados del mes de febrero nos lo concedieron, tras ratificar nuestra decisión ante la jueza: aquella fue la última vez que nos vimos...

El problema, creo, es que yo me quedé anclado dentro de la dinámica de no hablar sobre ella, de no compartir mis sentimientos con nadie (salvo ocasionalmente con mi madre y con mi hermana)... y al mismo tiempo no parar de pensar que a lo  mejor había metido la pata, que me había precipitado al pedir el divorcio, que mi vida no tenía sentido si no era a su lado, que sin duda alguna, y a pesar del tiempo pasado, había alguna solución para lo "nuestro", que siempre hay tiempo para rectificar... Es decir, me había convertido en el estereotipo del divorciado reciente que se siente perdido cuando se encuentra solo de nuevo, y que no concibe un presente ni un futuro sin la pareja que ha perdido... ni tampoco consigue encontrarle mucho sentido a la vida...

Y dejé de escribir, en buena parte por falta de tiempo, puesto que las jornadas laborales de doce horas, y lejos de casa, no te permiten tener demasiadas fuerzas ni ganas de contar historias... y en los días libres tampoco me apetecía demasiado, tal vez porque no estaba contando la historia que realmente necesitaba contar, esta, a partir de la cual retomar el rumbo, con menos frecuencia que antes, pero sí con las mismas ganas...

Hace algunos días, comprendí que estaba cometiendo un error... tras otro... Porque no hablar de ella, de mis sentimientos, no iba precisamente a mantenerlos a raya... A través de su madre, de la mía y de mi hermana, sé que está bien, a gusto con su nueva vida, feliz de haber recuperado la independencia...

Y yo he decidido hacer lo mismo... Como un patito feo que busca de nuevo pareja, y que está decidido a encontrar de nuevo a una patita fea con quien compartir experiencias, sueños, lentamente, a mi ritmo, pero sin volver la vista atrás a partir de este punto... Y seguir viviendo... Y escribiendo... Y contándote otras historias... otros sueños... y otras vidas... que no siempre serán la mía...

Gracias por estar al otro lado de la pantalla... y pasarte por aquí de vez en cuando...

1 comentario:

  1. es curioso, hasta que descubrí su infidelidad, pensaba que todo tenía solución, incluso la soledad casi perpetua en la que me encontraba en la casa desierta. Y no paro de pensar que si mi ex hubiera puesto un poquito más de interés en estar conmigo que en ligar y chatear con sus amigotes de la s redes sociales, todo podría haber teneido un final bastante distinto... aunque también es posible que nuestro matrimonio llevase ya mucho tiempo en estado semi-comatoso... como uno de esos pacientes con el letrerito de "no reanimar" prendido en el pecho y que se van agostando poco a poco...

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