miércoles, 11 de junio de 2014

* EN LA PLAYA...

Hoy he vuelto a soñar con ella… o tal vez no fuera un sueño, no lo sé… a estas alturas, lo real y lo imaginario se mezclan en mi conciencia, sin orden ni concierto…

Todo empezó, como otras veces, con el sonido de la música, de las olas del mar, emanando desde los altavoces del ordenador… relájate, me dijeron, y escribe sin pensar… y esto es lo que va naciendo… mirando fijamente un punto de la pantalla, con el arrullo inmortal de las olas, inicio el descenso…

Poco a poco, los bordes de la habitación, del despacho que me rodea, se van difuminando… Me dejo llevar por el sonido… y aparece primero el túnel… lo conozco, a pesar de la escasa luz, porque lo he recorrido muchas veces en los últimos días… me levanto de la silla, siguiendo el sonido de las olas… y llego hasta la puerta del ascensor… es como los del Metro, de paredes de cristal, pero con muchos más niveles…

Las puertas se abren en silencio… estoy completamente solo, y no hay luz en la cabina, pero no tengo miedo… pulso el botón más bajo, el que corresponde con la salida y al mismo tiempo con el nivel diez, y empiezo a bajar, en silencio, salvo por el sonido de las olas, que me acompaña…

Mientras voy bajando, a mi alrededor se hace la oscuridad… solo brillan en el ascensor los números de los pisos que voy bajando… diez… nueve… ocho…. Siete… mi cuerpo está pero no está a la vez… la oscuridad me envuelve, me abraza, como si zarcillos de niebla se adueñasen de todo mi entorno, pero no tengo miedo… seis…. Cinco… cuatro… noto que la ropa me agobia… tres… dos… uno… surge la claridad dorada del ocaso…

Cero… las puertas se abren, y estoy allí…

Hace calor… pero una suave brisa refresca mi cuerpo… estoy vestido con un bermudas y una gorra blanca… noto la arena cálida entre los dedos de los pies… y veo el océano, mi querido Mediterráneo, en la lejanía…

La playa está desierta… me extraña, porque el paisaje no puede ser más hermoso, ni tampoco más tranquilo… huelo el salitre, siento la sal sobre mi piel… hace mucho calor… de repente, me doy cuenta de que no llevo las gafas, allí no las necesito, por lo que mi visión es panorámica, ilimitada…

Me pongo a caminar por la playa… me recuerda mucho a la de Gandía, pero sin gente ni edificios, como si estuviera al margen del tiempo… solo arena, viento, mar, agua, olas…

La arena está cálida, pero sin llegar a quemar… es agradable… me acerco a la orilla, muy lentamente, sin prisa…. Las mansas olas lamen la planta de mis pies mientras camino hacia la izquierda, siguiendo la costa… disfruto como un niño de la tranquilidad, del agua cálida…

Es la libertad, el pasado sin futuro, o el futuro sin pasado… el presente continuo…

A lo lejos, vislumbro dos palmeras, y colgadas de ellas, una hamaca como la que tiene mi hermana en su jardín… sin prisas, me voy acercando… la hamaca es la única presencia humana en aquella playa perfecta… es de lino, o al menos, eso me parece cuando me voy acercando a ella… sus flecos revolotean en la suave brisa…

El mar lame mi piel… hace ya un buen rato (¿minutos, horas?) que voy caminando por la orilla, pero no estoy cansado…

Me siento en la hamaca, mirando el mar… junto a ella, en una cubitera de alpaca, una familiar botella blanca y otra verde, me están esperando… ¿Tomar un Malibú con piña colada al borde del agua? ¿Y por qué no?
Entonces la veo a ella… Su silueta se recorta contra el océano en llamas… una silueta atractiva… no la veo muy bien, pero sé que es hermosa… me levanto y la espero en la orilla, con una toalla en la mano, la que estaba extendida en uno de los cabos de la hamaca…

Mientras se va acercando a la orilla, la admiro… esa extraña sensación de conocerla, de saber quién es a pesar de la distancia…

La espero de pié en la orilla, mientras las olas lamen mis pies…

Tiene el cabello largo, negro como la noche infinita, es más o menos de mi altura… sus brazos y sus piernas son largos, bien torneados… un bikini blanco contrasta con su piel dorada… tiene una sonrisa dulce, los ojos verdes, la boca perfecta, los dientes brillantes de puro blancos…

La envuelvo en la toalla… parece tener frío… Me sonríe mientras la abrazo y la acompaño de regreso a la orilla…

No hay gran cosa que decir… estamos solos en la playa desierta, pero la música de las olas me susurra su nombre… Sofía…

Me sonríe… y noto que se me olvida el resto… todo… incluso la propia vida…

No la conozco… pero al mismo tiempo, presiento que ella está allí para mí, que en cierto modo nos conocemos desde siempre… y que teníamos que encontrarnos en el ocaso, en la playa desierta…

La acompaño hasta la hamaca… pero antes de sentarme a su lado, preparo un par de Malibús con piña, y brindamos en silencio, mientras nos quedamos mirando el ocaso en las olas…

No existe nada ni nadie, el mundo ha dejado de existir a nuestro alrededor… ese frescor que desciende por la garganta, el dulce ron…

Dejando las copas ya vacías en la arena, me inclino sobre ella, y la beso… sus labios se entreabren como los pétalos de una flor… noto el sabor de la sal en los labios, el extraño perfume, el suave tacto de su piel…
Mis labios descienden por su cuello, lentamente, para lamer una solitaria gota de agua entre sus pechos…
Suena la alarma del móvil… Ha pasado media hora… hay que regresar a la realidad…

¿Nos veremos allí de nuevo, al margen del espacio y del tiempo?


No lo sé, es la primera vez que mi playa no estaba desierta…