Desde hace algunos días, la música clásica ha vuelto a mi despacho... Termina así un largo peregrinaje, que me ha llevado desde Beethoven (el "Divino Ludvig Van" de La Naranja Mecánica), que era uno de los músicos favoritos de mi padre, hasta el más sonoro de los silencios, roto exclusivamente por los estrepitosos ronquidos de nuestro gato Chiqui, desde la silla de invitados... De alguna manera, tenía que recorrer en soledad todo el camino, durante los últimos nueve meses y pico que llevo escribiendo... hasta alcanzar el regreso a la música clásica...
Brahms y Bruckner me han acompañado estas dos últimas tardes, o al menos son los únicos nombres que recuerdo en este momento... Aunque habrán sido muchos más, pues la radio ha estado encendida en todo momento, quizás para aislarme del mundo, o del clamoroso silencio... No, hoy no me apetecía música house, ni techno, ni jazz, simplemente, no era el mejor de los días, o de los momentos...
¿La música puede traerte recuerdos de algo que, paradójicamente, ya no recuerdas? ¿O conseguir que de alguna forma, te parezca más sencillo hacer las paces con alguien que lleva muchos años muerto?¿Tienen los fantasmas la capacidad de enrollarte con sus zarcillos de niebla y olvido, y llevarte de nuevo al pasado? No, por supuesto, aquí no huele a Ducados, como mucho, el vecino estará fumando en el patio... Pero más de una vez, cuando levanto los ojos del teclado, pienso que no me extrañaría demasiado comprobar que mi padre está sentado en la silla de invitados, con el gato en su regazo, y fumando parsiomoniosamente uno de sus Ducados...
Por supuesto, su aspecto sería el de mis diez o doce años, no el que tenía al morir por culpa del cáncer... Incluso con su sempiterna seriedad, tal vez incluso me sonreiría... Mientras que yo, tumbado sobre la alfombra de la sala de espera, leía uno de los tebeos del Jabato... Y de los seis altavoces alemanes, que sobrevivieron a dos equipos de música diferentes, lanzaban al aire los acordes de este mismo concierto... Noto escalofríos que recorren todo mi cuerpo, con el sonido de los metales, los timbales, y tantos y tantos instrumentos que no conozco... pero él seguramente podría hacerlo...
Y aquí estoy, con una extraña opresión en el pecho, recordando algunos buenos momentos con mi padre... Ciertos conciertos en el Auditorio Nacional los domingos por la mañana... Algunas tardes den el Teatro Real, escuchando "La Pasión según San Juan"... Con la música clásica de fondo... y la tristeza de tantos recuerdos perdidos...